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Me meto en la ducha y dejo que mi cuerpo se relaje después de toda la mañana practicando con Mónica para el desfile. Me seco rápido y me visto aún más rápido.

Estoy emocionada por verme con Raúl, cuando cierro los ojos veo los suyos y su sonrisa, su cara salpicada de graciosas pecas y el pelo rebelde cayendo sobre sus cejas.

Me pongo unos vaqueros de color crema y un top de color negro de manca larga y con un escote en V bastante bajo. Por supuesto lo convino todo con mis converse negras.

Me quedan 20 minutos para maquillarme y peinarme. Como no me da tiempo a planchármelo al final me hago un semi recogido cogiendo dos mechones hacia atrás. Me lo peino un poco y me paso al maquillaje. Me rizo las pestañas y me añado un poco de colorete.

Por último, perfilo mis labios y los pinto con un brillo de labios rosita. Cojo mi bolso de Prada y salgo volando con el móvil en la mano hacia la parada de autobuses.

Llego exactamente tres minutos antes que el autobús, pero incluso una vez sentada el corazón me late con fuerza en el pecho. Voy caminando hasta la plaza principal después de bajarse al bus, pero no aparece por ningún lado. así que me siento junto a una fuente y espero.

He hecho lo mismo incontables veces a lo largo del día y aun así no puedo evitar hacerlo una vez más. Enciendo la pantalla del móvil y entro en su chat solo por si algún problema en el móvil no me hubiese avisado de que me había escrito. Pero sigo viendo las últimas tres palabras de siempre.

'Te puedo llamar?'

Marco por tercera vez su número y escucho todos los tonos hasta que una voz robótica me informa de que puedo dejar, si quiero, un mensaje para el número que he marcado.

Cuelgo. Un trueno suena sobre mi cabeza y segundos después de mirar al cielo unas finas gotas comienzan a caer sobre mis mejillas y mi frente.

Trato de contener las lágrimas. Han pasado dos horas que se supone que tendríamos que haber coincidido.

Las gotas comienzan a caer con fuerza a la vez que mi corazón empieza a latir con rabia y dolor.

Limpio unas gotas de mi rostro que no sabría diferenciar si son mis lágrimas o las del cielo y camino hacia un portal. Una vez resguardada de la lluvia, intento ver el horario de los buses, pero el siguiente pasa dentro de 3 horas y compruebo con rabia que podría haber cogido uno hace 10 minutos.

Intento llamar un taxi, pero no hay servicio. Resignada llamo a mi hermano. Al ver que no lo coge después de varios tonos cuelgo y vuelvo a llamar.

Estoy a punto de volver a llamarlo cuando veo una notificación de WhatsApp suya. El alivio me inunda el pecho y enseguida le escribo.

– Que pasa? –

– Lucas porfa, es una urgencia. ¿Puedes venir a por mí? Está lloviendo mucho y el TP está fuera de servicio. –

– Pásame la ubicación y espérame ahí. Voy ya. –

Hay gente que ya ha cumplido la mayoría de edad y ya pueden conducir, pero nosotros cumplimos años a finales de curso, en verano. Así que él conduce una moto de velocidad reducida que si que es legal que la conduzca.

Me siento apoyando la espalda contra la pared lo más alejada de la lluvia que puedo y aunque no dejo de mirar la pantalla del móvil, atenta a cualquier notificación ya no tengo esperanzas de que Raúl me llame.

Unos minutos después, a través de la cortina de lluvia veo que un coche que no reconozco se para a mi altura. Me pongo en alerta y el miedo me espabila.

Entrecierro los ojos para ver en el interior del coche en cuanto la puerta se abre. Reconozco a Adrián.

– Entra! –

¿Tenías que ser tú? Me acerco al Peugeot RCZ de color gris y grito.

– ¿Qué haces aquí? –

– No podemos hablarlo cuando subas? – Al ver que dudo añade. – Prefieres que me vaya y te deje aquí? –

Subo al coche y pregunto por mi hermano mientras observo que pone la calefacción al máximo.

– No te va a gustar. –

Después de insistirle por fin me confiesa que estaban unos cuantos en casa de Nora y Nico tomando un par de cervezas y nachos y que en algún momento de la tarde han desaparecido y Lucas se había dejado el móvil en la mesa.

– Al ver que ponías que era urgente y después de ver varias llamadas en las notificaciones he decidido responderte yo. –

– Entonces he hablado antes contigo? –

Adrián asiente la cabeza. Me sigue molestando, pero ambos actúan como si usasen el mismo móvil por lo que esa confesión no me sorprende.

Llegamos a la puerta de mi casa y Adrián entra detrás de mí, no tengo ganas de discutir.

– Puedes esperar a Lucas aquí si quieres. Ya te conoces la casa. Voy a ducharme. – 

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora