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Salimos del agua y nos secamos con las toallas que había preparado Ethan antes de la sesión.

– Donde puedo cambiarme? –

– Quieres subir a darte una ducha y quitarte el cloro? –

Me sonrojo inevitablemente ante su propuesta.

– Qué va, tranquilo. De aquí me voy al gimnasio así que no te preocupes. –

– Vaya, ¿sesión doble hoy? –

Me indica donde está el baño del jardín y me dirijo allí con mi bolsa para cambiarme. Me termino de secar bien cuando me quito el bañador y me pongo rápidamente la ropa que tenía preparada.

Un sujetador deportivo una camiseta de tirantes y encima una camiseta gris de propaganda de un torneo de básquet que le he robado a mi hermano del cesto de la ropa limpia. Me pongo unos leggins de gimnasio y unas converse viejas de color negro. Por último, me hago una coleta y una trenza.

Antes de salir reviso haber dejado todo como estaba y luego apago la luz y me dirijo hacia la cocina dónde está Ethan. Me mira y le sonrío, al instante me devuelve la sonrisa y sigue abriendo algunos de sus cajones, saca unas tostas y un queso de untar, prepara tres tostadas y parte una por la mitad y las coloca en dos platos.

– No hacía falta –

El gesto me ha sorprendido tanto que se me encoge el pecho. Ha sido un detalle muy tierno, pero él se encoge de hombros para quitarle importancia, pero veo que se ha sonrojado un poco.

– No puedes ir al gimnasio con el estómago vacío. –

Charlamos mientras tomamos la merienda y luego me acompaña hasta la puerta y nos despedimos.

– Gracias por haberme ayudado y por la merienda Ethan. –

– A ti por confiar en mi para ayudarte. –

Se acerca poco a poco y estira la mano, Cojo el pomo de la puerta y la entreabre, acercando su cuerpo al mío.

– Me ha gustado pasar tiempo contigo. –

Entonces él acerca su cara a la mía y me da un beso en la mejilla. Por un momento siento que el mundo se ha congelado y con él mi respiración. Estoy segura de que ahora mismo no tengo pulso. Pese al fallo cardiaco me obligo a reaccionar. Sonrío.

No ha sido un beso, beso, ha sido un beso de despedida, como cuando saludas a tus tíos en una comida.

Pero, al fin y al cabo, ha sido un beso.

Consigo reanimar mi cuerpo lo suficiente como para salir de su casa y comenzar a caminar sin tropezarme con mis propias piernas.

Vuelvo a ponerme los cascos y dejo que mi mente baile sobre todo lo que ha pasado y sobre todos los pensamientos intrusivos que me abordan.

Después de hacer mi rutina de gimnasio me meto en el vestuario y me ducho. Salgo por la puerta principal y mientras me pongo los cascos de nuevo, inicio el camino de vuelta a casa.

Pongo la música desde mi móvil y reviso los mensajes pendientes. Uno es de mi madre, le dice que no tarde en llegar, que pronto estará la cena. Estoy a punto de abrir el chat de Lorena, pero al girar la esquina me golpeo la cabeza. Me he chocado con alguien.

– Perdón yo... –

– Joder Cristina, mira por dónde vas. –

¿Adrián?

Lo miro mientras me froto la nariz, me duele del choque.

– Tienes tanta culpa como yo. – Lo miro como si pudiera lanzarle cuchillos con la mirada.

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora