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Aviso a Raúl de que nos tenemos que ir y nos acompaña a la puerta. Cuando llegamos a la puerta dejamos que pasen mis amigos primero, y se van despidiendo uno a uno de Raúl mientras salen.

Mi hermano le estrecha la mano y se dan un medio abrazo, como si fuesen amigos de toda la vida y Lucas pasa entre el espacio que hay entre ellos dos y yo golpeando su hombro contra el mío, me entran ganas de darte una patada en la espinilla, pero me contengo y no digo nada. En cambio, me acerco a Raúl y le doy dos besos, uno en cada mejilla.

Estoy a punto de irme cuando me roza el brazo y me paro. No me coge del brazo, tan solo lo roza con tanta suavidad que por un segundo pienso que me he imaginado el roce de sus dedos en mi piel. Raúl vuelve a dejar caer su mano junto a su cuerpo y rompe el silencio.

– Que puedo hacer para volverte a ver? –

– Sorpréndeme. – Le digo con una sonrisa nerviosa.

Se acerca sin vacilar más a mi hasta que la distancia que nos separaba se esfuma y no pasa ni el aire entre nosotros.

Levanta su mano y con la misma suavidad de antes al tocarme, juega con un mechón que cae junto a mi rostro y lo engancha detrás de mi oreja.

– Lo haré –

Me cuesta escuchar sus palabras a pesar de que su boca está a escasos centímetros de mi oreja. Noto los latidos de mi corazón en cada parte de mi cuerpo y casi no soy capaz de articular palabra.

– Adiós Raúl – Mi voz casi parece un murmullo entre el ruido del tráfico y la música que sale del recinto y nos envuelve.

Como respuesta besa mi mano sin despegar sus ojos de los míos, haciéndome perder el aliento que me quedaba.

Salgo del chiringuito intentando recuperar oxígeno para mis pulmones como si acabase de correr una media maratón.

Una vez repartidos en los coches se hace el silencio en la fila de atrás, mi hermano se ha sentado en el copiloto y charla amigablemente con el conductor que nos llevará a casa.

Yo voy justo detrás de él, presionando mi cuerpo contra el lateral de la puerta en un intento de alejarme de Adrián, que ha acabado sentándose entre Bruno y yo.

Miro por la ventana en silencio, observando el poco tráfico que hay a esas horas de la madrugada permito que mi mente saboree los recuerdos que me llevo de esta noche.

Escucho vagamente una historia que el conductor le está contando a mi hermano sobre su hijo Joan que tiene 6 años cuando me dejo caer en los brazos de Morfeo.

Siento que una mano me sacude la pierna con suavidad desde la rodilla y como poco a poco me despego del sueño que estoy teniendo, el cual, ni siquiera recuerdo.

Entreabro los ojos y la posición de mi cabeza me permite tener en mi campo visual la mano, me quedo así unos microsegundos antes de recobrar la plena consciencia.

Me remuevo en el asiento y noto la tensión generada por la posición en la que me he dormido en mi cuello.

Al moverme Adrián aparta su mano y se dirige hacia mí.

– Ya hemos llegado, despierta. –

Su amabilidad me aturde más de lo que ya estoy y por defecto mis ojos vuelven a mirar a mi rodilla, justo donde segundos antes había estado su mano. Toco la oreja que ha estado apoyada en el hombro de Adrián durante casi todo el trayecto, la tenía un poco dolorida y estoy segura de que también estará enrojecida.

¿Adrián siendo amable? Debo de seguir soñando.

Me sumerjo en mis pensamientos mientras él sale por la otra puerta ya que Álvaro también ha bajado del coche y se está despidiendo de mi hermano y de Adrián.

– Bajas o que paleta? – Dice dándome prisas por bajar.

Justo después cierra la puerta en seco dejándome en silencio y bajo arrastrando las piernas y frotándome los ojos. Después de cerrar me entrego a él bostezo más grande que he hecho mínimo en meses y sin preocuparme por parecer poco elegante aparto de mi mente la mirada de desaprobación que sé que mi madre me habría dedicado, y me acerco al grupo.

Le doy dos besos a Álvaro y luego dejo que Lucas me rodee con su brazo cargando parte de mi peso para caminar juntos hasta la puerta de mi casa. Estamos tan cansados que nadie dice nada.

Hago un esfuerzo por mantener los ojos abiertos y me desmaquillo todo lo bien y deprisa que puedo, cuando acabo me dirijo a mi habitación, me envuelvo en mi pijama y me meto con prisas bajo las sábanas.

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora