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Me despierto sin alarma a las 8, debería de haber podido dormir más, pero mi cuerpo se ha acostumbrado tanto que no he podido evitarlo.

Ociosa, me pongo a abrir las tarjetas y los regalos que me han ido llegando estos últimos días.

La gran mayoría son detalles y tarjetas de felicitación de amigos de mis padres personas que conozco y que ni siquiera conozco. Todos contienen más o menos lo mismo, invitaciones para algún evento, bonos de descuentos para las marcas que dirigen, flores...

Me llama la atención uno con forma de libro, tiene un post-it pegado en el que solo pone '- A'. Estoy a punto de abrirlo cuando se enciende la pantalla del móvil avisándome de que me están llamando. La miro, es Lorena.

– Cómo estás guapa? –

– ¿Bien, y tú? –

– Bien, estaba preocupada por ti. No me esperaba eso de Ethan. –

– Supongo que así es mejor. De todas formas, hacía tiempo ya que había dejado de fijarme en él. –

– Pasó todo tan rápido... –

– Sí, pero ¿Qué hay entre tú y Adrián? –

– No, no. No hay nada de nada. Era solo una excusa. –

– Una excusa? –

– Sí... Le pedí que me acompañara a espiarte cuando vi que te alejabas con Ethan. Estábamos escuchando detrás de la puerta y cuando nos dimos cuenta de que la cosa no iba bien decidimos intervenir. –

La cabeza me funciona de manera rápida y enseguida uno los acontecimientos de anoche. Miro el paquete que todavía tengo delante de mí. ¿Podría ser?

– Te tengo que dejar. Luego te llamo. Gracias por todo Lorena. – Y sin esperar respuesta cuelgo.

Abro el paquete sin preocuparme en romper el sobrio envoltorio y no tardo en darme cuenta de que se trata del libro de Tierra de Eloy Moreno. Está marcado con cintas adhesivas de diferentes colores y al abrirlo me doy cuenta de que también contiene anotaciones a mano. Entre las páginas hay un papel suelto. Lo despliego y comienzo a leerlo.

A Cristina.

Sé que tenías muchas ganas de leer este libro y no se me ocurrió mejor forma de disculparme por lo mal que me he portado todos estos años contigo.

Se que es tarde para cualquier cosa y sé que no puedo volver el tiempo atrás, pero como mínimo te mereces una explicación.

No tengo intención de darte pena y lo que menos quiero es tu compasión, aunque pena es lo único que doy. No me queda orgullo que proteger ni reputación que cuidar.

He llegado tarde a todas partes, pero mejor tarde que nunca, o eso dicen...

He tenido miedo de quererte y he hecho mis mejores esfuerzos por odiarte, pero como no podía ser de otra manera, he fracasado de nuevo.

He odiado a todas las personas que han podido hacerte daño cuando el peor siempre he sido yo. Y ahora que por fin lo entiendo todo ya es demasiado tarde. Ahora que por fin me odias es cuando me doy cuenta de que no puedo obligarme a dejar de sentir. Y ahora lo siento todo.

Créeme cuando te digo que todo lo que he hecho me va a pesar en el pecho hasta el día que me muera y que me va a destruir por dentro el recuerdo de lo que nunca fue.

Ojalá disfrutes del libro y me perdones tanto como yo me odio por haberte hecho daño todas esas veces, y como dijimos la última vez, dejare de cruzarme en tu camino.

– Adrián.

Me cambio todo lo rápido que puedo y cojo la bici para llegar a su casa. 'He tenido miedo de quererte'.

Sus palabras resuenan en mi cabeza y por más que las repito no me impactan menos.

Bajo de la bici dejando que caiga sobre la acera de cualquier modo y llamo al timbre. Nada. Vuelvo a llamar un par de veces obteniendo el mismo resultado. Saco el móvil de mi bolsillo y busco su número en WhatsApp. Le escribo para advertirle que no me voy a ir sin verlo antes y la respuesta no se tarda en esperar.

< Vete. No tengo tiempo para atenderte.

Al final doy la vuelta a la casa hasta encontrar la puerta trasera. Recuerdo que cuando éramos pequeños los viernes Lucas y yo nos colábamos por aquí. Busco debajo de unas macetas una pequeña llave sin llavero y la meto en la cerradura.

Abro despacio y cierro la puerta después de pasar. Estoy en el bajo de la casa de Adrián, avanzo hasta la puerta de acceso y comienzo a subir las escaleras mientras lo llamo.

Cuando llego al primer piso escucho ruidos en el salón de estar. No responde a mi llamada, la casa está totalmente a oscuras, los padres de Lucas deben de estar de viaje de negocios.

Cuando por fin llego al salón veo a Adrián sentado en el suelo todavía con la ropa de ayer, descalzo y con los ojos hinchados, no me mira, en cambio se lleva el morro de una botella a los labios y da un trago largo. A su alrededor hay más botellas vacías esparcidas de cualquier modo por el suelo.

Me siento a su lado y no digo nada hasta que el habla primero.

– Que estás haciendo aquí? –

– Lo cierto es que no lo sé. –

Sigue bebiendo y luego habla de nuevo.

– Es muy difícil apartarme de tu camino si eres tú la que se mete en el mío. ¿Lo sabias? –

Se gira para mirarme y huelo la cerveza que ha bebido.

– No quiero que te apartes de mi camino... –

– Pero me odias –

– No te odio. –

– Tú misma lo dijiste... Te he dado mil razones para odiarme. –

Un escalofrío recorre mi cuerpo y sus respiraciones a pocos centímetros de las mías.

Me acerco a él, restando la distancia que nos separan.

Y por fin reúno el coraje suficiente para hablar.

– Pero ahora tengo mil razones para olvidar. –

El corazón late como loco dentro de mi pecho y mi respiración es entrecortada.

Al principio me mira con confusión, pero después sus ojos se tiñen de esperanza y acerca tanto su nariz a la mía que nos rozamos.

Y poco a poco nuestros labios se juntan.

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora