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La vida había tratado a Harry Styles como la maldita mierda, y al parecer ya se había acostumbrado a los abandonos, malos tratos e incluso golpes extremadamente fuertes y a su parecer, innecesarios, no obstante, su opinión nunca era del interés de nadie así que prefería guardárselo en sus adentros, aunque tuviera que morder su labio para hacerlo. Huyó de su "hogar" a los dieciséis años, alojándose en la enorme casa de su mejor amigo, alejado al fin de todo lo que odiaba.

Eso no significaba que sus problemas hayan sido resueltos, porque la vida había vuelto a azotarle con una pequeña cantidad de realidad, llevaba meses buscando un trabajo estable para al menos un pequeño piso o le bastaba con alquilar una habitación en algún lugar de poca monta, le servía dejar de molestar en una casa a la cual solo aportaba servicios de limpieza y cocina.

—¡Harry!, ¡Harry!, ¡Harry!—La ruidosa voz de su amigo le sacó de sus pensamientos, en un acto involuntario rodó sus ojos mientras se levantaba del colchón en el que dormía en la habitación de su salvador, esperándose que cualquier tontería saliera de la boca del Omega.

El rizado caminó hasta el lugar del que provenía la voz, la cocina, bajó las escaleras mientras tallaba sus ojitos e intentaba arreglarse sus voluminosos rizos chocolate.

—¿Niall?—Murmuró con ganas de volver a tirarse a la cama y no levantar nunca más. Cuando al fin llegó, su amigo le tomó de los hombros y comenzó a sacudirle como si su vida dependiera de ello mientras no paraba de chillar.

Automáticamente el mal humor de Harry inició, haciéndole gruñir e intentar sacarse a su loco amigo de encima que parecía no cansarse nunca y eso que eran las jodidas ocho de la mañana. Y las ocho de la mañana eran intocables para Harry.

—Vas a agradecerme después de esto, Hazzy-Hazzy—Niall tomó las mejillas de su amigo, apretándolas con una sonrisita.

—Sabes que no me gusta que me llames por ese apodo, Niall—Refunfuñó alejándose un poco del alocado rubio. El chico comenzó a dar vueltas alrededor de la isla de la cocina, dando varios saltitos con una felicidad contagiosa que hizo al castaño reír después de todo.

—Me da igual, Hazzy-Hazzy, ¿Recuerdas ese chico que te dije que quería que me hiciera mil cosas atado a su cama?—el rizado asintió con esa sonrisita que le originaba los hoyuelos que tanta inseguridad le causaban—Pues hoy estuvimos hablando y salió mágicamente el tema de los trabajos, resulta que tiene un amigo alfa algo así cómo... ¿multimillonario?, ¿Empresario?, No tengo idea pero yendo al grano, ese alfa busca a alguien que trabaje para él, no me dijo de que es el trabajo-

—Alto ahí, Nialler, ¿En tu cabecita cabe que tan sólo tengo diecisiete años, no?, Y que seguro busca un hombre con experiencia y no un niñato que solo sabe lavar platos, encima es un alfa y sabes a la perfección lo mucho que los alfas me detestan—Interrumpió.

¿quién iba a querer a Harry?

Los pensamientos negativos comenzaron a martillarle la cabeza sin intención de frenar, millones de preguntas y críticas abordaban su mente. Los recuerdos empezaron a aparecer una y otra vez, era tal y como volver a vivir aquellos insultos que catalogó cómo sus mayores inseguridades. Su omega interior comenzaba a lloriquear y a necesitar un abrazo.

—Demasiado tarde, hablé con él y te organizó una entrevista personal para el trabajo, ¿A qué es la mejor noticia de tu vida?—La mandíbula de Harry estuvo a punto de tocar el suelo.

Asesinaría a Niall.

—¿Tú- Joder, Niall, no tengo ropa decente para ir a la casa de un millonario, ¿Sabes que significa eso?, Qué voy a salir de allí humillado, más que nunca y sabes que odio eso, pero soy tan inservible que ni defenderme se, y eso al parecer les agrada a los malditos alfas, les gusta sentirse superiores y ver a un omega cómo yo llorar, les gusta verme débil.

𝗦𝘂𝘀 𝗛𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮𝘀 (𝘓𝘢𝘳𝘳𝘺 𝘚𝘵𝘺𝘭𝘪𝘯𝘴𝘰𝘯)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora