𝐀𝐥𝐚𝐧𝐚
Al darme cuenta de lo cerca que estábamos me eché hacia atrás todavía con su mirada clavada en mí. Lo vi sonreír y aparté la mirada.
-Vale, cuanto antes empecemos antes me iré.
-Está bien, pues vamos. -Se sentó a mi lado y le lancé mi paño.
Me levanté a por otro y cuando me giré hacia él estaba empapando una pieza.
-¡Así no! -Se la quité y suspiré. -Mira, así.
Me senté con él y estrujé el paño. Le di con cuidado a la pieza mientras él me miraba muy concentrado. Sonreí al ver su cara pero cuando me miró volteé a la pieza.
-Con cuidado ¿vale?
-Como usted diga coronel.
Ambos nos echamos a reír y estuvimos lavando casi todas las piezas. Después de eso me convenció para que le enseñara a montarla. No había estado tanto tiempo riéndome en años, ver con la torpeza con la que cogía las herramientas y las caras de pánico que ponía cuando pensaba que había roto algo porque escuchaba un ruido.
-Relájate. -Reí y lo vi mirarme con cara de idiota. -¿Todo bien?
-Eso creo ¿Está bien?
-Para ser un torpe…nada mal.
-¡Oye! -Sonrió él también.
Nathan entró y nos dijo emocionado que había echo la comida y que le había quedado riquísima. Sonreí y me levanté.
-¿Ya es la hora de comer? -Se levantó Darío y abrió los ojos.
-¿Tenías algo que hacer?
-Entrenar. -Me miró, luego a mí primo y se levantó.-Creo que se me hizo tarde.
-Bueno pues os espero en la cocina. -Dijo Nathan y se fue.
Darío me volvió a mirar y sonreí.
-Fue idea tuya seguir ayudándome.
-Pero no pensé que tardaríamos tanto. No pude entrenar. -Me miró serio.
Me acerqué a él y sonreí.
-Te dije que me molestaba que estuvieras ahí, y al final hasta me has ayudado. -Le planché la camiseta llena de manchas de grasa con las manos y sonreí. -Yo siempre gano. -Le di una palmadita y salí del garaje.
𝐃𝐚𝐫𝐢𝐨
La miré salir y fui tras ella.
Llegamos a la cocina y Nathan se las había arreglado para hacer una comida decente. Unos sándwiches con jamón de York y queso, pero estaba tan contento que ambos nos callamos y comimos. Estaba tan acostumbrado a que yo cocinará que apenas sabía hacer nada, sin embargo cocinaba mucho mejor que su prima.
-Y mi pregunta es…¿Cómo sobreviviste sin saber ni calentar agua? -La miré comer.
Me miró mal mientras el queso derretido hacia un puente entre sus labios y el sándwich. Me quedé mirándolo durante un minuto y volví a ella.
-Me traía la comida del trabajo y la calentaba en el microondas.
-Eso es horrible para la salud.
-Igual que encajar golpes en una pelea ilegal. -Me miró y sonrió falsamente.
-¿No pueden parar de discutir ni un momento? -Nos cortó Nathan. -A veces me irritan.
Me giré a mirar a Alana y ella lo estaba mirando y sonriendo pero al mirarme se volvió a poner sería y miró su plato.
-Es que me cae tan mal que no puedo evitarlo. -Dijo relajada y terminó de comer.
-Como si tú fueras fácil de soportar. -Bufé.
Estaba enjuagando su plato y se giró para mirarme muy mal. La miré igual. Nathan agarró su plato y fue al salón dejándonos solos.
-No parecía que te importase mucho soportarme hace media hora. -Me miró.
-Además de ser bueno cocinando soy bueno fingiendo. -Me apoyé en la encimera y crucé mis brazos.
-Igual que a mí mentir, eres pésimo cocinando y un desastre con las herramientas ¡No sabes ni mover las manos!
-¿¡Pero qué dices!?
-¡Por Dios no sabías ni coger la llave inglesa!
Seguimos a gritos hasta que de repente ella pareció darse cuánta de algo. Suspiró agobiada y me apartó para ir al salón corriendo. Lavé mi plato y al ir con ellos la vi abrazando a Nathan. Parecía increíble ver como cambiaba tanto cuando estaba con él. Pasé por su lado y fui al garaje. Pasé allí un rato hasta que sonó mi alarma, fui a cambiarme y me encontré con Nathan en el pasillo.
-Oye ¿Estás bien? -Lo paré.
-Sí claro. -Me miró.- ¿Vas a una pelea?
-Sí, es en una hora.
-¿Podemos ir?
-¿Alana también? -Lo miré sorprendido.
-No sé si querrá pero creo que puedo convencerla.
Asentí y fui a mí habitación.Me cambié y cogí el coche. Manejé hasta el gimnasio, al llegar estuve un rato antes de la pelea relajándome. Llegó la hora y salí al Rin. No sé porqué pero antes de empezar miré a mí alrededor, no sé a quién estaba buscando, o intentaba no saberlo. Vi a Nathan a un lado, cruzado de brazos y al mirarme sacó los pulgares en señal de aprobación.
Pero no vi a Alana. Miré al suelo y me concentré.
La pelea duró más de lo normal. No gané, lo intenté pero no pude. Le eché la culpa a Alana por no haberme dejado prácticamente lo suficiente y a mí mismo porque haberle seguido el rollo, no sé qué me pasaba pero tenía que acabar.
Nathan y yo llegamos a las tantas de la noche, lo dejé en su habitación y fui a la mía.Alana salía de la suya y me miró. Abrió los ojos y me agarró del brazo para llevarme al baño.
-¿Qué haces? -La miré.
-Tienes la cara fatal, voy a curarte porque parece que no lo has hecho. -Me sentó y sacó el botiquín.
La miré mientras me curaba, de vez en cuando me daba con el algodón y me escocía. Me llamaba llorica y seguía.Obviamente no iba a ser la cariñosa enfermera que te curaba cuando te hacías un rasguño en el colegio pero mientras que me curase ella no me importaba. Guardó las cosas y me levanté.
-¿Porqué me has ayudado? -La miré y ella tuvo que alzar su barbilla para mirarme.
-No sé, puede que porque me das pena.
-Sé que es mentira.
-Y yo sé que no me importa lo que creas. -Se dio la vuelta y se fue.
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Siempre fuimos nosotros
Ngẫu nhiênDarío llega a una carrera ilegal a la que lo invitó su mejor amigo, allí conocerá a una piloto a la que detesta pero...nada es lo que parece.