Cap. 9

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𝐀𝐥𝐚𝐧𝐚

Al darme cuenta de lo cerca que estábamos me eché hacia atrás todavía con su mirada clavada en mí. Lo vi sonreír y aparté la mirada.

-Vale, cuanto antes empecemos antes me iré.

-Está bien, pues vamos. -Se sentó a mi lado y le lancé mi paño.

Me levanté a por otro y cuando me giré hacia él estaba empapando una pieza.

-¡Así no! -Se la quité y suspiré. -Mira, así.

Me senté con él y estrujé el paño. Le di con cuidado a la pieza mientras él me miraba muy concentrado. Sonreí al ver su cara pero cuando me miró volteé a la pieza.

-Con cuidado ¿vale?

-Como usted diga coronel.

Ambos nos echamos a reír y estuvimos lavando casi todas las piezas. Después de eso me convenció para que le enseñara a montarla. No había estado tanto tiempo riéndome en años, ver con la torpeza con la que cogía las herramientas y las caras de pánico que ponía cuando pensaba que había roto algo porque escuchaba un ruido.

-Relájate. -Reí y lo vi mirarme con cara de idiota. -¿Todo bien?

-Eso creo ¿Está bien?

-Para ser un torpe…nada mal.

-¡Oye! -Sonrió él también.

Nathan entró y nos dijo emocionado que había echo la comida y que le había quedado riquísima. Sonreí y me levanté.

-¿Ya es la hora de comer? -Se levantó Darío y abrió los ojos.

-¿Tenías algo que hacer?

-Entrenar. -Me miró, luego a mí primo y se levantó.-Creo que se me hizo tarde.

-Bueno pues os espero en la cocina. -Dijo Nathan y se fue.

Darío me volvió a mirar y sonreí.

-Fue idea tuya seguir ayudándome.

-Pero no pensé que tardaríamos tanto. No pude entrenar. -Me miró serio.

Me acerqué a él y sonreí.

-Te dije que me molestaba que estuvieras ahí, y al final hasta me has ayudado. -Le planché la camiseta llena de manchas de grasa con las manos y sonreí. -Yo siempre gano. -Le di una palmadita y salí del garaje.

𝐃𝐚𝐫𝐢𝐨

La miré salir y fui tras ella.

Llegamos a la cocina y Nathan se las había arreglado para hacer una comida decente. Unos sándwiches con jamón de York y queso, pero estaba tan contento que ambos nos callamos y comimos. Estaba tan acostumbrado a que yo cocinará que apenas sabía hacer nada, sin embargo cocinaba mucho mejor que su prima.

-Y mi pregunta es…¿Cómo sobreviviste sin saber ni calentar agua? -La miré comer.

Me miró mal mientras el queso derretido hacia un puente entre sus labios y el sándwich. Me quedé mirándolo durante un minuto y volví a ella.

-Me traía la comida del trabajo y la calentaba en el microondas.

-Eso es horrible para la salud.

-Igual que encajar golpes en una pelea ilegal. -Me miró y sonrió falsamente.

-¿No pueden parar de discutir ni un momento? -Nos cortó Nathan. -A veces me irritan.

Me giré a mirar a Alana y ella lo estaba mirando y sonriendo pero al mirarme se volvió a poner sería y miró su plato.

-Es que me cae tan mal que no puedo evitarlo. -Dijo relajada y terminó de comer.

-Como si tú fueras fácil de soportar. -Bufé.

Estaba enjuagando su plato y se giró para mirarme muy mal. La miré igual. Nathan agarró su plato y fue al salón dejándonos solos.

-No parecía que te importase mucho soportarme hace media hora. -Me miró.

-Además de ser bueno cocinando soy bueno fingiendo. -Me apoyé en la encimera y crucé mis brazos.

-Igual que a mí mentir, eres pésimo cocinando y un desastre con las herramientas ¡No sabes ni mover las manos!

-¿¡Pero qué dices!?

-¡Por Dios no sabías ni coger la llave inglesa!

Seguimos a gritos hasta que de repente ella pareció darse cuánta de algo. Suspiró agobiada y me apartó para ir al salón corriendo. Lavé mi plato y al ir con ellos la vi abrazando a Nathan. Parecía increíble ver como cambiaba tanto cuando estaba con él. Pasé por su lado y fui al garaje. Pasé allí un rato hasta que sonó mi alarma, fui a cambiarme y me encontré con Nathan en el pasillo.

-Oye ¿Estás bien? -Lo paré.

-Sí claro. -Me miró.- ¿Vas a una pelea?

-Sí, es en una hora.

-¿Podemos ir?

-¿Alana también? -Lo miré sorprendido.

-No sé si querrá pero creo que puedo convencerla.

Asentí y fui a mí habitación.

Me cambié y cogí el coche. Manejé hasta el gimnasio, al llegar estuve un rato antes de la pelea relajándome. Llegó la hora y salí al Rin. No sé porqué pero antes de empezar miré a mí alrededor, no sé a quién estaba buscando, o intentaba no saberlo. Vi a Nathan a un lado, cruzado de brazos y al mirarme sacó los pulgares en señal de aprobación.

Pero no vi a Alana. Miré al suelo y me concentré.

La pelea duró más de lo normal. No gané, lo intenté pero no pude. Le eché la culpa a Alana por no haberme dejado prácticamente lo suficiente y a mí mismo porque haberle seguido el rollo, no sé qué me pasaba pero tenía que acabar.
Nathan y yo llegamos a las tantas de la noche, lo dejé en su habitación y fui a la mía.

Alana salía de la suya y me miró. Abrió los ojos y me agarró del brazo para llevarme al baño.

-¿Qué haces? -La miré.

-Tienes la cara fatal, voy a curarte porque parece que no lo has hecho. -Me sentó y sacó el botiquín.

La miré mientras me curaba, de vez en cuando me daba con el algodón y me escocía. Me llamaba llorica y seguía.

Obviamente no iba a ser la cariñosa enfermera que te curaba cuando te hacías un rasguño en el colegio pero mientras que me curase ella no me importaba. Guardó las cosas y me levanté.

-¿Porqué me has ayudado? -La miré y ella tuvo que alzar su barbilla para mirarme.

-No sé, puede que porque me das pena.

-Sé que es mentira.

-Y yo sé que no me importa lo que creas. -Se dio la vuelta y se fue.

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