Cap. 8

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𝐃𝐚𝐫𝐢𝐨

Resoplé y me tomé el café mientras estábamos callados.

Nathan entró con los ojos pegados y se sentó al lado de Alana, puso la cabeza sobre la encimera y ella le acarició el pelo. Parecía hasta simpática y todo. Los escuché hablar, bueno, Nathan lo intentaba y ella seguía acariciándolo. Alana me miró y le di otro sorbo a mí café, le había echado demasiado azúcar.

-Hazle un Cola-cao. -Dijo.

-¿Es que tú no puedes? -La miré mal.

-Después de eso ¿Me ves capacitada?-Señaló la sartén.

-Siempre puedes aprender. -Sonreí y ella bufó. -Es solo echar leche en un vaso, el Cola-cao está en el estante de arriba.

Me miró tan mal que pensé que me escupiría pero se bajó de la encimera y fue al frigorífico.

La seguí con la mirada.

Sacó la leche, la echó en un vaso, abrió el cajón del estante donde estaba el Cola-cao y se puso de puntillas. Intentó cogerlo pero estaba muy atrás y no pude evitar reírme, haciendo que Nathan alzara la cabeza y la mirara también.

Me sacó el dedo y buscó en el cajón de los cubiertos un cuchillo. Lo metió entre las rendijas de la parte de abajo del estante y acercó el bote hasta que cayó, lo agarró antes de que tocara el suelo y echó dos cucharadas a la leche que después le dio a su primo.

-Eres una enana. -Se rio él.

-Y tú un vago, es la última vez que te hago un favor. -Bufó.

Me terminé el café mientras los escuchaba discutir. Dejé la taza en el lavavajillas y bajé al garaje. Tenía una pelea esa noche. No era legal, pero algunos de los que competíamos necesitábamos quitarnos el mono de vez en cuando así que le alquilábamos el Rin a los dueños de un gimnasio y de vez en cuando íbamos allí.

Llevaba un buen rato cuando Alana bajó y se puso a desmontar su moto. Intenté concentrarme pero notaba sus ojos en mí, lo raro era que cada vez que volteaba estaba de espaldas. Pensé que me estaba volviendo loco por el ruido que hacía con las herramientas. Paré el saco con una mano y la miré.

-¿Puedes para?

Se dio la vuelta para mirarme. Tenía las manos negras y las mejillas rojas de la calor que tenía que estar pasando tan cerca del motor de la moto.

-No. -Se agachó y siguió desmontándola.

Bufé y la observé.

Parecía que sabía perfectamente lo que hacía. Las partes que le quitaba a la moto las dejaba a un lado y las ponía en línea. Lo ordenada que era para estas cosas contrastaba totalmente con como tenía su habitación. Cuando ya estaba casi desmontada se levantó, fue al lavabo y mojó un paño.

-¿Tienes pensado dejar de mirarme en algún momento o tengo que llamar a Nathan?

-Tu primo no me da miedo. -Me crucé de brazos.

-Lo sé. -Se giró para mirarme e hizo lo mismo con el paño en un hombro y la trenza apoyada en el otro.

-¿Para qué es el paño? -Intenté cambiar de tema.

-Para limpiar algunas piezas, no todo es cambiar o tirar porque estén rotas. -Sonrió y me volvió a dar la espalda.

Miré al suelo evitando la sonrisa y me puse a su lado. Me miró con una mezcla de confusión y asco.

-Hagamos un trato, yo te ayudo a limpiarlo todo, así acabas antes y me dejas entrenar ¿Quieres?

Me miró y se acercó a mí.

-No te estoy obligando a que dejes de hacerlo.

-Lo sé, pero el ruido me molesta.

-Y a mí tú y no te saco a patadas. -Me sonrió falsamente.

-Es mi casa, no puedes. -Me acerqué.

-Rétame. -Se acercó ella más y sonreí.

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