Cap. 11

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𝐃𝐚𝐫𝐢𝐨

Llegamos al sitio después de un rato y bajamos del coche.

Todos íbamos con ropa de deporte para estar más cómodos. Me fijé en la larga trenza en la que llevaba Alana recogido el pelo. Siempre lo llevaba así, seguramente porque le gustaría como le quedaba.

Entramos y nos ofrecieron algunas actividades para hacer allí. Nathan y Alana parecían niños pequeños con caramelos, estaban tan entusiasmados que no pude negarles hacer ninguna.

Juraría que estuvimos horas en la zona de las colchonetas y los cuadrados de goma espuma. Alana le hizo un placaje a su primo haciendo que callera a una piscina llena de ellos. Después lo tuvimos que ayudar a salir para que no se hundiera hasta el fondo y se quedase allí a vivir.

Alana parecía evitarme incluso cuando estábamos los tres juntos.

Nathan poco después se la devolvió haciendo que volará por los aires al saltar cerca de ella en una de las colchonetas y después ella se rio de él al darse cuenta de que era incapaz de saltar y subirse a una pared en otro de los muchos juegos que había allí.

La chica era ágil, era innegable aunque su primo intentaba con sobre esfuerzo que ella no se diera cuenta y pensase que él era el mejor del trío. Acabamos tan agotados que decidimos jugar a algo más tranquilo.

Alana quiso decidir por nosotros y...

-¿Cómo que vamos a jugar a matar pero con pistolas? ¡Estás loca! -Dijo Nathan sentado en el suelo muy rojo por el cansancio y el calor.

-Que sí, hay más gente. Os explico, nos dan unos chalecos y unas pistolas con luz. Si te encuentras a alguien lo disparas y ganas puntos hasta que solo quedes tú. Si te eliminan sales del juego y esperas a los demás.

Nathan soltó un bufido que la hizo sonreír. Nunca se cansaba de molestarle.

-Vamos, será divertido. -Le miró con ojitos tiernos.

-Estamos cansados Alana, tú también. -Me crucé de brazos dándole la razón a Nathan.

-Nunca estoy lo suficientemente cansada como para patearte el trasero. -No me miró.

-¿Así que crees que puedes hacerlo mejor que yo?

-No lo creo, lo sé.

-No te lo crees ni tú.

-Pues si tan valiente eres entremos, te lo demostraré. -Se me encaró.

-Acepto. -Dije sin pensar.

Ella sonríe y se giró para irse a preparar dentro. Noté el brazo de Nathan en mi hombro y cuando me giré me estaba mirando mal.

-Nos va a destrozar, no me dará tiempo ni a dar dos pasos.

-No exageres, es solo Alana.

-¿Y te parece poco? Yo solo espero que este pique que tenéis no sea uno plan tuyo para ligártela.

-¿Qué? No -Me separé.- Por dios, ¿como me va a gustar ella?

Nathan levantó las manos.

-Cosas peores se han visto, pero tranquilo. Ya sé que estás enamorado de mi -Se rió y fuimos a prepararnos. -Aunque el juego no sea así…vamos juntos hasta que solo quedemos nosotros dos ¿Ok? -Reí y acepté. Me daba igual, era solo un juego. Aunque al entrar no me pareció lo mismo.

Era una nave enorme con muchos escondrijos y luces led. Al entrar la puerta se cerró y Nathan pegó un grito. Sonó una cuenta a tras y el juego empezó. Iba cubriendo a Nathan mientras el intentaba buscar a Alana. Había unas teles enormes en las paredes donde te ponían el número de personas que quedaban. Mirábamos de vez en cuando y los números bajaban muy rápido.

-Esto no me gusta -Soltó Nathan y me miró.- Alana se lo está tomando en serio.

Volvimos a mirar y había tres personas menos.

-No puede ir tan rápido, es imposible…está en alto. Nos está observando.

-Chico listo, me lo creería si a mí prima no le gustase la acción.

-Ella solo quiere vernos comer el polvo Nathan.

Seguimos el juego hasta que solo quedamos los tres. Estaba todo en completo silencio y al final hasta yo me lo estaba tomando en serio. De repente vimos una luz y el chaleco de Nathan se apagó.

Miré desesperado la pantalla y el número dos estaba en rojo. Solo quedábamos ella y yo… Nathan echó un vistazo rápido y me miró.

-Tenias razón, está allí arriba -señaló una torre alta desde donde se veía una luz que pude esquivar a tiempo.- Suerte socio. -Dijo y se fue.

Decidí subir lo más rápido que pude aunque sabía que me había visto y que seguramente me estaría esperando. Cuando llegué estaba en la habitación desde donde había disparado y me miraba mientras apuntaba a mí chaleco.

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