𝐃𝐚𝐫𝐢𝐨
Cuando llegamos a casa Alana subió directamente a su habitación, yo hice lo mismo pero Nathan y Mia se quedaron en el salón hablando. Me costó conciliar el sueño y ellos no ayudaban mucho.
Tuve una pesadilla por la noche y ya me costó volver a pillar el sueño así que me bajé a entrenar al sótano. Encendí las luces y no pude evitar desviar la mirada hacia la zona de Alana. Sorprendentemente estaba muy ordenada, me acerqué a su mesa de herramientas para volver a ver sus fotos de niña. Tenía una que me encantaba en la qué salía con Nathan y su tío. Tenía el pelo en dos trencitas y le faltaba un diente.
Estuve hasta las diez de la mañana entrenando aunque descansaba de vez en cuando. Al ver a las chicas ya en la cocina decidí ir a desayunar y no pude evitar escuchar lo que Mia decía.-¿En serio vas a ir? -La rubia estaba apoyada en la encimera mientras veía a Alana haciendo el café. Parecía que ella tampoco había dormido mucho.
-Claro, era el trato. No voy a romperlo, es mi palabra.
-Es la de él.
-Aun mejor me lo pones.
Hice ruido y después entré en la cocina.
-Buenos días chicas.
-Hola. -Dijeron al unísono.
-¿Y Nathan?
-¿En serio lo preguntas? -Sonrió la pelinegra al mirarme.- Sigue dormido, como siempre.
Me reí y me senté con ellas a desayunar, era una de las primeras veces que no sentía que la casa estuviera vacía. Y yo solo.

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Siempre fuimos nosotros
De TodoDarío llega a una carrera ilegal a la que lo invitó su mejor amigo, allí conocerá a una piloto a la que detesta pero...nada es lo que parece.