Cap. 12

12 0 0
                                        

𝐀𝐥𝐚𝐧𝐚



-No podrías hacerlo ni aunque esto fuese a vida o muerte -Me dijo mirándome directamente a los ojos.

Me pilló por sorpresa pero no bajé la pistola. Lo observé durante décimas de segundo antes de volver a sus ojos. Llevaba el flequillo todo sudado por la frente y le quedaba horriblemente bien, iba vestido completamente de negro y con la pistola me hacía querer abrirme de piernas para él. Pero prefería ganar esto, demostrarles que era mejor que ellos.

-¿A qué viene eso?

-A que no puedes, igual que yo. Llevas evitándome todo el día desde el desayuno ¿Acaso te ofendió lo que te dije? -Se acercó a mí con tanta tranquilidad que lo odié.

-Oh claro que no, me encanta que gente que me cae mal me diga que me quiere mantener. -Dije sarcástica y me acerqué todavía con la pistola en la mano.

-¿Te caigo mal? -Asentí y él sonrió de lado.- Repítelo hasta que te lo creas si quieres.

Ese comentario me hizo hervir más mi sangre y apreté la pistola. Él me miró de arriba abajo.

-Oye, no estamos ahora en el juego. Relájate. -Me tendió su pistola y la cogí sin bajar la mía. -Vamos ¿No podemos hablar como las personas?

-No tengo nada que hablar contigo. -Bajé el arma y esa fue mi perdición.

En cuanto vio que la baje se acercó más a mí y yo retrocedí pegándome sin querer a la pared. Lo miré a los ojos nerviosa y él sonrió.

-No sé dónde aprendiste esto, y sé que es solo un juego. Pero serías letal si esa pistola fuera de verdad... vamos, suéltala.

La solté haciendo que callera al suelo cuando se pegó tanto a mí que podía sentir nuestras respiraciones juntas. Me miraba a los ojos y sentí que tocaba mi trenza.

Odiaba que me tocase el pelo. Iba a pegarle una patada en su entrepierna cuando abrió mis piernas y puso una de las suyas entre ellas para evitar que pudiera hacerlo. A veces parecía que me leía la mente.

Me intenté apartar pero no podía y en las condiciones en las que estaba tampoco podía hacer mucho. Al respirar sentí mi pecho contra el de él y noté que tan cerca estábamos.

-Darío aléjate.

-Ambos sabemos que no quieres que lo haga.

-Yo si quiero que lo hagas. -Lo miré.

-Vale, pero yo no. -Se acercó tanto que nuestros labios casi podían rozarse.

Empecé a respirar agitada inconscientemente. Él se dio cuenta y sonrió. Noté como sus dedos rozaban el lado exterior de una de mis rodillas y poco a poco escalaban suavemente hasta mis caderas.

-Tan preparada que te veías...tan sexy vestida así...no puedo evitarlo. -Impactó sus labios con los míos y yo me sorprendí.

Sus labios estaban extrañamente suaves, carnosos y besaba bien. Sin duda no era la primera vez que lo hacía y lo supe aún más cuando me pegó agarrando mi cintura a él.

Se notaba que deseaba ese beso pero yo no estaba allí para besuquearme con cualquiera.



Siempre fuimos nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora