Un enorme edificio se alzaba delante de mí. Era blanco con tonos dorados y circular, tenía siete torres que se alzaban a lo alto, en el medio del edificio entraba una intensa luz que salía del cielo como si le atravesara. El camino para llegar a la puerta principal era de mármol y a los lados corría el agua en dos canales, también había bonitos árboles plantados todo lo largo que era el camino. Todo eso le daba un aspecto majestuoso. El camino que llevaba a la puerta principal también estaba decorado con banderas de los escudos de los siete Clanes. Iba fijándome en cada uno de ellos, en lo diferentes que eran entre sí.
El emblema del Clan de los lobos blancos era una B dentro de un círculo que en su parte superior tenía una corona dibujada y en su parte inferior como una especie de enredaderas que rodeaban el circulo.
El escudo del Clan del Trueno era un círculo marrón que en su interior tenía el dibujo de un rayo de color azul y estaba bordeado de un color azul intenso.
El escudo de los hijos del Sol era un círculo con el ojo de ra, el símbolo del sol para los egipcios estaba sobre un fondo negro y el ojo estaba en un color blanco.
El del Clan de la Armada Blanca era un escudo de guerra, atravesado por una espada y dos calaveras de lobo que se miraban fijamente, en la parte de atrás del escudo de guerra le salían unas alas.
El emblema del Clan de los Lobos de Fuego era un lobo envuelto en llamas, con los ojos azules y rasgados.
El emblema del Clan de los lobos de la montaña hacia como una especie de espiral, cada parte de la espiral simulaba en color verde, la hierba de los bosques.
Y por último estaba el nuestro, el Escudo de Claro de Luna eran dos lobos colocados de forma lateral y se miraban paralelamente, estaban unidos por las colas y por una de las patas, en el espacio del centro había un círculo y en su interior se encontraba una media Luna.
Nada más pasar el emblema de nuestro Clan, nos encontramos la puerta principal y entramos. No nos dio tiempo a anunciar nuestra llegada, allí estaban esperándonos, los siete Sabios.
Uno de ellos se acercó a nosotros, tendría unos sesenta años, era bastante más joven que el resto y la ropa que llevaba también era diferente a los demás, llevaba la barba recortada, de un color grisáceo y su pelo también era gris, aunque parecía que el negro todavía se negaba en desaparecer en algunas zonas, llevaba puesta una chaqueta de cuero y era grande, pero no tan grande como el resto de los que se encontraban allí.
- Estábamos esperando vuestra llegada, hijo.
- Padre. -El hombre se acercó a Dante y le dio un abrazo, aunque el cuerpo de Dante se mantenía rígido y distante.
- Kyria... eres el vivo reflejo de Aisuru.
Me miraba fijamente, de una manera que me hacía sentir un poco incomoda, y yo tenía un sentimiento extraño hacia él, como si ya nos hubiéramos visto antes, como si nos conociéramos. Cuando menciono el nombre de Aisuru, sabía que estaba hablando de mi madre, pero no sabía que contestar, tampoco podía entender porque sabía mi nombre. Era consciente de que todo el mundo sabía de mi existencia por todo lo de la profecía, pero una cosa era saber eso y otra era saber mi nombre.
No podía decir nada, en ese momento estaba completamente petrificada, como si alguien me hubiera inmovilizado y no me dejara responder. Sabía que era una de las personas que había estado más cerca de mis padres cuando Vivian en el Claro de Luna, sabía que era alguien que había compartido muchos momentos con ellos, mucho antes de mi nacimiento y que los había acompañado a lo largo de su vida. Él los había conocido como yo nunca podría hacer en el caso de mi madre o recordar como ocurría con mi padre.

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Claro de Luna
FantasyHace 27 años el oráculo del Bosque de los Siete Sabios hablo por primera vez después de siglos en silencio: "La primera niña nacida en Luna Nueva no será una hija de la Luna, ella tendrá su magia y su magia será la Luz en la Oscuridad. El fin llegar...