CAPITULO 38

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El día se levantó gris, parecía que el tiempo se había puesto de acuerdo con lo que iba a suceder hoy.

Paseaba por la plaza, allí habían colocado en piras de paja los cuerpos de las personas que habían fallecido en combate. Por la tarde iban a hacer un funeral para todos ellos y después prenderían fuego a esas piras de paja para que los espíritus de las personas que habían muerto pudieran reunirse con sus seres queridos para toda la eternidad, esas eran sus creencias y sus tradiciones, cada vez que alguien moría quemaban su cuerpo con la esperanza de que su alma llegara al otro mundo.

El cuerpo de Edon junto con el de Markan se encontraba en el centro de todos ellos, como respeto a Los Sabios que habían perdido su vida en el combate. Pese a que había tenido la oportunidad de despedirme de él, todavía no podía hacerme a la idea de que el que fuera mi mentor durante tanto tiempo ya no estuviera entre nosotros.

-Siempre fue diferente al resto de nosotros y no solo por su ropa. -Filtiarn se situó a mi lado y señalo la chaqueta de cuero que llevaba Edon. -Cuando los Alfas dejan paso por su edad, nuestra prioridad es ayudar y aconsejar a quien viene detrás. Que ellos puedan usar nuestra sabiduría para que los Clanes progresen siempre hacia un futuro mejor. Pero Edon nunca fue así.

- Edon siempre miro por el bienestar de su Clan y de la gente que quería. -Me puse a la defensiva.

- No me malinterpretes Kyria. Edon fue y ha sido el Sabio más excepcional, jamás hemos tenido y es posible que nadie pueda siquiera hacer una pequeña sombra en lo que Edon significo para todos nosotros. -Hizo una breve pausa y me miro, cuando vio que mi cara se había relajado y que ya no estaba a la defensiva continuo. -Nosotros los sabios, nos recluimos a meditar, a dar ayuda cuando nos buscan, a custodiar armas y a transmitir mensajes. Él estaba muy por encima de todo eso, no hacía falta que le buscaran para conseguir ayuda, él ya estaba ayudando, aunque nadie lo supiera. Sus intenciones nunca fueron las de retirarse a meditar, si el dejo su puesto de Alfa para unirse a nosotros fue porque sabía que era necesario para la supervivencia de su hijo, tuya, de su Clan y de todos los Clanes.

- Edon siempre estuvo a mi lado y al lado de mi padre. Estuvo al lado de todos nosotros y ahora que por fin puedo recordarlo todo lo sé.

- Sacrifico toda su vida por nosotros, aunque le costara el rechazo de su hijo que era lo que más quería. Sus acciones consiguieron que su hijo fuera quien es ahora y que tú lograras el fin para el que estabas destinada.

- Nada de esto hubiera sido posible sin él. -Ambos nos callamos durante unos minutos. - ¿Y que pasara ahora? Vosotros también habéis perdido a dos de vuestros hombres.

- El puesto del Sabio del Clan Claro de Luna tiene un digno sucesor.

Le mire confundida sin saber a quién se refería exactamente. El sucesor tenía que ser un Alfa y Dante era demasiado joven como para ocupar su lugar.

-Tu padre.

- ¿Mi padre? -Le mire confundida.

- Alarick siempre fue el verdadero Alfa del Clan. Su lugar está a nuestro lado, no se me ocurre mejor persona para ocupar el vacío que ha dejado Edon. Y respecto a Markan... tarde o temprano todo volverá a su ser y su lugar será ocupado.

Pensaba en lo que había dicho Filtiarn, que mi padre se fuera con los sabios y formara parte de ellos para mi significaba volver a perderle. Ahora mismo nuestra relación no era la mejor y yo tenía que sanar mis heridas, pero que él se fuera para mi significaba volver a perderle, sabía que podría seguir viéndole, pero también sabía que no sería lo mismo.

Como si Filtiarn me hubiera leído el pensamiento hablo.

- Todo esto tiene que cambiar Kyria. Si algo nos ha enseñado lo que ha pasado o el miso Edon con sus actos es que no podemos recluirnos a esperar a que acudan a nosotros. Vosotros necesitáis nuestra ayuda y nosotros también necesitamos de vosotros, el camino tenemos que hacerlo juntos.

No necesitaba contestarle a eso ya me lo había dejado claro con sus palabras, pero si había una pregunta que rondaba mi mente y que quería hacer.

- ¿Y qué haremos ahora?

- Vivir Kyria, vivir.

La hora llego mucho más deprisa de lo que había pensado, allí en la plaza se encontraban todas las personas de todos los Clanes, incluidas las personas del Clan de Cancervero, que esperaban para dar el último adiós a sus seres queridos.

Por cada cuerpo había una antorcha, con ella prenderíamos las pilas de paja. Cada antorcha debía ser sujeta por la persona más cercana a quien había fallecido para ayudarle a emprender su viaje. Pude ver que todo el mundo estaba ahí, vi Atheneus junto a Filtiarn quien al verme hizo una extraña reverencia con la cabeza. También estaba Magnus, aunque todavía estaba un poco convaleciente. A nuestro lado estaban todas las personas que nos querían, Break, Esme, Gertru, Alarick...

Ya no había Clan bueno o Clan malo, en ese momento éramos un único Clan.

Al lado del Edon también se encontraba el cuerpo de Lucil.

- ¿Quién se encargará de ella? -Pregunto Esme.

Lucil no tenía a nadie, no tenía familiares, ni seres queridos, tampoco pertenecía a ningún Clan. Sus idas y venidas junto con su padre, el no tener sus lealtades claras con nadie le habían llevado a que estuviera completamente sola. Pero ella solamente había sido la ficha de un juego, la persona a la que Cancervero utilizo desde pequeña para conseguir información, haciéndola creer que eso lo hacía por amor hacia su padre y aprovechándose de su sentimiento de soledad. La había utilizado al igual que me había utilizado a mí, como lo había hecho con tantas y tantas personas. Recordé el momento en el que su propio padre acabo con ella, recordé como en sus últimos minutos sus ojos cambiaron dándose cuenta de la realidad, como me había ayudado dándome las claves para acabar con él. Lucil nunca había sido mala, solo había sido una víctima.

-Lo hare yo -Dije finalmente.

- ¿Tu? -Esme no se creía lo que acababa de decir.

- Fue ella quien me ayudo a acabar con todo esto, quien me dio las pistas de lo que tenía que hacer. Nunca fue mala, solo fue el peón en un juego que no la correspondía.

Cada persona cogió su antorcha y dimos un paso en frente, el fuego de todas ellas iluminaba la plaza, el silencio era sepulcral.

Dante avanzo con lágrimas en los ojos hacia su padre, llevaba la antorcha en alto.

-Adiós padre... sé que nunca te lo dije, pero me siento honrado de ser tu hijo. Cuida de madre igual que cuidaste de mí durante todos estos años, aunque nunca me lo dijiste. Que tu espíritu vuele alto, te quiero.

Con esas palabras prendió fuego a la pila de paja, mientras veía como poco a poco el cuerpo de su padre se envolvía en llamas.

Después hice lo mismo que Dante, me aproximé al cuerpo de Lucil con la antorcha en la mano.

- Que haya donde vayas puedas tener la paz y la felicidad que te impidieron tener en vida. Que tu espíritu vuele alto Lucil. -Me acerque a la pira de paja y pegue la antorcha, enseguida el fuego comenzó a expandirse envolviendo en llamas todo su cuerpo.

Agarre a Dante de la mano, juntos observábamos como poco a poco los cuerpos iban desapareciendo. Todas las personas empezaron una a una a hacer lo mismo que habíamos hecho nosotros. El cielo se tiño de humo y todos mirábamos como sus almas volaban y se perdían en el cielo.

Cuando todo pasó Dante se situó en el medio de la plaza. Miraba fijamente a todos y cada uno de los que estábamos allí.

- En una hora haremos una asamblea, podéis acudir todos, me da igual de que Clan seáis. Tenemos que hablar de lo que va a suceder a partir de ahora.

Claro de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora