CAPITULO 40

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- DANTE -

Estaba en una habitación oscura, me tenían sujeto con cadenas de plata por las manos y por los pies en una especie de cama y no podía moverme. La plata quemaba mi piel, esa sensación tan dolorosa y que conocía tan bien, intentaba moverme, pero era imposible, el dolor era insoportable. Intente hacer fuerza para liberarme de ellas, pero lo único que conseguía era que se aferraran más fuerte a mi piel.

La puerta de la habitación se abrió.

- Volvemos a encontrarnos.

Era Cancervero, pero no podía ser real, él estaba muerto yo mismo había ayudado en su muerte y le había visto desintegrarse hasta que lo único que quedaba de él era polvo, pero la imagen se sentía tan real, que estaba absolutamente confundido.

Cancervero llevaba sujeto con sus brazos a un hombre que llevaba la cara tapada con un saco de color negro. Cancervero empujo al hombre de malas maneras contra el suelo y en su mano llevaba el látigo con sus seis puntas de plata, ese látigo que podía reconocer en cualquier parte y que tan bien conocía mi piel. No tenía ni idea de donde lo había sacado, no le vi acercarse a ningún sitio a cogerlo, pero ahí estaba en sus manos.

- ¿Lo reconoces?

Intente soltarme otra vez, hacia toda la fuerza que podía, quería romper esas malditas cadenas que me sujetaban, pero era imposible, no podía. Cancervero miraba la situación divertido mientras se reía, después se acercó al hombre que estaba en el suelo y le quito la capucha. Era mi padre.

- ¡PADRE! -Grite su nombre, pero el no contesto.

Cancervero alzo el látigo sobre mi padre y "CHAS", "CHAS", "CHAS" ... Un latigazo tras otro caía sobre la espalda de mi padre, lo único que se podía escuchar eran sus gritos de dolor, de agonía, de auxilio...

- Hijo ayúdame, ayúdame por favor...

Intentaba moverme, soltarme, mis muñecas sangraban, pero aun así no podía... lágrimas de impotencia mezclada con el dolor de ver a mi padre recibir ese sufrimiento brotaban de mis ojos. Otra vez no, otra vez no por favor... no podía volver a verle morir sin poder hacer nada...

-Padre, no puedo moverme...

- ¡No dejes que me mate!

"CHAS", "CHAS", "CHAS", "CHAS" ...

Seguían sucediéndose uno tras otros sin parar, el cuerpo de mi padre parecía inerte, no estaba seguro de si había perdido el conocimiento.

- Padre... -Mis palabras salían ahogadas. -Aguanta por favor.

Mientras Cancervero seguía dando latigazos a mi padre levanto su vista y me miro, me brindo una de sus sarcásticas sonrisas antes de hablar.

- ¿Piensas hacer algo? ¿O vas a dejarle morir sin hacer nada una vez más?

Me desperté.

Todo había sido una pesadilla, una más de todas las que venían sucediéndose noche tras noche. Mi corazón estaba acelerado, empecé a sentir que me faltaba el aire, necesitaba salir de allí, necesitaba tomar el aire. Mire a Kyria, ella estaba completamente dormida a mi lado, sin enterarse de nada, era mejor así, ya había sufrido mucho y no quería que siguiera sufriendo por mí. Me levanté de la cama y la arrope, después le di un beso y me fui.

Me transformé en lobo y corrí por el bosque, en cuanto más corría menos pensaba en todo, menos vueltas les daba mi cabeza a la pesadilla que acababa de tener, a los sentimientos de culpa que tenía desde la perdida de mi madre y que ahora con la muerte de mi padre habían ido a más. Estuve corriendo durante horas, no sabía cuántas exactamente porque perdí la noción del tiempo. Me pare y volvía a transformarme en humano, me tumbe en el suelo y me puse a mirar las estrellas.

Claro de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora