Los primeros rayos de Sol calentaban mi cara, notaba unos brazos fuertes que sujetaban mi cuerpo y lo cargaban. Abrí un poco los ojos, aunque la verdad es que me costaba mucho abrirlos, tuve que parpadear un par de veces antes de abrirlos por completo, cuando finalmente estaban abiertos me costó acostumbrarme a la claridad de la luz del día. Los brazos que me sujetaban eran los de Dante y el me miraba fijamente mientras cargaba conmigo.
- Lo conseguiste lobita.
La boca de Dante se torció en una media sonrisa, que pese a que intentaba sonreír podía percibir lo derrotado que estaba por dentro.
- Lo conseguimos, todos nosotros. -Aprete mis brazos alrededor de su cuello para coger impulso y lo bese. - ¿Dónde me llevas?
- A casa, después de lo que hiciste esta noche necesita descansar, agotaste todas tus energías y no podría perdonarme si te pasara algo después de todo lo que hemos vivido.
- ¿Y tú dónde vas? -Le mire con el ceño fruncido.
- Te dejare en tu cabaña y yo volveré aquí. Tengo que ayudar a trasladar a todos los heridos y mover los cuerpos de los que han muerto.
- Yo también me quedo a ayudar.
- No. Tú te vas a casa.
Salte de sus brazos y me puse enfrente suya, estaba cansada de que siempre fueran otros los que decidían por mí y eligieran lo que ellos pensaban que sería mejor para mí. Era una mujer adulta, había conseguido derrotar a Cancerbero, había demostrado que era igual de fuerte que cualquiera de ellos y aunque Dante tenía razón y estaba agotada necesitaba ayudar. En ese momento me jure a mí misma que nunca más nadie iba a decidir por mí, seria yo quien decidiera lo que tenía que hacer en mi vida y cómo actuar.
- No. Yo no estoy herida Dante y aunque está agotada necesito quedarme aquí y ayudar a mi gente, aunque a ti no te parezca bien.
Dante no contesto, simplemente su cuerpo envolvió el mío en un abrazo de desesperación. Yo me acurruque en sus brazos, me deje envolver por su olor, por el contacto de su piel con la mía y lo que todo eso provocaba en mí, me relaje con los latidos de su corazón que sonaban al compás del mío.
- Cuando te vi tirada en el suelo, con esa maldita daga que atravesaba tu pecho... pensé que te había perdido para siempre.
Podía sentir el miedo que Dante había sentido en cada una de las palabras que decía. Conocía a Dante y sabia lo destrozado que estaba por dentro, acababa de perder a su padre y el miedo de poder perderme a mí también sabía que le volvía loco, por eso me mandaba a casa pensando que era lo mejor para mí, pero no se daba cuenta que lo mejor para él era que yo estuviera a su lado, pasar por todo esto juntos y que se apoyara en mí.
- Cuando te vi tirado en ese carro de madera también pensé que te había perdido. No te haces una idea de lo mal que lo pase cuando me enteré de que te habían retenido, podía sentir tu dolor como si fuera el mío. Nadie pudo retenerme en la Aldea tuve que ir a por ti... sabía que algo iba mal. -Las lágrimas empezaron a caer por mi mejilla -Fuiste muy tonto saltando a Cancervero estando así.
- No podía dejarte ahí. -Dante me seco las lágrimas con su mano. - Necesitaba hacer algo, aunque fuera mi último esfuerzo... pero tú, tu fuiste quien volvió a salvarme a mi otra vez.
- Como siempre has hecho tu conmigo. Nosotros nos salvamos mutuamente y no solo de manera física, nos hemos salvado de todas las formas posibles en las que puede salvarse a una persona. De todas formas, lo de mi sangre, no estaba segura de que funcionara, pero si tenía una mínima posibilidad de salvarte tenía que intentarlo.
- Pero lo hizo.
Dante puso su mano con mucha ternura sobre mi mejilla y yo me apoye en él, nuestro vinculo en ese momento era tan fuerte que se podía sentir desde lejos.
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Claro de Luna
FantasíaHace 27 años el oráculo del Bosque de los Siete Sabios hablo por primera vez después de siglos en silencio: "La primera niña nacida en Luna Nueva no será una hija de la Luna, ella tendrá su magia y su magia será la Luz en la Oscuridad. El fin llegar...