CAPITULO 10

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Los rayos del sol iluminaron la cueva.

- Despierta lobita, tenemos que irnos.

-No, no quiero...

- ¡Venga dormilona levanta! -Dante empezó a hacerme cosquillas.

- Vale, vale para ya, ya voy.

No podía parar de reírme, me cogió con sus grandes manos y se tumbó encima de mí. Me beso y le bese, no podía parar de besarlo, era como una droga y yo me estaba haciendo adicta de él y yo no quería parar. Le toqué el pecho y le apreté hacia mí, quería tenerlo lo más cerca posible de mi cuerpo, quería sentir su piel lo más pegada posible a la mía.

- Para lobita, para... o no poder contenerme.

Se levanto y me cogió en brazos, me pego contra las paredes de la cueva mientras me sujetaba y seguíamos besándonos. Me besaba como si yo fuera lo más especial y lo más bonito que él tenía.

- No sé qué me haces... me estas volviendo loco. -Podía notar como estaba igual de excitado que yo en ese momento. - Tenemos que parar amor, aunque me muera de ganas de hacer el amor contigo, este no es el lugar en el que me gustaría hacerlo la primera vez.

Puse cara triste y me bajé al suelo, aunque en ese momento no lo había pensado y me había dejado llevar por la excitación del momento y por la fuerte atracción que sentíamos el uno por el otro, tenía razón, esa cueva no era el lugar.

- Tienes razón, aunque no quiera admitirlo.

Cogimos nuestras cosas y salimos de la cueva abrazados, parecíamos dos adolescentes, Dante no paraba de sonreír y ambos bromeábamos y nos reíamos, me encantaba verlo así. Estaba acostumbrada a verle siempre tan serio y autoritario que todo eso era nuevo para mí.

- Me gusta verte sonreír.

- Que puedo decir, tú me haces sonreír.

Le volví a besar, estaba como en una especie de nube en ese momento, todo parecía un sueño y yo no quería despertar, pero el momento de felicidad desapareció, en ese instante Dante se detuvo, me hizo un gesto para que me callara.

- Creo que nos observan.

Le vi mirando a todas partes y justo en ese momento delante de nosotros salió un pequeño conejo que se metió entre las piernas de Dante y lo tiro al suelo.

- ¡Mierda! Todavía no estoy recuperado del todo, tenía que haberme dado cuenta. -Intento levantarse, pero le costaba.

- Ven yo te ayudo. -Le tendí mi mano para que le agarrara y tire de él. - ¿Estas bien?

- Me noto algo mareado, pero estoy bien, no te preocupes.

- No hace falta que te hagas el duro conmigo, yo también puedo cuidarte como haces tú.

Cogí su brazo y lo pase por mis hombros y yo le agarre de la cintura, seguimos andando así durante un rato y ya estábamos cerca de nuestras tierras.

- Sigo sintiendo que nos observan ¿Tu no notas nada?

No había notado nada la verdad, mire a mi alrededor, pero tampoco veía nada extraño.

- No.

Nos quedaba muy poco para llegar, apenas un metro nos separaba de nuestros límites. Pero ahora si lo había notado, era esa sensación que había tenido ya varias veces, volví a mirar hacia todas partes y lo volví a ver, allí estaban esos ojos amarillos observando en la oscuridad.

- Dante. - Se lo dije en un susurro.

Dante me miro y con la cabeza le señale donde se encontraba. Y por fin atravesamos los límites, estábamos en nuestro territorio.

Claro de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora