El Ataque

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El resto de los Caballeros comenzaron a recorrer aquel pasillo, no miraron hacia atrás, sabían que si lo llegaban a hacer, alguno de ellos seria capaz de regresar y ayudar a su compañero que había tomado la decisión de combatir solo.

Aquel pasillo a diferencia del recibidor se encontraba totalmente iluminado, las paredes de aquel lugar se encontraban cubiertas con papel tapiz en color rojo vino, algunas figurillas se lograban distinguir, pero en ese momento aquellos hombres no tenían el tiempo y deseo de saber que eran aquellos adornos.

De pronto, unos estruendos se comenzaron a escuchar, sabían de antemano que la batalla de Afrodita había comenzado.

No sabían el camino, no había nadie en aquellos pasillos que parecían un gran laberinto, solo se dedicaban a correr en círculos. Lo que mas llamaba la atención eran los cabellos largos de la mayoría de ellos danzar al compas del escaso viento que se originaba al correr.

Desde el balcón de las escaleras se podía distinguir una silueta. Este joven hombre de mirada azulada se encontraba degustando una manzana, entretenido con el espectáculo de aquellos hombres, corriendo como si se encontraran en un laberinto de ratas. Sus cabellos rubios cortos se encontraban alborotados, usaba un casco que solo se dedicaba a cubrir ambos lados de su rostro, adornada en el centro con una hermosa gema anaranjada la cual emitía un hermoso brillo. Aquella armadura era diferente a la de su compañero que en ese momento se encontraba peleando con Piscis. Sus piernas se encontraban totalmente cubiertas al igual que sus brazos y pecho dejando únicamente al descubierto parte de su abdomen. También había un fino cintillo del cual, colgaba una fina daga.

-¿Se divierten Caballeros?- les llamo mientras se sentaba en la orilla del barandal, aquellos hombres se detuvieron en ese momento, buscando el origen de aquella voz –Aquí arriba- comento divertido mientras tiraba al suelo el sobrante de aquella manzana –no suban…. yo bajo

Aquellos jóvenes miraron cuidadosamente a la persona que se encontraba frente a ellos, todos con la guardia en alto, cualquier movimiento desataría la batalla

-¿No saben hablar?- pregunto burlón mientras reía –nunca pensé que Athena tendría a su servicio a unos retrasados mentales como guardianes

-¿Quién eres?- le pregunto Aioros soportando la ira ante aquel comentario claramente ofensivo –No volveré a preguntar

-Ya cálmate, tranquilo- le respondió mientras se limpiaba algunas lagrimillas de sus ojos –tranquilízate alitas

-¿Qué?- respondió Sagitario claramente furioso

-Tranquilízate Aioros- le recomendó Camus mientras se acercaba a su compañero

-¿De verdad?- se volvió a inmiscuir aquel sujeto -¿Tu nombre es Aioros?- volvió a soltarse en risas mientras la ira de Sagitario aumentaba

-Escúchame imbécil- le llamo Sagitario, provocando que las risas de aquel hombre cesaran y la mirada de sus compañeros se posara en su persona -¿vas a dejarnos pasar o no?

-No- respondió sínicamente –no puedo hacerlo angelito, porque… no puedo y no quiero

-Ustedes- ordeno –se van por Athena, yo me quedo con este- término de hablar

-¿Quién te crees para dar ordenes?- le pregunto aquel guerrero –Yo tengo aquí el mando y mientras no lo quiera, no va a desaparecer el laberinto

-A menos que seas un cobarde- respondió de la misma manera Aioros –eres un poco hombre que se esconde detrás de aquella falsa careta, por eso no puedes pelear sin hacer uso…. De tus trucos

-¿Me estas retando?- le pregunto

-Valla, parece que el buen humor se te ha esfumado- le siguió tentando Aioros mientras se cruzaba de brazos –pero bueno… que se esperaba de los que están bajo el mando de Apolo

De chica a DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora