Bonus especial: El dia que Athena bajo

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Hacia mucho tiempo, cuando la tierra era joven y buena y noble. Cuando en el cielo azul se mostraba el sol, tan bondadoso y cálido. Cuando el manto de la noche era adornado con estrellas y la luna iluminaba el claro con aquella pálida luz. Los dioses vieron que era bueno, que era hermoso y les encanto. Hicieron los animales que habitarían allí, crearon las aves que los deleitarían con varias tonadas de canciones dichosas para sus oídos. Pero aun faltaba algo, aquellos a quienes les heredarían la tierra sagrada que habían re-creado.

Así que Zeus, después de recomponer la tierra que habían creado los Titanes mando a crear en arcilla a los humanos. Poco a poco fueron esparcidos alrededor del mundo. La única condición que les habían impuesto a los humanos era la adoración. Ellos, como seres creados por dioses, tenían que adorar y elevar oraciones a ellos, quienes los habían creado. Así que cada vez que tuvieran un problema, que cosecharan en abundancia, que se sintieran feliz deberían de elevar adoraciones a ellos. Por esa razón, los humanos comenzaron a crear templos y casas de oraciones para ellos.

Los guerreros entrenados en la guerra adoraban a Ares, el conocimiento de la medicina era de parte de Asclepio, Zeus les brindaba protección y Poseidón era el encargado de calmar los mares para poder pescar, incluso Hades tenia sus plegarias, pues las joyas y cosechas provenían de debajo de la tierra; que era donde se encontraban sus dominios.

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-Es tan estúpido- comento una hermosa mujer de cabellos rubios que bien podían ser confundidos con los mismos rayos del sol, sus ojos parecían dos pedazos del cielo. Su piel era como la porcelana y su figura era delicada -¿No lo crees así Deméter? Digo…. ¿Quién en su sano juicio trataría de escapar de uno de nuestros jabalines?- comento burlonamente mientras estallaba en risas

-Pues es aburrido- comento cansadamente la joven diosa de la fertilidad, esta se distraía agitando el vino que se encontraba en su copa. Sus cabellos rubios cenizos caían en cascada sobre sus hombros. Era bella, aunque no tanto como la joven con quien mantenían la platica –Afrodita debemos de hacer otra cosa, algo mas… interesante- miro a la joven diosa del amor con sus ojos color escarlata brillante

-¿Qué es lo que sugieres?- pregunto la rubia a su compañera –ya me canse de las fiestas que hace Dionisio

-¿Quieres bajar a la tierra?- pregunto Deméter –será divertido ver a los humanos comportarse delate de nosotras

-Saben bien nuestro padre y tu hermano no ve con buenos ojos que bajemos a la tierra, no debemos de interactuar con criaturas tan insignificantes

-Ya llego la hija favorita- susurro Afrodita a Deméter quien solo atino a reirce a carcajada melodiosa -¿Qué quieres Athena?

-Solo vine a buscarlas, la cena ya esta servida- comento la joven diosa

Después de dar aviso se retiro de inmediato. El vestido que llevaba puesto era de un hermoso blanco que resplandecía como la luz de la luna. Sus ojos eran de un hermoso color chocolate que destilaban seguridad e inteligencia. Sus cabellos chocolate claro y largos caían como cascada sobre su espalda y hombros, llenos de brillo y sedosidad a simple vista. Su figura era alta, era delicada y esbelta. Poseía una gran belleza la cual la hacia competir con la diosa del amor. Digna diosa de la sabiduría, de la artesanía y de la estrategia de la guerra. Cualidades otorgadas por su padre Zeus, el padre de todo. La hija favorita de él y eso ella lo sabia, y lo sabia muy bien.

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-¿De verdad?- pregunto Hestia, pues no creía las palabras de la joven diosa

De chica a DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora