Capítulo 24

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Black Chandelier - Biffy Clyro

You left my heart like an abandoned car.
Old and worn and no use at all,
But I used to be free.

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Rosé presionó la puerta giratoria de su librería favorita, en el segundo piso del edificio antiguo había un café clandestino que adoraba. Muebles pintorescos, floreros sobre repisas y paredes de madera que le daban un toque rústico al lugar. Incluso desde abajo el olor del café inundaba sus fosas nasales.

Avanzó al interior, sonriendole a John, el encargado de turno. La rubia no es que gozara de tanto tiempo a su disposición para leer todos los días, pero de vez en cuando se pasaba por el sitio y compraba uno que otro libro por costumbre. Los podía engullir a veces los fines de semana cuando estaba sola y sin ocupaciones.

—Hola, John. ¿Irene ya llegó?

—Hola, Rosé. Sí, está arriba.

Una última sonrisa amable y la rubia estaba subiendo las escaleras en caracol que crujían peligrosamente con cada paso. Era un edificio viejo y se notaba en la estructura, pero también había sufrido de varias remodelaciones a lo largo de los años. Así que estaba segura que no le caería encima.

Cuando ingresó al área de la cafetería, la familiaridad la llenó de paz, un sentimiento que no tenía desde hace semanas en la última vez que había hablado con Jisoo.

La situación estaba de lo más extraña entre ambas, tuvo un patético intento de disculpa sobre las cosas que había dicho pero el animalito del orgullo impedía que de su boca saliera palabra alguna. Ambas se habían extralimitado, llevaban días diciendose comentarios pasivo-agresivo pero desde luego nunca como esa vez.

Tuvieron que seguir ensayando juntas, y en las coreografías que compartían apenas soportaban tener contacto. Era como si el toque quemara cada vez que rozaban sus pieles. El olor de la otra era insoportable y no porque fuera desagradable, sino porque era un baile de endorfina y serotonina incontrolable para sus cuerpos.

Alexandra trató en vano de que la guerra fría terminara, la pareja sabía que estaban arrastrandola con ellas y no deseaban ponerla incómoda, pero ya habían pasado una línea y ninguna estaba dispuesta a dar el brazo a torcer. Así que básicamente lo ignoraban.

Rosé se acercó con una sonrisa sincera a su amiga, ahora tenía el cabello castaño un poco más claro y definitivamente los 29 le quedaban como anillo al dedo porque se veía increible.

—Dios, te extrañé demasiado. —Fue lo primero que dijo la rubia antes de darle un abrazo apretado.

Irene vivía en Los Ángeles junto a su esposa, y cada vez que Rosé se daba cuenta que sus dos mejores amigas estaban casadas y en un plano completamente diferente al suyo era un sentimiento extraño.

No creía en el matrimonio, suficiente se habían cagados sus padres en el término. Pero se alegraba de que ambas compartieran su vida con las mismas personas de siempre.

—Nunca me voy a acostumbrar a tenerte lejos. —Irene le apretó la mano con la misma sonrisa.

Dahyun vivía en NYC con Momo, quien era una cirujana plástica famosa y siempre podía verlas con regularidad. Pero a Irene solo la veía un par de veces al año.

—Ni me lo digas. —Alzó la mano para pedir un café y empezar a ponerse al día.— ¿Cómo estás? ¿Cómo está Seulgi? Siento que no te veo desde hace años.

Rubia Sol (TERCER LIBRO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora