Perdón.

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POV SAMANTA

La puerta se abrió a las once de la noche.

No había sabido nada de ella en todo el día, le había llamado un par de veces pero no me había cogido las llamadas. Quise probarlo con Jaime, pero no me atreví. Era la primera vez desde que conocía a Jessica que no sabía qué me iba a encontrar, sabía que esa faceta de ella que solo yo veía, no iba a estar presente. Al final no solo me la había saltado a ella como jefa, sino que no había confiado lo suficiente en casa como para contárselo.

No me arrepentía, estaba convencida que las cosas las haría de nuevo igual, pero de otra manera quizás... Me gustaría pensar que contaría con ella.

Apareció por el salón, imaginando que estaría allí dado que era la única habitación de la casa con luz, con su maletín en el hombro y una carpeta entre sus manos.

—Hola...

—Hola —contestó dejando todo menos la carpeta—. Voy a ver a ver la niña.

—Vale. Tienes cena preparada.

Me levanté yo misma a calentársela cuando entraba en silencio en la habitación de Martina. Sabía de sobra que la acariciaría con cuidado y tras dejarla un beso, la dejaría dormir. Apareció muy poco tiempo después en la cocina, justo cuando el sonido del microondas indicaba que el plato ya estaba caliente y que había dejado de dar vueltas.

—Ten.

Pescado con un par de tomates. Con los años descubrí que una de las mejores maneras de contentar a Jessica, era con comida.

—¿Estás enfadada?

—Sí —contestó partiendo el pescado—. Me lo tenías que haber contado.

—Lo sé... Lo siento. Solo quería investigar a fondo para tener algo concluyente, no quería ir sin nada y perder el tiempo. Bastante se habían reído de esa pobre mujer como para encima que se presentara una patrulla de a saber qué comisaría para seguir riéndose.

No contestó y el silencio que se produjo en la cocina fue devastador, no me gustaba nada. Hasta que me señaló la carpeta que había traído entre las manos, indicándome que la abría y lo leyera. Era una lista de lo que parecía unas cuentas bancarias. Según los criterios de búsqueda eran de hacía veinte años en adelante.

—¿Qué es esto?

—Absolutamente todos los movimientos del ministro de transporte y movilidad que ha tenido en toda su vida.

—Pensaba que no querías seguir investigando.

Me miró tomando aire, dejando a un lado la comida y mirándome firmemente.

—Una parte de mi no quiere porque sé lo que esta gente es capaz de hacer. Pero la otra sí, y mucho más desde que has averiguado todo aquello. Pero tienes que hacerlo bien, Sam, no puedes exponerte así cuando tienes delante a, posiblemente, las personas más importantes e influyentes del país.

—Pero, ¿has encontrado una coincidencia?

—No. He investigado al ministro porque era lo que tenía que hacer. Tiene unos pagos hace doce años que no me cuadran, no sé dónde cojones va a parar ese dinero pero estoy convencida que son los mismos que le llevan a quién sea que pagó para quedarse con el niño.

—¿Qué piensas de todo esto?

—Pienso que hace diez años, los ricos del país que por lo que sea, no tuvieron hijos biológicos; pagaron cantidades ingentes de dinero con el fin de que a las familias más pobres se los quitaran haciéndoles creer que estaban muertos.

Miradas de inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora