POV SAMANTA
—¡Ya me darás la razón, ya!
Le hice una peineta a Diana a cambio de aquello.
Estábamos todo el equipo completo en nuestra planta, cada uno con una tarea diferente que había repartido a primera hora del día, nada más iniciar nuestra jornada laboral. En mi caso, revisar las incidencias de las patrullas a pie de calle era mi tarea. Por lo general, el día estaba bastante tranquilo. Ninguno de los cinco teníamos una tarea que nos hiciera sufrir o pedir ayuda en exceso.
No fue hasta las diez y media que el revuelo comenzó a llegarnos. No me hizo falta siquiera preguntar qué pasaba, sabía perfectamente qué iba a ocurrir a las once cuatro plantas más arriba. Lo que desde luego no tenía la menor idea de lo que iba a pasar, es de lo que ocurrió cinco minutos después de que el rumor nos llegara.
Jessica Jenkins estaba en la central.
Eso lo sabía. Tenía una reunión a las once de la mañana con Jaime para la entrega oficial del caso de Rodrigo Coll. Esto lo sabía yo, nadie más.
El run run fue de boca en boca, imaginaba, que con cada paso que daba. Pensaba que iría directamente a hablar con su amigo como así me había contado la noche anterior, quería hablar con él de una vez por todas. Sin embargo, eso no ocurrió. Pues, justo cuando Diana se apoyaba en mi mesa para hablar un rato tras traerme un café, cuando yo me dejaba caer sobre la silla para darnos unos minutos de descanso; la aparición estelar de mi mujer opacó cualquier atisbo de productividad.
A lo lejos, con sus gafas de sol en la cabeza, su móvil en una mano y una pequeña carpeta en la otra; la pistola colgada de su sobaquera, la placa del cinturón y lo que inevitablemente todo el mundo observó. Era ella en su conjunto, sí, como siempre pasaba; pero es que ese día, había decidido ponerse una de esas camisetas estrechas, muy estrechas, a juego con un pantalón que no dejaba nada a la imaginación sobre el gran poder de sus piernas. Jessica, por las razones que ella creyera oportunas, decidió que tenía que llamar la atención con su físico; y si a eso le sumábamos su ya de por sí imponente presencia, era imposible no girarte para contemplarla.
—Por ella me haría lesbiana —susurró Diana apartándose justo antes de que Jessica llegara a mi mesa.
Agarré un folio, le hice una pelota y se lo tiré a mi compañera que ya saludaba a mi mujer con el saludo oficial. Lo único que pude contemplar, antes de mirar definitivamente a Jessica, fue a Rocío agachar la cabeza y seguir con su tarea.
Entonces entendí a mi mujer.
—Hola.
—Hola. —Sonreí recibiendo un beso—. ¿Te parece apropiado el espectáculo que estás dando?
—¿Qué? —preguntó apoyándose en mi mesa, de espaldas a todos los demás.
—¿Tú te has visto? ¡A trabajar todos ya! —grité viendo que mis compañeros seguían mirándola—. ¿A quién pretendes provocar?
—A ti.
Sonreí levantándome, agarrando su mano y llevándola a la sala para hablar sin tener que preocuparme por nadie.
—¿No te gusta?
Lo preguntó cuando todavía cerraba la puerta; y una vez que lo hice, apoyada en ella, la observé una vez más.
—Esa es la cara que buscaba...
—¿Todo esto lo has hecho por mí? —Asintió con la cabeza acercándome a ella—. Dime que esto no tiene nada que ver con Rocío.
—Podría ser.
—Jess...
—Nunca he usado mi cuerpo para sentirme por encima de alguien físicamente. Déjame que hoy sea, el primer y el último día que lo haga.
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Miradas de inocencia.
Fiksi UmumJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.