Periodismo.

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POV JESSICA

—Recapitulando, señores —dije elevando mi voz por encima del resto—. De la atención sanitaria de los participantes se hará cargo Protección Civil, del control del tráfico la Policía Municipal, del recorrido de la manifestación seremos nosotros y, finalmente, contaremos con apoyo de la Guardia Civil para tráfico y manifestantes. ¿Alguna pregunta?

—¿Incidentes?

—Nosotros —respondí—. Si se lía, nosotros somos los últimos, ¿de acuerdo? La Guardia Civil solo es un apoyo, no tiene jurisdicción.

—De acuerdo.

—Creo que es buena idea una dirección de los que acudan, que se organicen, dentro de nuestros límites, entre ellos.

—¿En el campo?

—Sí. Al final por mucho que nosotros digamos qué hacer, lo ven mejor los que están abajo.

—Vale. Pues si quiere, inspectora, le mandamos por email los nombres y entre ellos que se pongan de acuerdo.

—Perfecto. —Asentí cerrando la carpeta—. Pues eso ha sido todo. Esperemos que no haya problemas aunque sea multitudinaria.

—Esperemos —dijeron al unísono.

Tras despedirme y esperar que salieran de la sala todos los altos cargos de los organismos estatales de seguridad, fui en busca de mi secretaria, que me esperaba con un café sabiendo que iría hacia su mesa.

—Te he puesto la reunión con el juez a las tres. —Asentí apoyándome en la mesa, al lado de ella—. Tienes en media hora la de la periodista y una rueda de prensa a la una.

—¿La rueda de prensa...?

—Por lo del incendio en las oficinas.

—Es verdad. Para decir que estamos investigando aunque sabemos que fue intencionado pero que no podemos hacer nada.

—Ya sabes como es esto. —Sonrió mi secretaría—. ¿Necesitas algo más?

Negué mirando la taza de café, pensando continuamente en la discusión que había tenido con Samanta.

—¿Mi mujer ha venido?

—En lo que yo he estado aquí, no. ¿Necesitas que la llame?

—No, no... Da igual. Gracias, Victoria.

Entré en mi despacho con la única intención de encerrarme en él hasta que Lucía llegara. Revisé en la bandeja de entrada los tres emails que tenía donde me solicitaban ayuda para un caso, mandaría a algún inspector; otro en el que me contaba que el organigrama de un sicario había caído por completo, y el último, donde me ponían al día sobre la investigación contra Agustín; lo teníamos todo cerrado. Después de meses, por fin podía reunirme con el juez y mandarle a la cárcel de una vez. Me encantaba dar por finalizado casos así, contra alguien que todo el país conocía, alguien que se creía por encima de todo el mundo... Alguien como Agustín y como el ministro.

Pensando en ello y viendo que apenas quedaban minutos para la llegada de Lucía; le pedí a Victoria que me imprimiera todos los papeles y los clasificara, ni siquiera me hizo falta explicarle cómo porque ella ya sabía cómo los quería. Saqué mi teléfono y le mandé un mensaje a Samanta:

Tengo una reunión con Lucía ahora, durará un par de horas. Sube cuando tengas un hueco, a la una tengo una rueda de prensa, me gustaría que fuera antes. Es oficial y a la vez no. Ya me entiendes.

Me leyó casi de inmediato, pero no tuve respuesta.

Estaba enfadada y lo sabía.

Esperé a Lucía unos diez minutos más que aproveché para mirar por la ventana hacia las calles de la ciudad, aquella gran avenida por la que no dejaban de pasar coches ni aunque fuera la una de la madrugada.

Miradas de inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora