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POV JESSICA

El piso estaba completamente revolucionado. Beth se había incomunicado totalmente del resto, se había puesto unos auriculares más grandes que su cabeza y había empezado a teclear como una loca; rebuscando en la papelera de los ordenadores del equipo de Coll a los que teníamos acceso, recuperando informes, papeles, audios... Todo lo que nos sirviera. Me había pedido aislarse hasta que encontrara algo.

Y el resto del equipo estaba con la basura física. Dos de ellos habían traído cuatro bolsas de basura, pidiéndome permiso también para darse una ducha tras rebuscar en el interior de los contenedores todo lo que habían rescatado. Eran papeles, triturados en pequeñas piezas. Nos costaría muchísimas horas reconstruir una pequeña parte de un informe, pero merecía la pena, estaba muy convencida de que ahí, entre todo ese popurrí, encontraríamos toda la información que buscábamos.

En cuánto a mí, buscaba en mi ordenador el pasado concreto de mi suegro. Seguía obcecada en él, necesitaba encontrar algo, aunque fuera menos importante que Rodrigo Coll, para mí era casi más... Al final sentía que mi propio matrimonio dependía de lo que encontrase. Tenía la deuda que habíamos encontrado, solo necesitaba dar con quien les había prestado el dinero. Para ello me situé en el último negocio que había intentado abrir, el lavadero. Había apostado treinta mil euros para abrir el negocio, cerrado con unas pérdidas por más de cincuenta mil. Muy mal lo tenían que haber hecho como para que fuera tan mal; hasta que recordé que el bar en el que lo detuvimos se mantenía gracias a una tapadera y gracias a la droga de uno de sus subordinados. Tampoco dudaba que sus nuevas apuestas de negocio tuvieran el mismo objetivo, pero no se le había dado tan bien como aquella vez.

Si debía tanto dinero y necesitaba entregarlo, tenía claro que no provenía de un banco; así que sabiendo en qué ciudad lo habían abierto, busqué a quién podían haberle pedido dinero. Solo di con un posible candidato, dado que el resto de opciones me parecían demasiado legales para tres tipos que acababan de salir de la cárcel.

—Carballo —dije provocando que levantara su cabeza, con un solo movimiento con la mano conseguí que se acercara a mi mesa—. Necesito que vayas aquí —ordené dándole una dirección—. No es un un buen tipo, pero tienes que conseguir que me diga si dio dinero a mi suegro para su negocio.

—Hecho.

—Gracias.

Me guiñó un ojo, fue a coger sus cosas y se marchó; siendo el único de todos nosotros que tenía permiso para abandonar el piso.

Me levanté estirando mi espalda, viendo que todos estaban trabajando me separé de ellos un segundo. Necesitaba pensar o darme un respiro. Fui hacia una de las ventanas, las cuales, por seguridad, teníamos casi siempre bajadas; fue entonces cuando levanté una de ellas para poder mirar por la ventana. Saqué incluso mi teléfono una vez que me apoyé en la cornisa, viendo mi fondo de pantalla y sabiendo que con marcar un solo número, podía llamar a Samanta.

—Jefa.

Bloqueé el móvil y con ello cualquier intención de llamarla, viendo a Beth ofreciéndome una carpeta con un montón de folios dentro.

—Después de esto me gustaría pedirte un par de días libres.

Abrí la carpeta dándome cuenta enseguida de qué era. Miré a Beth, quién me asintió con una sonrisa. Tenía entre mis manos emails, registro de llamadas, números de cuentas bancarias, movimiento de dinero, pagos... Absolutamente todos los registros ocultos a los que jamás habríamos tenido acceso si hubiera hecho aquella investigación en la policía.

—Solo hay un problema...

—Que todo esto está en el ordenador de Amadeo y no incrimina para nada a Coll —asumí viendo que Beth movía la cabeza afirmativamente—. Da igual, esto es muy gordo.

Miradas de inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora