POV SAMANTA
—Es mi madre —dije mirando alternativamente a mi móvil y a Jessica.
—No es el momento, Sam.
—Lo sé, pero... No tardo, te lo prometo—. Apretó la mandíbula dándome a entender que no estaba conforme con mi decisión—. Hola, mamá, me pillas en muy mal momento.
—Perdona hija, ¿estás bien?
—Sí, es solo que... Me pillas trabajando, la verdad. No puedo hablar mucho.
—Seré breve entonces. Quiero presentártelo.
—¿A quién? ¿A tu novio?
—Sí... Es justo y quiero que de una vez sepas a quién he metido en casa.
—Vale, como quieras... Me pasaré...
—¿Puede ser hoy?
—¿Hoy? —pregunté mirando a Jessica, pero ella estaba concentrada en lo que debía—. No sé si quiera si...
—Por favor, hija.
Suspiré sabiendo que tenía que colgar, no era el momento para tener esa conversación. Pero tampoco me hacía gracia que aquello lo habláramos así.
—Está bien. Luego me paso.
—Gracias, hija. Te quiero.
—Y yo, mamá. Te tengo que colgar, ¿vale? Luego nos vemos. —Colgué mirando a mi mujer—. Quiere que conozca a su novio, ¿puedes encargarte de la niña luego?
—Sí, pero ahora, por favor, concéntrate.
Era lo que tenía que hacer, por el bien de mi propia seguridad. Además que nos habían llamado para eso, era mi trabajo.
Más de diez mil metros cuadrados de superficie, un pabellón que acogía, ni más ni menos que más de siete mil personas que disfrutaban de las exposiciones ofrecidas que publicitaban cada rincón del país en diversos idiomas. Una propaganda a gran escala a ojos de los mayores representantes políticos del continente.
Un equipo formado por más de cien agentes de seguridad repartidos en todo el establecimiento, de todos los diferentes cuerpos del país y absolutamente todos de paisano. También había uniformados, pero ellos estaban para establecer el orden; nosotros éramos los que teníamos que vigilar a una persona en concreto.
La reunión el día anterior había durado más de una hora, no nos gustaba, a ninguna de las dos, haber llegado a casa cuando Martina estaba dormida ya. Habían sido muy específicos en la descripción. La amenaza era muy real y teníamos que tener los cinco sentidos puestos.
Paseábamos despacio entre la marabunta de gente, mirando cada cara, cada rasgo, cada vestimenta... Comparándolo mentalmente con lo que teníamos en mente; nos lo habíamos grabado a fuego.
Estaba allí y no podíamos acabar el día sin su detención. Era algo que la misma seguridad del presidente nos había dejado claro.
Trabajar codo con codo con Jessica, aunque fuera por un día, me reconfortaba como siempre había pensado. Durante mucho tiempo había soñado con patrullar con ella, cerrar casos, aprender de su inteligencia... Algo completamente frustrado casi de inmediato en cuanto comprendimos que nuestra vida personal se iría a la mierda.
—Todavía recuerdo la primera vez que hicimos esto juntas.
Conseguí que sonriera. En nuestro primer caso, la primera vez que nos conocimos en persona. Habría cosas que nunca se me podrían olvidar, y esa era una de ellas. Los escasos cuatro días que coincidimos en mi antigua comisaría, los llevaría conmigo siempre en mi cabeza.
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Miradas de inocencia.
Ficción GeneralJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.