POV SAMANTA
Vi a Lucía salir por la puerta de la central cuando volvíamos Diana y yo de tomarnos un café en la cafetería que teníamos enfrente. La reunión había acabado y no es que tuviese mucho tiempo antes de la rueda de prensa que tenía Jessica. Volví a leer su mensaje, sabiendo perfectamente para qué me quería en su despacho.
Nadie había venido a recoger la información del caso de Maria Dolores. Quería que se lo subiera yo, que claudicara, que me rindiera. Y lo peor es que las dos sabíamos que lo acabaría haciendo. Habían muchos factores implicados en esa decisión, pero una por encima de cualquiera, era una orden y, me gustara o no, tenía que acatarla.
—Voy a entregar la información de María Dolores.
—¿A los de arriba? —Asentí—. Haces bien, Sammy. Te dije que era el momento. Les toca a ellos.
Porque verdaderamente era así.
No me tocaba a mí involucrarme en ello, a Jessica sí. Llevaba meses en aquella planta porque así lo había decidido. Pensando en mi hija y en nuestro bienestar, decidí hacerme a un lado de persecuciones, gente con pistolas y todo lo que rodeaba estar en la calle. Yo no había vuelto a ser la misma desde mi secuestro, y la decisión de no hacerme cargo ni de ese caso ni de ninguno, había sido mía muchos meses atrás.
Por eso tampoco era justo lo que estaba haciendo con Jessica. Pero me molestaba y siempre lo había hecho.
Ella podía ponerse en peligro, podía salir sola a combatir a los malos sin pensar en lo mal que yo podría pasarlo si la perdiera. Ella podía hacer lo que quisiera, pero yo no.
Claro que... Ella era quién era, yo no.
Quizás ese también era el problema.
Entre unas cosas y otras había arrastrado a Jessica a estar encerrada en aquel despacho. Primero dejando de viajar y luego ascendiendo; sabiendo que echaba de menos la calle, que ella quería correr, sentir adrenalina, ir tras los malos... No quedarse allí sentada dando la orden sobre a quién detener. Era cierto que Jessica no era una jefa común, le encantaba salir y pasearse, hablar en persona con quien tuviera que hacerlo, bajar al barro, ayudar... Pero en el fondo no le bastaba, y yo lo sabía.
Al final, la decisión de apartarme de lo que más añoraba Jessica, fue mía; pero la suya, no había sido del todo voluntaria. Y aunque nunca me lo había dicho, las dos sabíamos que la realidad era así. Jessica echaba de menos su anterior vida, y contra eso no podíamos discutir.
Quizás por eso se planteaba la absurda idea de dejar el cuerpo.
Absurda.
Haría lo que fuera por quitársela de la cabeza.
Abrí la puerta tras dar dos golpes con los nudillos, después de saludar a Victoria y sin esperar una orden que indicara que podía entrar.
—Cierra.
Lo dijo levantándose de su silla, completamente seria y andando para situarse por delante de su mesa.
—Es todo lo que conseguí del caso.
Asintió dejando la carpeta sobre su mesa. Después lo leería.
—Le voy a pedir a mi padre que se lleve a Martina al pueblo, y quiero hacerlo desde aquí, con discreción.
Me agarró la mano impidiendo que me fuera, porque una parte de mí lo habría hecho. No quería hablar de eso otra vez, pero lo haría.
Nos sentamos en el sofá, cerca, rompiendo las barreras. Jessica quería que entendiera que esa conversación era entre nosotras, como matrimonio, que quería arreglar las cosas, que estaba cansada de esa situación... Éramos simplemente ella y yo.
ESTÁS LEYENDO
Miradas de inocencia.
General FictionJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.