El equipo.

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POV JESSICA

Tras dar las órdenes, me apoyé en la mesa donde tenía una visión global de los esquemas que había en la falsa pared de cristal sobre ambos casos.

Los bebés robados. Teníamos en seguimiento continuo a Gerardo Galiano, psicólogo que había atendido en algunos casos de la lista que Samanta, en su día, había investigado. No le habíamos detenido ni nada por el estilo, estaba convencida que no sabía que le teníamos controlado. Pero sabíamos cuándo comía, respiraba e incluso cuando se saltaba un semáforo conduciendo. Por otro lado, Miguel Santiago, el trabajador del estado, concretamente de los servicios sociales. De la misma forma que Gerardo, le teníamos vigilado. Ninguno de ellos podía hacer algo sin que yo lo supiera; aparentando llevar una vida normal, sino fuera porque, gracias a ellos dos, habíamos dado con varias cosas de las que pudimos tirar.

Meses atrás decidí empezar por ellos dos, si trabajaban juntos para la misma red, en algún momento cazaríamos ese movimiento en común. Y así fue. Una cuenta bancaria. Los dos recibían pagos aleatorios de la misma cuenta bancaria. Descubrimos que se trataba de una sociedad con sede fiscal en los Países Bajos, abierta en el 2002 y cerrada en el 2015. Eso no quería decir que la red dejara de robar niños; pero podía indicar que el comienzo de todo estaba cuando se creó. No teníamos pruebas de que esa cuenta tuviera algo que ver, pero no me hacían falta, lo sabía, ya las conseguiríamos. Investigamos a fondo esa sociedad, porque por supuesto tenía una estructura. Gerardo y Miguel eran meros accionistas; pero yo quería el nombre del presidente, el director o lo que fuese. Y lo obtuvimos, ya lo creo que dimos con la organización. Todavía recuerdo cómo celebramos en su día ese descubrimiento. Teníamos una lista de seis nombres más que recibían pagos de esa misma sociedad, esa misma cuenta bancaria unía a esas seis nuevas personas con Miguel y Gerardo; por ende, también a nuestro caso. Así que investiguemos una por una a esas seis personas: Nicolás, Brais, Beñat, Adrián, Ibrahim y Bernabé. Y lo mejor de todo es que tres de ellos aparecían en la lista de Samanta. No eran los casos más sonados, pero me daba igual, estaban allí.

Brais Oviedo tenía un hijo de quince años, adoptado oficialmente en el 2008. Un niño había muerto en su mismo mes, en el mismo año, en el hospital San Marcos. Su familia había denunciado, pero como en otras ocasiones, el juicio no salió adelante.

Adrián Hermida, trabajaba en un banco, casado y con dos gemelos. Este caso llamó especialmente mi atención porque se trataba de dos niños a la vez, una verdadera atrocidad para una familia que no denunció; y no solo eso, sino que los padres habían sido diagnosticados con depresión. Quise mirar si su banco tenía algo que ver con Miguel o Gerardo, si había relación de alguna manera con la red; pero no encontramos nada.

Bernabé Ripoll, con una niña preciosa que, evidentemente, tampoco era su hija. Policía retirado antes de tiempo por un problema de salud física. No encontré papeles que justificaran esa baja, ni siquiera yo estaba en mi anterior puesto cuando eso había sucedido. También investigamos si en sus casos había algo de lo que tirar; pero su carrera policial había sido tan triste, que apenas duramos un día investigándolo.

Esos tres, más los que ya sabíamos; compartían tres cosas: las retiradas de efectivo en los meses anteriores al supuesto nacimiento, contactos con Miguel y la escasez de papeleo para las adopciones.

Pero, sin duda alguna, para mí, el día más importante en aquel caso fue cuando, investigando persona por persona la lista de la sociedad; desde contratos de un mes hasta accionistas, sin dejarnos a nadie fuera de la investigación, apareció aquel nombre: Luis Oviedo. Accionista por unos pocos meses, le hizo ganar muchísimo dinero; y lo sabíamos porque en cuanto ese nombre salió, investigamos sus cuentas.

¿Y quién era Luis Oviedo? No me interesaba para nada, pero sí para quién trabajaba. Y es que lo hacía para Amadeo Sempere, ni más ni menos que la mano derecha de Rodrigo Coll.

Miradas de inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora