POV SAMANTA
Llevaba días deambulando por el trabajo, los mismos desde que Jessica se había ido de casa con la bolsa de la ropa. Era increíble la habilidad que teníamos para ocuparnos de Martina sin necesidad de vernos ni de hablar; y es que sin acordar nada, ella la estaba llevando por las mañanas y yo recogiendo. Dormía sola, y es que Jessica, estaba convencida que estaba durmiendo en el sofá de mala muerte que tenía en el piso donde ella trabajaba.
Y no lo soportaba.
La echaba de menos, la necesitaba. No había vuelto a hablar con mis padres, con ella tampoco; toda mi vida la había puesto en pausa porque no sabía qué hacer. No me habían valido las explicaciones de mi padre, pero, ¿acaso podía hacer algo con ello? No podía impedir que mi madre saliera con él aunque yo no estuviera de acuerdo, entonces, de qué servía fiarme o no. Una gran parte de mí no le quería cerca, pero otra... Ni siquiera sabía qué pensar.
Pero lo que más me dolía, era la ausencia de mi mujer en casa.
Eso sí que no lo soportaba.
Miré a Rocío desde mi ordenador, estaba ocupada revisando unos protocolos para no sé qué casos; no había prestado atención ni siquiera al reparto de tareas esa mañana, había dado las órdenes sin saber muy bien qué estaba diciendo. Desde el primer momento que llegó a nuestro equipo, me había llevado muy bien con ella, habíamos conectado enseguida y le había contado más cosas que a Diana y eso que llevaba más tiempo con ésta última. Y todo lo que había pasado la última semana me había hecho ver que podía ser un buen apoyo, porque así lo había sido; sin embargo... Había sido solo eso. Ni siquiera me había preocupado en que estaba al lado, no me había interesado si se iba o no, yo no había reparado ni un solo instante en la ayuda que me brindaba. Y es que mi cabeza solo tenía presente a una persona todo el tiempo.
Por eso, después de días sin hablar con mi mujer, estando más distanciadas que nunca y sabiendo de sobra que quien tenía que dar el primer paso era yo; me levanté de mi silla y fui hacia la mesa de mi compañera.
—¿Puedes cubrirme un momento?
—Sí, claro —contestó mirándome—. ¿Quieres que te acompañe?
—No, yo... Voy a arreglar las cosas con Jessica de una vez por todas.
—¿Vas a hablar con ella?
—Sí —respondí viendo como se decepcionaba sin poder ocultarlo—. Ya hablaremos tú y yo, ¿vale? Porque creo que tenemos que hablar...
—Cuando quieras, Sammy, estoy para ti cuando...
—Y te lo agradezco, pero, siempre ha sido ella, lo sabes, ¿verdad?
Tardó en contestarme, incluso agachó la cabeza dándose cuenta de esa afirmación; aunque su cabeza le hubiera jugado malas pasadas, en el fondo sabía que siempre había sido Jessica. Por eso afirmó con dolor y lo percibí en su mirada.
—Después hablamos, te lo prometo.
—Vale... Espero que... Bueno, que lo arregléis.
—Gracias.
Eso lo esperaba yo también.
No me entretuve más, no fui corriendo porque mi cabeza estaba demasiado ocupada en lo que diría y cómo lo diría. Tenía que hacer muchas cosas, no sabía ni cómo empezar; lo único que tenía claro es que no podía volver a la central sin ella... No podía. Me negaba a que pasara otro día más sin Jessica, era imposible. Necesitaba que todo volviera a estar como siempre, pasar juntas las tardes con Martina, cenar las tres y luego, querernos la una a la otra como siempre, como cada día de nuestra vida... Porque yo había escogido a aquella mujer años atrás y lo seguía haciendo pese a todo.
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Miradas de inocencia.
Fiction généraleJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.