POV JESSICA
Entré en el piso después de dejar a Martina en la escuela y ver como volvía a buscar a su amigo Germán para empezar el día. Quizás tenía que hacerle caso a Samanta y debía dejar que se relacionara con quien quisiera. Nunca había sido celosa... Hasta que mi hija se hacía mayor poco a poco, que descubría cosas que no me gustaban del todo.
—Uy, jefa, qué brillo traes hoy —dijo Aura provocando que Adriana también me mirara—. Me juego lo que quieras a que sé por qué.
Eso era lo que tenía trabajar con gente que rondaba los veinte años.
—Te doy diez euros si lo adivinas. —La reté mientras mi mente decidía recordarme las increíbles imágenes de la noche anterior con Samanta—. ¿Algo nuevo que me queráis contar?
—Seguimos buscando algún contacto entre los de la lista y Amadeo. Nos hemos centrado en los años de los casos de los niños robados, pero también miramos estos últimos años.
—Vale. ¿Lo del partido de Coll?
—Su financiación es pública y según sus cuentas todo son ingresos de militantes.
—Sacad la lista de los militantes, vamos a ver quiénes son los que más dinero aportan.
—Voy a ello —dijo Jan apuntándolo en su libreta—. La mujer de Miguel se ha visto con un abogado.
—Es el momento de hablar con ella. ¡Carballo!
—Voy a buscarla —asumió sabiendo que era su papel—. En cuanto la tenga, te la traigo.
—Discreción —ordené—. ¿Algo más?
—De momento nada más, seguimos trabajando —contestó Aura cerrando su libreta dispuesta a cumplir mis órdenes. Yo asentí tomando aire para iniciar una nueva jornada de trabajo—. Tu mujer —susurró acercándose a mí—. La causante de tu brillo, ha sido tu mujer.
Sonreí cogiendo de mi cartera un billete de diez euros que no dudé en dárselo.
—Te están esperando —dijo Memo señalándome la pequeña sala abierta que teníamos con dos sillones, al lado de la máquina de café—. Ha venido muy temprano.
—Qué querrá este ahora...
Era el jefe de seguridad del presidente.
Me acerqué a él estrechándole la mano, pero enseguida me pidió hablar en privado; así que el único sitio que teníamos en el piso que no se viera desde la sala central, era donde interrogábamos a alguien.
—Usted dirá.
—Tenemos un aviso de atentado contra el presidente en su próxima conferencia. Se trata de un encuentro entre otros representantes de Europa pero en el que también pueden ir militantes. El presidente me ha pedido que usted esté con nosotros y no solo eso, ha hecho también una petición muy específica.
—¿Cuál?
—Ha estudiado con el director de la policía los perfiles de todos los agentes, quería expresamente al más rápido, al más veloz...
—No.
—Es una petición del presidente.
—Como si es del rey, no va a participar.
—Inspectora... Me temo que no hay elección. El director lo ha aprobado y el presidente quiere contar con las dos.
No, no me podía negar. Era la única condición que me habían puesto; si el presidente o el rey precisaban de mis servicios, estaba a su disposición.
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Miradas de inocencia.
Ficción GeneralJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.