POV JESSICA
Escuchaba atentamente a Memo, sentada sobre una mesa y algo apartada de todo, cómo explicaba los pasos que debían seguir para empezar de una vez por todas y de manera oficial, con el caso de los bebés robados. Era el momento de devolverle a cada familia su hijo robado; y para ello, había decido hacerlo de la misma forma en la que todo empezó: con el equipo de Samanta.
Ella, junto a Diana, fueron quiénes destaparon la punta del iceberg que implicaba la red de compra y venta de bebés; veía justo que, una vez que el caso pasara a manos de la policía, eso siguiera con ellos.
Por eso estábamos allí, en la central, reunidos con todos ellos. Memo les había dado una carpeta a cada uno con los datos de las familias y de los niños a quiénes tenían que investigar, todos repartidos equitativamente y en un trabajo supervisado por mi mujer. Una vez que lo tuvieran todo, pasaría a manos del agente que llevaría oficialmente el caso; el inspector a quién tenía que asignar Jaime y de quién yo no quería saber absolutamente nada. De hecho, para eso tenía a Memo, para que fuera mi intermediario.
—Es muy importante que lo hagáis con cautela, que seáis conscientes de lo que estáis haciendo. No podéis ir pregonando que tenéis una muestra de ADN de alguien que puede hundiros la carrera antes de que salgáis de este edificio.
—¿Existe la opción de negarnos?
—¿Y para qué se hizo policía, agente? Tenéis en vuestras manos la oportunidad de devolverles sus hijos a unas familias que fueron humilladas y destrozadas. Cuando entrasteis en la academia, lo hicisteis para cosas así, para cambiar la vida de la gente, para mejorarla. No lo olvidéis.
Todas las preguntas que tuvieron fueron respondidas perfectamente por Memo, no me hizo falta intervenir en ningún momento. Mis oídos estaban puestos en mi subordinado, mi cabeza en la persona que estaba sentada en una de aquellas mesas y mis ojos en la búsqueda de Samanta; pero no estaba, había tenido una reunión con su jefe.
—En cada carpeta tenéis mi dirección de email, estaré a vuestra disposición para ayudaros para lo que necesitéis. Pero no deberíais, tenéis todo lo que necesitáis detallado en los informes. Y si no hay más dudas, hemos terminado.
Todo el mundo recogió sus carpetas y empezó a salir de la sala para empezar con sus labores; probablemente era la primera vez en muchísimos años que dejarían sus aburridos informes y llamadas, para adentrarse en la investigación de un caso. Ese día, asuntos internos dejaría sus habituales funciones por un tiempo. Estaba convencida que tampoco les llevaría muchas semanas, puesto que la información se la habíamos dejado masticada.
Quién no salió fue Rocío, que, dando golpecitos a la carpeta con sus dedos se acercó algo indecisa a mí.
—¿Podemos hablar?
Miré a Memo, con un simple movimiento de cabeza, dejó todo lo que estaba haciendo y salió de la sala junto a los demás. En cuanto se cerró la puerta y me incorporé mirando a Rocío fijamente, noté como todo su cuerpo se tensaba.
—Quería pedirte disculpas... Ya lo hice con Samanta y, bueno, quería disculparme contigo.
No le quité la mirada ni un solo segundo, tampoco abrí la boca. Me dedicaba a generar en ella un estado ansioso como tantas veces había provocado en las salas de interrogatorio. Pero claro, Rocío era una de las mías.
—Eso era todo —susurró agachando la cabeza—. Lo siento, de verdad.
Dio dos pasos hacia atrás, queriendo salir ya de allí. Dio incluso media vuelta, notando perfectamente como cogía todo el aire que podía en un solo segundo.
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Miradas de inocencia.
Ficção GeralJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.