POV SAMANTA
Corrí como una loca por los pasillos de la central. Juraría que nunca los había recorrido tan rápido y nunca se me había hecho tan largo el trayecto desde mi mesa hasta el despacho de Jessica. En cuanto recibí el mensaje de Jaime, escuché el rumor de que había llegado el ministro de interior y que los escoltas del presidente del gobierno estaban allí; sabía que lo único que me esperaba al final del día era una bronca.
Me levanté de mi silla enseguida, corriendo. Subí las escaleras de dos en dos, las cuatro plantas, los sesenta y cuatro escalones que nos separaban. Seguí recto, giré a la derecha y después a la izquierda. Vi a Victoria ponerse de pie, pero yo iba tan rápido que no podía esperar; por eso abrí la puerta de golpe.
Jessica estaba reunida, los dos me miraron enseguida. Yo intentaba recuperar aire, pero me ardían tanto los pulmones que no pude articular palabra. No me hizo falta, la cara que traía tenía que ser de auténtico pánico porque ella se levantó de la silla.
—Viceconsejero, si le parece, continuamos la reunión en otro momento.
—Por supuesto —contestó él sorprendido también por mi intrusión—. Esperaré su llamada.
Se estrecharon las manos y le acompañó hasta la puerta, dándole a Victoria la orden de que en un par de días tenía que volver a llamarle para terminar esa reunión. Entró casi de inmediato, cerrando la puerta y mirándome.
—¿Qué pasa?
—Perdón —contesté recuperándome—. Pero necesito hablar contigo.
—Dime. —Asintió acariciándome los brazos—. Cariño me estás preocupando, ¿qué pasa?
—No es nada malo, tranquila.
—¿Y por qué tanta prisa?
—Tienes una reunión ahora, ¿verdad?
—Sí, es por el caso de los bebés robados. Es con la fiscalía, el presidente, el ministro y Jaime. ¿Por qué?
Era el momento. La había cagado y tenía que apechugar con ello.
—Esa reunión no es por el caso... O sea, sí, vais a hablar de eso; pero no solamente de ese tema. —Tenía su atención, toda entera. Tomé aire y lo solté—. Te van a pedir que no dejes el cuerpo.
Un sencillo movimiento de cabeza me valió para comprender varias cosas. Se había preguntado cómo coño sabían esa decisión, evidentemente había deducido que por Jaime y por ende, había llegado hasta mi figura. En un sencillo segundo, comprendió que había hablado con él y que se lo había contado. Y no solo eso, en un único segundo y un simple movimiento de cabeza, supe que venía todo un tornado llamado Jessica Jenkins.
—Lo siento —dije adelantándome a todo—. Hablé con Jaime después de nuestra conversación, simplemente para que lo supiera, para que estuviera preparado. Pero él quiso intentar adelantarte el movimiento, ya que siempre estás por delante de todos y puso la maquinaria en funcionamiento.
—¿Que maquinaria?
Dios mío su voz no pudo sonar más grave... Eso indicaba problemas.
—Pues todo lo que te espera en esa sala. Te van a otorgar la llave de la ciudad, la medalla al mérito e incluso el premio de su majestad. —No hizo ningún gesto porque, como ya sabía, a Jessica le daba absolutamente igual los premios—. Van a intentar convencerte de que te quedes, no quieren perderte.
—Y yo me pregunto... Obviando que has hablado con Jaime, ¿con quién más has hablado para saber los planes que tiene, no solo el presidente, sino el rey?
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Miradas de inocencia.
Ficção GeralJessica Jenkins tendrá que enfrentarse a los poderes del estado y a una decisión personal que podría cambiar su vida. Samanta no querrá que lo haga sola, pero, no quedará otro remedio cuando la seguridad de Martina, su propia hija, esté en peligro.