CAPITULO 4

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BENJAMIN

Nunca fui un hombre analógico, o una persona muy intuitiva. Lo mío siempre ha sido lo racional. Análisis, lógica, números. Y la gente de mi alrededor, me conocía. Incluso mi madre no se molestaba en intentar explicarme sus emociones. Yo la miraba pasar por situaciones difíciles, debido a todas las infidelidades de papá, pero ella no me pedía que la consolara, solo que la dejara llorar. Luego se limpiaba las lagrimas, y seguía con su rutina diaria. 

Luego estaba mi esposa, Stephanie. Ella era la mujer mas dura que había conocido en mi vida. La vi llorar solo el día en que su padre murió. La gente solía decir que ella era demasiado fría para ser mujer, que no tenia empatía, y era insensible ante los problemas de los demás, a lo que ella siempre respondía que si fuera un hombre, le darían un medalla. No me preocupaba por preguntarle a Stephanie como se sentía, porque sabia que la respuesta siempre seria la misma. Ella nunca se sentía triste. Me decía que la tristeza es solo un desperdicio de energía. Una vez me atreví preguntarle si nunca había sentido deseos de llorar, y ella me dijo que lo hacia, pero sola. Deje de intentar ser el apoyo emocional de Stephanie, luego de un año de casados. Era mejor siendo su apoyo de trabajo.

Nunca había estado en una situación en la cual tenia que dar palabras de consuelo, a una mujer que lloraba. Y sobre todo cuando no sabia porque lo hacia.   

Me dormí pensado en la pobre chica de la limpieza, me desperté pensando en ella. Desayune pensando en ella. Y ahora en el trabajo, no podía dejar de pensar en ella. 

Creo que era el hecho de no saber que fue lo que sucedió. Si, el que se haya quedado dormida en la cama de uno de los huéspedes, pudo haber sido una de las razones, ya que pudo haber perdido su trabajo. Pero había algo mas, en esas lagrimas angustiadas, y esos sollozos, que parecía brotar del fondo de su cuerpo. La mire llorar, sin saber que hacer, o decir. Se que las palabras no son mucho. Son solo eso, palabras. Entran y salen de tus oídos como las olas del mar en la orilla. 

Ella se miraba tan apacible mientras dormía, casi como si estuviera soñando con el cielo, y al despertar, pareció entrar de nuevo al frio mundo, y su paz se perturbo. 

El timbre de mi celular me saca de mis pensamientos. 

Tomo la llamada, y regreso a leer los papeles que tenia esparcidos sobre el escritorio. 

-Hola papá- 

-¿Como va todo por allá Benjamín?- escucho papeles ser movidos, y a papá sorber su café.

-Todo bien. Lo que se esta demorando son los permisos de la alcaldía- escucho el chasquido molesto de la lengua de papá -estamos presionando, pero ellos siempre nos devuelven los planos, y nos marcan una faltante-

-Son unos rateros Benjamín. Lo que ellos quieren es que los sobornemos, para que al fin nos  firmen los permisos de construcción, y así dejarnos el camino libre -papá suspira con pesar. Escucho el golpe de su mano sobre el escritorio -no le daremos el gusto, a esos hijos de perra. Si quieren, hasta les pondremos orinales de oro en los baños, pero que se vayan a la mierda con sus sobornos- 

Mi cara se mantiene impasible ante las palabras de papá. Siempre ha sido muy mal hablado, pero todos confían en su palabra. Papá nunca ha fallado en sus inversiones. Es un Midas. Todo lo que toca, se convierte en oro. Hasta con su propio hijo, que lo obligo a estudiar finanzas, para que nadie le diera mentiras. Y acepte, porque realmente nunca tuve voz ni voto, ni sueños. Era como una marioneta de papá, lo que estaba bien para mi. 

-Bueno, da la lucha hasta el final Benjamín. Ese centro comercial se construye este año, lo veras- le da otro sorbo a su café.

Hablamos un poco mas acerca del negocio, los planos, y los alcances a corto plazo. Termina la llamada, y me quedo de nuevo con el pensamiento hueco.

Mi celular vuelve a sonar. Esta vez es Stephanie.

-¿Como va todo Benja?- le digo lo mismo que le digo a mi padre -bueno. Es mejor lento pero seguro-

-Si- me quedo en medio de la línea, jugando con las esquinas de unos de los papeles que estaba leyendo. Me aclaro la garganta antes de seguir -¿como estas?- 

Stephanie se queda unos segundos en silencio, escucho el clic del teclado de su computadora.

-¿Que me dijiste?- pregunta luego de unos segundos, aun tecleando en su computadora.

-¿Como has estado? ¿que tal tu semana?- espero por su respuesta.

-Ha estado bien. Ahora cerré un trato con uno de mis clientes del bufete. Otro divorcio por parte del señor Ruiz. Oh, y Sally se comprometió- 

-¿Sally, tu amiga de la universidad?- 

-Si ella. La gordita, bajita- ríe burlonamente -si te soy sincera, pensé seria la soltera eterna del grupo. Pero ya vez, la vida da sorpresas -rio, porque se que es lo Stephani espera -así que marca tu calendario. Doce de diciembre-

-Voy a marcarlo- 

La línea se queda de nuevo en silencio, pero Stephanie parece no darse cuenta. Sigue afanada tecleando en su computadora. Me quedo un par de segundos, en espera de que ella recuerde que su esposo, sigue al otro lado de la línea, pero no lo hace. 

-Bien- 

-Oh, Benja, me acabas de dar un susto- ríe nerviosa -olvide que estabas allí- 

-Te dejo para que sigas trabajando- 

-Claro, claro- cuelga la llamada.

Dejo mi celular en el escritorio. Le doy la vuelta a mi silla giratoria, para mirar de nuevo la ciudad.

Se que tengo mucho trabajo que hacer, y las horas parecen ir deprisa. Pero me tomo un tiempo  para reconocer, que estoy cansado. No todo el sueño del mundo parece ser suficiente. 




El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora