CAPITULO 14

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BENJAMIN


Hay un leve toque en la puerta de mi oficina.

-Pase adelante- digo, sin dejar de leer el informe que tengo frente a mi.

Nadia entra a mi oficina, con su usual cálida sonrisa.

-La chica vino- me dice casi en un susurro. Toma asiento en la silla frente a mi.

Una sonrisa involuntaria se dibuja en mis labios, mientras la molestia que sentía desde que abrí los ojos esta mañana, se comienza apaciguar. Hasta puedo sentir mis hombros relajarse.

-Parece una buena chica. Sencilla, pero pude notar en todas las preguntas que hacia, que tiene entusiasmo por trabajar, y hacerlo bien-

No duba de la capacidad de Novalee. Sabia que no había tenido todos los recursos necesarios para estudiar una carrera en la universidad, pera tenia potencial para aprender.

-Me alegro- le digo sinceramente a Nadia. Mi única confidente en la oficina. La única persona con la que 'podía entablar una conversación, no solo de trabajo, si no también personal -este trabajo le hará bien- Nadia asiente.

-Es bueno darle la oportunidades a una chica como ella. Me entristece saber que personas con tanto potencial, lo desperdicien por no tener los recursos necesarios- asiento, muy de acuerdo con Nadia -y hablando de otros temas- arregla su chal sobre sus hombros, y se lo que se avecina -¿Stephanie y tu no han pensado en hijos?- lamo mis labios, dejando salir un suspiro casi cómico.

Mas que una empleada de la empresa, Nadia era la tía de Stephanie. Stephanie era originaria de esta ciudad , pero nunca le gusto mucho la vida en la zona rural. Ella buscaba vivir en las grandes ciudades, y fue por eso que se mudo. Nadia ya estaba retirada, pero aun quería seguir trabajando. Fue por eso que decidí contratarla para la empresa en esta sucursal. Quería tener alguien de mi lado, en quien yo podía confiar.

Desde hace mucho la pregunta de los hijos venia pendiendo de los hilos de Nadia, y yo siempre le respondía lo mismo. Que aun no estábamos preparados. Así que darle la misma respuesta por sexta vez, ya seria una excusa.

-Sabe como es Stephanie, Nadia- le hago saber con diversión -ella ama su trabajo. Por el momento los hijos no son una prioridad-

Nadia suspira con pesar, mientras sus ojos se llenan de tristeza.

Se lo mucho que Nadia mira a Stephanie como una hija, y se muere por verla cargar un bebé.

Me mira por un par de segundos, y se que esta maquinando algo, en ese cerebro psicoanalista.

-¿Que me dices tú, Benjamín?-

Su pregunta me toma por sorpresa.

Siempre solía estar de acuerdo en las decisiones que Stephanie tomaba. Si Stephanie decía que no, yo la seguía, y si era lo contrario, también. No lo hacía por no tener juicio propio, como mamá solo decirme. Era solo que evitaba confrontaciones con Stephanie. Facilitaba mucho la relación entre ambos.

-Sabes que soy un tipo simple Nadia, no creo tener mucha madera de padre- nunca lo había dicho en voz alta, y luego de decirlo, me arrepiento. No quería interferir en las decisión de Stephanie, si alguna vez ella decidía que quería hijos.

Miro a Nadia, esperando ver un rostro de decepción, pero ella sonríe, mirándome con cariño.

-Yo no lo veo de esa forma- toma mi mano, y la acoge entre las suyas -el que no seas una persona cariñosa, no te convierte en un hombre sin capacidad para ser un padre- tenso la mandíbula - quizá sería bueno que tu y Stephanie se tomen unas vacaciones. Que disfruten juntos el mar, el sol, la arena- Nadie eleva sus cejas - puede que vayan dos, pero regresen tres-  

-Lo tendré en cuenta- Nadia me mira como si le estuviera tomando el pelo -lo juro Nadia, lo he pensado, y quizá si sea buena idea que Stephanie y yo nos demos unas vacaciones-

La última vez que Stephanie y yo tuvimos unas vacaciones, fue ya hace dos años, en nuestra luna de miel. Salíamos ocasionalmente a la casa del lago de mis padres. Pero eran salidas breves. Quizá sería bueno que fueramos al extranjero, lejos del trabajo. Disfrutar solo los dos, sin contestar llamadas o correos.

Nadia sonríe satisfecha, dándole palmaditas a mi mano.

-Bueno, tengo un par de cosas pendientes- se levanta de la silla, enrollando su chándal sobre sus hombros -nos vemos por allí-

-Claro- sale de mi oficina, cerrando la puerta tras de ella.

Dejo caer mi cabeza con un suspiro, al respaldo de la silla, sonriendo de nuevo de la nada.


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Es la hora del almuerzo. Escucho a los empleados fuera de mi oficina, preguntándose donde irán almorzar.

Dejo caer el lapicera que tenia en la mano, sobre los papeles que estaba redactado. Antes de elaborar un informe, me gusta trascribirlo primer en físico, algo que Stephanie encuentra anticuado, e innecesario. Pero es una costumbre para mi, y me es difícil dejar las costumbres.

Me levanto de la silla, para estiras mis entumecidas piernas, luego elevo mis brazos sobre mi cabeza.

Mi estómago ruge, anunciando que el café de esta mañana, ya no es suficiente para satisfacerlo.

Decido ir a la cafetería por algo de almuerzo, y traerlo aquí a mi escritorio.

Se que la hora de almuerzo de Novalee es a las una, por lo que seguro no esta en la oficina que le asigno Nadia.

Salgo de mi oficina, caminando a paso lento hasta la oficina de Novalee, para asegurarme que sea un buen lugar.

Confío en Nadia, pero quiero asegúrame que Novalee este cómoda.

Estaba apunto de abrir la puerta de una sola vez, cuando un susurro dentro de la oficina me detiene.

-Cltr, mas Alt, mas sesenta y cuatro...- repite Novalee una y otra vez.

Me quedo tras la puerta, escuchando su balbuceo.

-Es tan sencillo Novalee- se dice a ella misma -como es posible que una maquina te este ganando la moral- intento no reír en voz alta -Cltr, mas Alt, mas sesenta y cuatro- casi entro a la oficina cuando la escucho gritar. Pero no es un grito de auxilio, es un grito de jubilo -¡ si, si,siiiiii!- miro tras la rendilla de la puerta, y la veo danzar alegre -bien hecho Novalee- ella sonríe con suficiencia - lo ves, tu puedes. Yo puedo, yo puedo, yo puedo...-

La miro un rato mas, mientras me entretengo con sus monólogos.

Quisiera quedarme mas, disfrutando de la alegría de Novalee, pero escucho pasos en los pasillos.

Regreso a mi oficina con mi almuerzo, con una enorme sonría en los labios.

La risa de Novalee se queda grabada en mi memoria, como un disco rayado. Lo que hago el resto del día, no es mas que reproducirla una y otra vez en mi cabeza, sin siquiera darme cuenta que lo hago.

El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora