CAPITULO 25

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NOVALEE

El sol se ha escondido tras las nubes, dejando a su paso un escenarios casi tenebroso, en especial porque el lugar esta desolado, y las únicas dos personas presentes, somos la mujer que vende frituras, y yo.

Pero es así como me gusta el océano, solitario, en temporada baja, sin sol, sin personas, con la brisa helada calando en mis huesos. Es mucho mas poético así, que cuando todo la gente está invadiéndolo. Es acorde con mi estado de animo.

Las olas rompen sobre la orilla, dejando espuma a su paso. Dejo que cubran mis pies, sin importarme de mojar mi pantalón. Mi mejor pantalón de trabajo. Me gustaría zambullirme en las olas, y desaparecer bajo ellas por un instante.

Si la vida fuera tan fácil, como soñarlo.

Una fuerte ola me tuba hacia abajo, mojándome de pies a cabeza. El agua salada entra a mi boca, haciéndome toser desesperada. Otra ola viene a mi encuentro, arrastrándome a la orilla, dejándome tendida sobre la arena, jadeando por aire.

Me dejo caer sobre la arena, sin importarme que las olas sigan empandándome por completo. Las gotas de agua se cofunden con mis lagrimas, y al igual que la arena, mis lagrimas se marchan con las olas.

El silencio del momento es interrumpido por los pasos apresurados de alguien.

Me levanto de la arena, para evitar malos entendidos. Puede que este muerta por dentro, pero mi corazón aún palpita, humanamente hablando.

Antes de poder limpiar el agua salada de mi rostro, que comienza a irritar mi ojos, alguien me toma entre sus brazos, y me sostiene, abrazándome contra su pecho.

-¡Novalee, pensé que algo te había sucedido!- es la primera vez que escucho la voz exaltada de Benjamín -¿estas bien?- me levanta de su pecho, y comienza a inspeccionarme. Al ver el morete, y el corte en mi rostro, se detiene de inspeccionar con manos apresuradas, y me mira a los ojos.

No estoy lista para contarle la triste historia de mi vida. A nadie le gusta escuchar la historia de como mi madre siempre me margino, y me trato como basura, prácticamente desde el día en que nací.

-Tuve un accidente. Es por eso que no quise ir a la oficina- Benjamín me mira con incredulidad -no quería que la gente preguntara, lo siento-

Benjamín no dice nada, sigue mirándome, como esperando algo de mi. Trago el nudo en mi garganta, mientras los ojos de Benjamín me mira, casi hablándome, pidiéndome a gritos una explicación, la verdad de todo.

Una brisa helada me llega al cuerpo, y escalofríos bajan por mi espalda, haciéndome temblar entre los brazos de Benjamín. El lo nota, y se quita su saco para entregármele a mi. Lo coloca sobre mis hombros, mientras sube y bajo sus manos por mis brazos, para hacerlos entrar en calor.

-Vamos al auto- me toma por la mano. Ajusta su saco sobre mis hombros, no solo disfrutando del calor, si no también de su aroma.

Toma mi mochila de la arena, colocándola en uno de sus hombros.

Caminamos tomados de la mano hasta llegar a su auto. Abre la puerta para mi, pero antes de dejarme entrar, toma dos bolsas negras del asiento, y las coloca en la parte trasera. Se hace a un lado para dejarme entrar, y luego cierra la puerta.

El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora