CAPITULO 30

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NOVALEE

No pude dormir en toda la noche. Rodaba en mi cama, mientras miles de pensamientos invadían mi cabeza, y no me dejaban en paz.

Nadia dijo que me tomaría tiempo, poder sanar las heridas que mamá había causado. También me dijo que lo primero que debia hacer para empezar a sanar, era perdonar a mamà. Pero yo conocia a mi madre, y sabia que si llegaba a su puerta, y le pedia hablar con ella como dos personas civilizadas, ella me mandaria a volar, y cerraria la puerta en mis narices. Asi que aproveche el insomnio, y decide escribirle una carta.

Antes de ir al trabajo en la oficina de Benjamin, pase por la casa, muy temprano, porque sabia que mamà aun no estaría despierta, o por lo menos no Natalia. No queria que fuera ella quien econtrara la carta.

Dezlise la carta bajo la puerta, y sali corriendo a todo prisa, bajando las escalres de dos en dos.

Trate de cubrir el morete de mi mejilla con maquillaje. Ya tenia mejore aspecto, y dolia menos. El maquillaje hizo su magia, y apenas era visible. Solo para aquel ojo muy agil, el morete era visible.

Llegue a la oficina como todas las mañanas. Todos me saluradon, y nadie menciono nada de mi ausencia, y como lo esperaba, de mi morete. Solo pensaron que esta vez me miraba diferente, por todo el maquillaje de mi rostro.

Pase la oficina de Benjamin, quien parecia aún no haber venido a la oficina, lo que me soprendio. El era siempre tan puntual.

Fui directo a mi oficina, me senté en mi silla, y comencé a trabajar, adelantando todo el trabajo atrasado que tenia.

Cuando el reloj marco las diez de la mañana, decidí ir a tomar agua. No me había movido de la silla desde que llegue a la oficina, y mi garganta estaba seca.

Benjamin salio de su oficina, al mismo tiempo que yo de la mia. Parecia venir hacia aqui, porque sus ojos estaban sobre la puerta de mi oficina. Cuando me vio, sonrio. Luego parecio darse cuenta que no eramos los unicos en la sala, como yo tambien lo crei por un par de segundos.

Disimuladamente con su mirada, me indico que fueramos hacia las gradas que conducen a la azotea.

Con un leve asentamiento de mi cabeza, le hice saber que si.

Fui la primera en ir hacia las escaleras, asegurándome que nadie me siguiera, o hubiera muros en la costa en las gradas. Diez minutos después, Benjamin llego a las escalares. No tenia puesto su saco, lo que le daba un aspecto despreocupado.

Le sonreí, y aunque tenia unas ganas enormes de lazarme hacia a el, y abrazarlo, no lo hice. No queria correr el riesgo de que fuéramos atrapados. Eso solo nos traeria muchos problemas a ambos.

-¿Como estas?- me pregunta Benjamin, apoyando sus manos sobre el mango de las escaleras.

-Mucho mejor- admito - el trabajo es una buena distracción- èl asiente.

Coloca las manos dentro de los bolsillo de su pantalón, mientras sus ojos destellan una calidez, que me hace sentir acogida por su mirada. Sonrió de par en par.

-¿En que piensas?- le pregunto casi en un susurro, levantadome de las gradas, para acercarme a èl.

-En muchas cosas- admite, bajando su mirada al suelo -¿quería saber si puedes almorzar ahora conmigo?-

-Si, claro-

-¿Te parece si nos vemos en la gasolinera, bajo el puente?- asiento.

Miro a todos lados, asegurándome que no haya muros en la costa. Abro bien mis oidos, y no hay mas ruido, que el de mis tacones bajos, al caminar hacia Benjamin,

-Oye Benjamín- las pupilas de Benjamín parecen expandirse. Sus ojos viajan a mis labios -creo que tendremos que estar enamorados en secreto- esto le saca una sonrisa a sus labios.

Su manos salen de sus bolsillos. Se acerca a mi, sus brazos sujetan mis caderas. Enredo mis manos en su cuello. Estoy dos escalones arriba de Benjamín, y aun así, el me gana por un par de centimetros.

Nuestros labios se juntan, y a pesar que es leve, el abrazo que me da al final, se siente mucho mas intimo que un beso.

-Hablaremos en el almuerzo, ¿si?- su barbilla esta apoyada en mi hombro. Y su tono de voz, casi asustadizo, me pone un poco en alerta.

Me da otro leve beso en los labios, y luego se marcha.

Me quedo un par de minutos mas en las escaleras. Para no levantar sospechas, decido bajar las gradas de emergencia, y entrar por la puerta principal.

No dejo que mi mente divague en las palabras de Benjamín. Me concentro en el trabajo, hasta adelantar lo mas que puedo. Cuando el reloj marca las doce, apago el monitor de mi computadora, tomo mi mochila, y salgo de la oficina.

Estaba haciendo mi camino hacia el pasillo hacia el ascensor, cuando dos mujeres, una joven y otra mayor, tocan a la puerta de la oficina de Benjamín. Un par de empleados que pasan cerca de ellas, las saludan.

-¿Que miras?- me dice Brenda, con ese tono de desden con el que siempre habla.

Sus ojos se desvian hacia donde estoy viendo. Brenda rie bajito burlonamente, tirando su cabello hacia atras.

-Ni te hagas ilusiones con el jefe- se cruza de brazos -esta casado- sus ojos me miran de arriba, abajo, mientras siento que acaban de hacer sonar un cornete en mi oido -con una mujer estudiada, niña- con esto, Brenda se marcha a su almuerzo, dejandome pegada al suelo.

La puerta de la oficina de Benjamin se abre, y al ver a las dos mujeres paradas fuera de su oficina, parece hasta dar un respingo de la impresión.

-¿Que hacen aqui?- su tono de voz es casi hostil, a lo que la mujer mayor, le da un mirada de desden.

-Vamos hijo, no seas así. Saluda bien a tu madre, y a tu esposa-

Y es en ese momento cuando puedo sentir a mi corazón romperse en dos. Casi es tan literal, que temo caer al suelo sangrando.

-Lo siento...- se queda a medias, cuando me ve parada afuera.

La esposa de Benjamín no reconoce mi presencia, porque en ese momento toma una llamada de su celular. Pero la madre si no nota mi presencia, y bien podría lanzar dagas de sus ojos, y atravesar mi corazón. Pero no hay necesidad, mi corazón ya está más que destrozado.

Con lo ultimo de las fuerzas que me han quedado, comando a mis pies que se muevan, lo mas rápido que puedan, antes de que las lagrimas hagan su camino a mi ojos, una vez mas en la semana.

A toda prisa, logro alcanzar el ascensor, antes de que este cierre las puertas. Dentro de el, siento que me hace falta el aire.

Salgo casi como si fuera una esterella fugaz en el firmamente.

-¿Novalee?- escucho alguien llamar tras de mi -¡Novalee!- vuelven a decir esta vez con mas intensidad -¿que sucede?-

David me detiene, antes de que corra despovorida en la calle, y corra el riesgo de ser atropellada.

Esto tiene que ser una pesadilla, o la cereza del pastel.

El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora