CAPITULO 32

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NOVALEE

Le mentí  a David, y le dije que acababan de darme la noticia que mi perro desde hace diez años, habia muerto, y era por eso que estaba tan devastada. Creo que el aprovecho de abrazarme, haciéndome creer que me estaba dando ánimos. Lo que me molesto un poco, pero no dije nada, porque mi mente estaba mas ocupada en otras cosas.

-No te preocupes- me da un apreton en los hombros -hay muchos otros perros que no tienen hogar. Encontraremos a otro perro que te haga compañía-asiento -¿quieres ir por algo de cenar, al final del dia?-

Sabia que los hombres se aprovechaban de la vulnerablidad de una mujer herida, lo que me hizo querer rodar mis ojos, ante las palabras de David. Pero me contuve.

-No, prefiero ir a casa, pero gracias David-

El intenta darme otro abrazo, pero lo esquivo con elegancia. El solo logra tocar mi codo, dandole un leve apretón.

Como desearia poder ir a mi nueva casa, esconderme bajo las sabanas, y llorar. Llorar rios, drenarme, y nunca mas volver hacerlo en años.

No solia confiar en las personas tan rapidamente, pero hubo algo en Benjamín, que no me hizo darme cuenta de las luces rojas. Me durmio tan bien en su juego, que pense que había encontrada al fin, no solo un amigo, si no tambien un hombre en el cual confiar.

Que estupido de mi parte. Como si ya no hubiera tenido tantas lecciones en mi vida, siempre tropezaba con la misma piedra.

-Hola Novalee- una fría voz me saluda del banco en la entrada del edificio.

Limpio el par de lagrimas que cayeron de mis ojos, y miro tras mi espalda.

La madre de Benjamin esta alli, viendose elegante, como las actrices de los años cincuenta. Cabello teñido de rubio, estilizado en un moño bajo. Viste un elegante vestido de punto color verde, y zapatos bajos de tacón.

Ella parece de la realeza, mientras que yo me asemejo mas a una plebeya, que esta estorbando en su camino. Y no solo se siente asi, sino que de esa forma me esta mirando.

-Buenas tardes señora- sonrió, a pesar que ella me mira como su quisiera asesinarme con la mirada -¿en que puedo ayudarla?-

Roda sus ojos, como si mis palabras fueran sarcasmo.

-Quiero hablar de ti..- mira a su alrededor, antes de terminar la oración -y de mi hijo-

Como me gustaría decirle que no sabia que era la villana de la historia, cuando pense que era la protagonista. Pero chicas como yo, no tenemos esa suerte.

Ella se levanta de la banca -fuera de la oficina- miro hacia las puertas del ascensor que se abren -no te preocupes, tu jefe ya lo sabe- recalca la palabra jefe, como si quisiera darme un pisotón con esa palabra.

No hago mas que asentir con mi cabeza.

Salimos de la oficina.

Camino con la cabeza baja, como si fuera un cerdo para el matadero.

Entramos a una cafeteria cercana a la oficina. El lugar esta casi vacio. Es pasado el horario de almuerzo, de la mayoria de oficinas cercanas.

Ambas pedimos solo café, negro.

-Mira, no me gusta entrometerme en los asuntos de mi hijo. Creo que él es lo suficientemente maduro, como para saber tomar buenas decisiones- suspira con fastidio -pero siempre hay personas que les gusta aprovecharse de los demás, en especial de personas como mi hijo, que tienen un corazón noble. Y creo que es importante que esta vez, intervenga en la situación-

Me quedo en silencio, sintiéndo como la culpa me hace sentir incluso mas pequeña de lo que ya me siento, frente a la mamá de Benjamín.

   -Mi hijo esta casado, señorita. Y si usted tiene una pizca de decencia, va alejarse de él- mis ojos se llenan de lagrimas.

El mesero trae nuestros cafés a la mesa. La mamà de Benjamín hace a un lado el suyo, mientras su mirada sigue taladrando mi rostro.

-Yo no lo sabia- mi mirada esta fija en la taza humeante, frente a mi -si lo hubiera sabido, tenga por seguro que nunca me habria acercado a Benjamín- ella cruza sus brazos sobre la mesa -no te tiene porque preocuparse, me alejare de él- limpio las lagrimas de mis ojos -me gustaria poder renunciar al trabajo, pero necesito el dinero. Creo que en eso tendre que fallarle. Pero cuando consiga un nuevo trabajo, prometo marcharme- levanto mi mirada de la taza -nunca fue mi intención hacerle daño a nadie, ni a la esposa de Benjamin, ni a él- tragó el nudo amargo de mi garganta. -A pesar de todo, creo que es un buen hombre- sonrió con tristeza -si me disculpa- me pongo en pie -tengo que regresar al trabajo-

-¿Puedo hacerte una ultima pregunta?- a pesar que su rostro a un denota molestia, su tono de voz molesto a disminuido.

-Claro-

-¿Hicieron algo?- se remueve en su asiento incomoda -espero que entienda a que me refiero-

-No- le aseguro con firmeza -si me permite decirlo, creo que ambos buscamos un amigo en el otro, mas que un amante- otra lagrima se desprende mi ojo - es mi percepción- alzo mis hombros hacia arriba  -por lo menos así fue para mi-

Ella no dice nada. Su mirada baja a la mesa, mientras la escuchó suspirar.

Creo que es mi señal para que me marche.

-Que pase feliz tarde-

No voy a la oficina. No podría soportarlo, no ahora.

Quizá lo mejor es no regresar a la oficina. Debería buscar otro trabajo, un trabajo en el cual yo encaje.

El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora