Sofía Romero es una chica aburrida de su vida cotidiana, anhela que hayan cambios en esa rutina que debe cumplir, para su fortuna (o desgracia) su deseo se cumpliría de una manera un poco.. diferente, a lo que ella podría pensar.
Historia de demonio...
—Recuerda.. no importa lo que pase, siempre estaré contigo. —
Esa frase, últimamente resuena mucho en mi cabeza desde que fui a visitarte en aquella tumba de piedra, ¿En verdad aún estas conmigo? Tal vez es mi mente queriendo tranquilizarme, porque te tuve que recordar ahora.. ¿Quieres ayudarme?
—Siempre estaré contigo Abel.. por siempre y para siempre. —
Te ves tan hermosa en mis sueños, siento que puedo abrazarte una vez más, te veo sujetando a un pequeño en brazos, nunca pude ver su rostro, pero se que es un lindo y fuerte pequeño, digno de nosotros. Aunque siempre que sueño contigo termina en catástrofe, aparece un demonio pequeño con ti figura, quien te asesina por la espalda dejando caer tu cuerpo como arena al suelo, el pequeño se convierte en un cuervo, quien vuela hacia mi posandose en mi hombro, aquel demonio con tu figura siempre lo dispara en el cuello, el cuervo queda tendido en el suelo como tu sobe la arena, es muy extraño, duele mucho soñarte..
—Abel.. ¡Abel despierta! —
Me despertó el aroma a carne recién cocinada, al sentarme de golpe vi a Isa a mi lado con una pequeña bandeja, sofi y 37 estaban afuera comiendo, frote mis ojos con mi mano mirando a la pequeña a mi lado, quien dejo gentilmente la comida sobre mis piernas.
—Estabas soñando, no quería interrumpirte asi que no desayunaste con nosotros, pero ya es hora de comer el almuerzos, iremos a nadar al arroyo después de almorzar. Come tranquilo, buen provecho.
—Gracias pequeña.. —
Me sonrió, salió de la carpa y se fue con ellos, mire la comida sintiendo un pesar en mi cuerpo, algo me decía que no andaban bien las cosas, supongo que no debo pensar de más. Di mordiscos ligeros, también tenía ganas de nadar.
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—Entonces eso paso.. ¿No se te olvida ningún detalle?.
—No su alteza, ya le he contado todo.
—No puedo creerlo. Mi propio hijo, tropezando dos veces con la misma piedra, que deshonra.
—Lamento ser yo quien se lo diga, Señor, pero alguien debía detenerlo, y yo no puedo por mi cuenta hacer algo al respecto.
—Descuida Eliot, no es tu culpa, de echo gracias por haberme contado junto con el príncipe Belzebuth..
—No hay de que.
—Bien, Eliot habías dicho que sabias donde estaban, ¿No es así?
—Así es excelencia, están acampando a kilómetros lejos de las ciudades pobladas, hay pocos humanos al rededor de ellos, son solo los cuatro como le conté.
—Entonces puedes proceder con tu plan, si su padre lo permite.
—Mi señor, se que 409-Z es su único hijo, se que se esmero para que el consiga todo lo que tiene, pero ya lo salvo una vez, no creo que se merezca que usted vuelva a hacerlo.
