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Bueno, yo trabajaba en un estudio fotográfico y me botaron. De ley porque llegaba tarde o porque le contestaba a mi jefa. Si pudiera describir como me sentía esos días era como estar boca abajo en un charco de agua. Con el tiempo libre que tenía, después de buscar y rebuscar ofertas laborales en LinkedIn, editaba las fotos que había tomado a lo largo de mi carrera hasta que quedaran irreconocibles. Foto de Danna y yo caminando sobre las rocas en Ayampe (de verlo, me duelen los pies), foto de mi ex y yo en el mirador de Turi, con las cabezas pegadas y una sonrisa endeble (de verlo, huelo los eucaliptos), foto de mi padre y yo junto a una tortuga Galápagos. Lleva gafas y tiene canas pero de ve de menos de cuarenta (de verlo, puedo saborear la sal.)

Fuera de observar la computadora por tiempos poco saludables, la Danna disfrutaba de llevarme a conciertos. No había ninguna banda alternativa que no conociera. Si una nueva surgía, ella saldría de las alcantarillas para buscar cada uno de sus EPs y demos para lanzar un veredicto. Si debemos ir a sus tocadas o no. Así vimos a Lolabúm, a la Máquina Camaleón, a Guardarraya, a todos esos y bandas cuyos nombres no recuerdo. Luego me dijo que fuéramos a ese festival nuevo que se iba a dar en nuestra ciudad , Equinoccio Alternativo. Yo jalaba a cualquier cosa que ella me dijera, pero cuando mencionó que Flores Nucleares iba a tocar, no tuve más remedio que mirarla por el rabillo del ojo. ¿Y yo por qué iría a un concierto de ellos?

La Danna lo sabía. Se lo dije una vez a las tres de la mañana, bajando a mi casa después de haber pasado la noche afuera y bebido hasta las nauseas.

—Tuve una novia, —le dije con toda la seriedad del mundo. —Ella se rió.

—Pues dime algo que no sepa, Oli.

—No, escucha.

—Te escucho.

—Se llama Miranda y estaba con ella en la secu...

—¿No me has contado esto ya?

—Está en una de las bandas que te gustan, ¿Flores Nucleares?

—Espera, no me jodas. ¿La zuca con pecas?... ¿Miranda Birkett?

—No, es en serio.

—La sigo en Instagram. No puede ser. ¡Qué pequeño es el Ecuador! Espera, ¿por qué chucha no me lo conteste antes?

—Nunca había escuchado música de ellos. No quería empezar.

Pero la Danna es insistente. —No seas ridícula. ¿Acaso te vas a topar con tu ex? ¿Acaso ella te va a notar en medio de la multitud cual película romántica? Vamos, los vemos, vemos a las demás bandas, conocemos gente. ¿Qué daño puede hacer?

Y eso que llevamos desde el mediodía haciendo cola bajo un sol que me quemaba la cara, porque si ella va, yo la sigo. ¿Así no funciona la amistad? Ella y yo empujando a la gente con nuestros codos para luego pedir perdón.

Tal como ella lo había predicho, hicimos grupo con unos desconocidos con los que nos topamos. Sufrimos y disfrutamos bandas nacionales e internacionales acompañadas de cerveza y vino de tres dólares. Foto de Danna sobre los hombros de un desconocido. Foto de un guitarrista siendo engullido por las luces de los reflectores. Foto de alguien a quién le dio la pálida y sus amigos lo abandonaron debajo de un árbol. Foto de mí tomando una foto, cortesía de Danna.

Flores Nucleares se presentó a las siete en punto. Cuatro chicos y una chica. La Miranda se paró en medio del escenario, manos en la cintura arrugando su vestido negro. Me la quedé observando. Flores Nucleares, ja. ¡Qué nombre para una banda! La Danna se me prendió al brazo. ¿Qué tipo de música podía hacer esta man? Miranda los presenta como si estuviera masticando las palabras.

"Y recuerda que nos miran, que nos miran, que nos miran".

Foto de Miranda Birkett, muerta y reencarnada como cantante de indie pop. Ella con los ojos en el horizonte y aferrada al micrófono.

"Que nos están mirando, que nos están mirando".

Cantó un par de canciones más, pero a la cuarta su voz empezó a temblar. Tiró el micrófono a un lado y los parlantes empezaron a chirriar. Hizo un gesto de no poder más, pero uno de los técnicos lo recogió y se lo tendió. El resto de la banda siguió tocando.

—La zuca tiene problemas, ¿eh? —La Danna me dijo al oído.

Miranda peleó con el guitarrista por unos segundos y se negó a tomar de vuelta el micrófono, no sin antes correr a bambalinas. Foto de ella forcejeando con el bajista, que le tapa la salida, los ojos casi cayéndose del pánico. Mientras, el guitarrista, un man que tenía cara de estar perpetuamente asustado, improvisó un solo.

—He visto demasiado el día de hoy, —dije con hastío guardando la cámara. —Esto es una payasada.

—Bueno, date una vuelta porque yo quiero ver como esto termina.

Y lo hice, me deshice del abrazo de la multitud y seguí caminando. Caminé más rápido de lo que pensaba. Miranda ya no podía tocarme pero cada vez que me topaba con su imagen, sentía que a mis pulmones no le llegaba suficiente aire y me dolía la espalda.

Supongo que la imagen lo era todo, ¿no? Salí del parque Tarqui y empecé a vagar. Llegué al primer bar que encontré, las luces tenues y las paredes pintadas con diseños en neón y hice la cosa más deprimente que podía pensar: empecé a beber sola mientras revisaba mis fotos. Cuando estaba a punto de mensajear a la Danna que "Si quería encontrarme, estaba en tal lugar...", la puerta se abrió con brusquedad.

Era Miranda Birkett, cabreada y usando un abrigo demasiado grande como para pertenecerle.

¡Qué coincidencia para más pendeja!

Y se sentó al lado mío. No intencionalmente, claro está. Me aparté un poco, sujetándome de la barra y tomé mi cerveza conmigo. Ella continuó leyendo la carta de tragos hasta que nuestros ojos se encontraron y saltó del susto.

—No puede ser, —dijo ella aferrándose a lo que podía con tal de no caerse del taburete. —¿Qué haces aquí?

—Hola, primero que nada. Buenas noches, Olivia. Un placer encontrarte... después de mucho tiempo. —Le di un sorbo a mi cerveza.

Ella se quedó callada. Rompió el silencio para pedir algo que tomar. Debatí si cambiarme o no de puesto pero ella retomó la pelea.

—Lo siento, Oli. No te he visto desde hace seis años y la primera conversación que tenemos es yo putéandote.

—Gracias, supongo. —Dije, porque no sabía qué decir.— Estuve en tu tocada antes. Una amiga me arrastró. Tienen una música interesante.

El equivalente verbal a una rama de olivo.

—Oh, genial. Me viste haciendo el ridículo allí arriba. Te prometo que esta es la primera vez que me abuchean.

—No escuché abucheos.

—Entonces, no estuviste en el concierto.— A Miranda le sirvieron uno de esos tragos elegantes que sirven en tazas de cofre. No sé cual era, no sé de coctelería.

—Como digas.

—Pero insisto, ¿qué haces aquí? —Ella preguntó después de un suspiro visceral dejando caer sus hombros. ¿Por qué ahora? me pareció escucharla pensar. Guardé mi cámara en su estuche. Quería saber a dónde me llevaba eso.

Soñé que rompíamos espejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora