Lo que pasa es que una canción no es suficiente. A veces, tus sentimientos no son suficiente. Lo supe cuando envié el demo de la canción, tratando de aislar lo mejor que puede el reggeaton que podía el taxista y los gritos de mi madre (Luces ebria, ¿Estás ebria? ¿Qué te tiene tan alterada niña?, pregunta sin respetar que estoy grabando y regrabando) y Olivia me devolvió un visto. Ya eran la una de la mañana. No hay pleíto. De seguro debía estar durmiendo, pero mientras ella dormía yo pasé con la mirada clavada en el techo haciendo retrospectiva de nuestra relación.
¿Por qué no dejas a Santiago? Ella me había preguntando mil veces y esa pregunta se había vuelto una alarma que posponía. Ninguna de las respuestas a esa pregunta me hacía sonar como una buena persona. ¿Cómo podía explicarle que era un chico y que era fácil de convencer?
Ya a las diez de la mañana del día siguiente, reviso un mensaje de ella: Me regreso a Cuenca. Anunciaba. He enviado todas las fotos que tengo por correo, y también se las he enviado a Rafael. Hagan lo que hagan, no se olviden de darme crédito.
ESTÁS LEYENDO
Soñé que rompíamos espejos
Ficção GeralLa historia y la caída de una banda de rock y dos chicas cuyo mundo se vuelve a reencontrar después de mucho tiempo.