¿Qué fue lo que pasó? ¿De qué hablaron?
Ni siquiera hubo un saludo, un poco más y Santiago atraviesa la puerta para hablar con Rafael. ¿Para qué saludarlo? Las últimas horas habían sido viscerales, había pasado de la euforia al odio en un corto tiempo y si había algo que odiaba eran las emociones fuertes, esas que hacían a su padre golpear la puerta hasta que el pestillo quede inservible. Se había quedado en la sala, escuchando música sin prestarle atención a la letra, mientras escarbaba entre la piel de la palma de sus manos y miraba la pintura de un hombre iguana que el ex compañero de Rafael había dejado atrás y nadie se animaba a retirarla sin importar que tan perturbador fuera.
Dos cosas: déjame entrar primero, dice Rafael escabulléndose del agarre de su amigo, y segundo, no es tu asunto.
¿Cómo que no es mi asunto? ¡Es mi novia!
No todo lo que haga Miranda tiene que ver contigo.
Me dejo a la mitad de un bar por ir a buscar a Olivia y a ti.
Rafael se quita los zapatos y empieza a deambular por la sala. Los minutos pasan en silencio, hay un aire pesado entre los dos. Santiago levanta la comisura de sus labios con fastidio.
Bueno, me voy a dormir. Tú habla con ella. Yo no.
¿Por qué tan a la defensiva?
¿Por qué tan intenso?
Santiago se queda callado y cruza los brazos sobre su pecho adolorido como un escudo. Rafael cierra la puerta de un portazo que retumba sobre todo el departamento. Extraña el pequeño agujero que hubo en sus pensamientos en la noche de la casa de Orlando.
Olivia se regresa a Cuenca, Rafael anuncia frente a su desayuno de huevos revueltos y café negro. Espera por la sensación de triunfo que le deberían traer esas palabras aunque no llega. Entonces, ayer fue más complicado de lo que pudo imaginar. Ha enviado las fotos y se ha disculpado.
O sea que ni siquiera sirve para terminar sus proyectos. Santiago dijo entre dientes. Digo, ¿esta pendejada no era parte de su tesis?
Tenía sus razones.
Sí, claro. Mejor que se haya ido.
O quizás no, porque eso implicaba que lo que sea que hubiera pasado el día anterior había sido más grave de lo que podía imaginar. La Olivia que se había pegado a ellos cual sanguijuela las semanas pasadas tendría que tener una razón de peso para ser expulsada de la ciudad.
Sé que la odiabas, el problema es que su trabajo era muy bueno. Ella se las arreglado para tomar buenas fotos de nosotros. Son perfectas para el booklet de nuestro álbum... aunque solo tengamos seis.
Ella jodía el equilibro de la banda.
Últimamente todo el equilibro de la banda, contraatacó Rafael. A Santiago le pareció que estaba incluído en ese "todo".
¿Por qué tanta defensa a Olivia?
Me cae bien, eso es todo.
Si lo que había pasado la noche anterior había sido tan denso que motivó la partida de Olivia, eso también implicaba que Rafael, su amigo de cuatro años, le estaba escondiendo algo junto a Miranda. De pronto el café le sabía como agua de desague.
¿No te parece que tenía una obsesión extraña con Miranda? Él comenta. Me parece un poco repugnante. Digo, a lo mejor estaba enamorada de ella y la pobre Miranda no se daba cuenta.
Rafael pone su mano encima del hombro de su amigo.
Tú, mi estimado, eres un hombre muy tonto a veces.
La espina ya está allí pese a que no quiere pensar en eso. ¿Para qué hablar con Miranda? De seguro le sale con un montón de indirectas condescendientes como Rafael que se había desconectado de la conversación y ahora estaba viendo videos en su teléfono. La gente de la banda, sus amigos entrañables, le veían la cara todo el día. Y eso estaba a punto de empeorar. Tomo la nota mental de que debía volver a ver a Orlando, no porque fuera a consumir, sino por precausión. Siempre por precausión.
ESTÁS LEYENDO
Soñé que rompíamos espejos
Fiction généraleLa historia y la caída de una banda de rock y dos chicas cuyo mundo se vuelve a reencontrar después de mucho tiempo.