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Y caí en un agujero del cual no podía hablar, ni con mis amigos ni con mi madre, un agujero era tan profundo que se las había arreglado para rodearme de tierra. Cada pequeña cosa me hacía llorar, dejé atrás mi merienda para transformarla en un té y chocolates. Me lo había buscado, era mi culpa. Compuse el resto de las canciones en silencio y me presenté a las grabaciones con la cara lavada, sin desayunar y sin hablar con nadie. Santiago estaba cómodo, o por lo menos, presente. Más presente que yo, que cantaba con la mirada perdida, agarrada al micrófono, moviéndome de lado a lado en automático.

A él no le incomodaba, me sostenía de la mano, me acompañaba en el silencio incluso cuando le decía que no tenía ganas de besarlo y cuando golpeaba sus manos cada vez que intentaba bajarme las tiras de mis vestidos. ¿Te jodió que se fuera, verdad? Es por tu bien.

Aquello me puso los nervios de punta, y me hizo temblar sin embargo, mordí mis labios. Salíamos de una mala racha y aquello era más simple. ¿Por cuánto tiempo?

No tuve las fuerzas para mostrarle a Rafael la canción que compuse para Olivia. Aquello era demasiada honestidad para mí.

¿Y por qué motivo estarías triste, niña? Tú no sabes lo que es sufrir. A ti te lo hemos dado todo en bandeja de plata. Déjate de dramas estúpidos y come. Mi madre insiste mientras escucha las noticias. Es uno de los pocos momentos que está presente para la hora del almuerzo. Mal si como mucho, mal si no como. Mi madre es del tipo de cazar manchas grises en un lienzo blanco.

Aquello me hace chirriar los dientes.

Mamá, ¿recuerdas a Olivia?

No, lo la recuerdo. Ella dice con fastidio y con esas palabras se desvanecen incontables horas de aburrimiento y estrés sentada en una banca de la corte. Así funciona cortar memorias para sobrevivir.

¿Y recuerdas cuando quemaste todas mis canciones?

¿A qué viene todo este interrogatorio, Miranda? Ya pasó. Supéralo. No seas débil.

No me puedes pedir que supere algo que me sigue molestando.

Pues sí puedo y lo haré, no tiene sentido que sigas pensando en eso. Además, si tanto quieres lloriquear tienes que saber que todas las cosas que hice, las hice por ti para que supieras quién eras y fueras por el camino correcto. Mila de la Rosa habla como si le estuviera dando un discurso a sus empleados.

Y bueno, ¿cómo sabes quién soy?

Yo te parí, Miranda, sé quien eres. No, sabes quien debo ser y estoy fallando en eso. Saberlo se tiene como arañas en mi estómago. El gran dolor, ya está aquí. Y bueno, vas a comer o no, que tengo que lavar los platos. ¡Jesús, ten piedad de mí! ¿Yo qué te he hecho para merecer esta niña?

Son semanas zombies, semanas en pausa hasta que Rafael me da la noticia por teléfono. Supongo que le sale más conveniente. He hablado con un amigo que tengo por allá en Cuenca, José, el que te dije que tiene la disquera. Quiere invitarnos a tocar para un evento y hablar con nosotros. Parece que nuestro proyecto va a salir adelante.

Hago un pequeño chillido de felicidad que no corresponde con la idea de que nuestro album vea la luz del día, sino porque es significa que puedo ir a buscar a Olivia de una vez por todas, y empeorar o mejorar las cosas. Lo que venga primero.

Soñé que rompíamos espejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora