Soñé que rompíamos espejos

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Eso es bueno. Hablar. Volver al ruido después de seis años.

Bueno, no tenían que pasar seis años. El internet está allí. FaceBook, Twitter, Instagram.

Lo sé.

Si querías escribirme, solo tenías que hacerlo.

Lo siento.

No te estoy recriminando nada, pero ni siquiera me sigues en Instagram.

¿Para? ¿Y qué te diría?

No lo sé. De pronto: "Lamento haberme marchado de tu vida de un día al otro sin decir nada."

Lamento haber tenido una madre tan de mierda que me haya obligado a hacerlo y lamento también no saber como funcionan las palomas mensajeras.

Entiendo que cuando tenías dieciséis años aún dependías de ella pero ahora tienes veintiuno y tu mami no te va a estar revisando el celular.

No sabes de lo que mi madre es capaz.

Yo recibí el golpe, Miranda.

Digamos que te hubiera escrito y me hubiera disculpado. ¿Luego qué? ¿Eso sería todo?

Sí.

¿Y después? ¿Te contaba las cosas estúpidas que hago a lo largo de mi día? Que salí al súper o que tengo esta canción pegada en la cabeza o que salimos con los chicos a beber y que te hubieras divertido con nosotros. Que vengas a nuestras presentaciones y lanzamientos. Ni siquiera vivimos en la misma ciudad.

¡Lo estás pensando demasiado!

Estoy pensando en detalles importantes.

¡Te hubiera dicho que sí! ¡Hubiéramos sido amigas! ¿Por qué se te complica todo?

¿Alguna vez fuimos amigas?

Ya empezaste.

Es una pregunta válida.

Ya es tarde, mira la hora.

Dale, escapa de las preguntas.

Sí fuimos amigas. ¿Recuerdas cuando dijiste que no podías salir con alguien que no fuera tu amigo primero? Tú misma te respondiste.

Ehm, supongo.

¿A dónde te vas a quedar, Miranda? Son las once de la noche. Acá todo cierra temprano.

No lo sé. Hacía tiempo.

¿Qué tal si te quedas conmigo? Como amiga. Vamos a mi casa.

¿Por qué?

Bueno, ¿te parece o no?

Te pregunté porqué.

¿Si o no? Tengo las llaves aquí. Pago y me voy.

Está bien, voy contigo. Gracias.

De nada.