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Intercambiaron números de teléfono, redes sociales y direcciones de email, por si acaso. Santiago no revisó ninguna de ellas. Ni siquiera se molestó en guardar a Victoria como contacto. Le dió el número de su habitación y le dijo que sería bienvenido, solo tenía que tocar la puerta tres veces para garantizar que era él.

El escapismo era más grande que el sentido común. Victoria ni siquiera le agradaba del todo, tenía la voz demasiado chillona, hacía preguntas imprudentes, olía a cenicero. Sin embargo, se había fijado en él en su peor momento. ¿Por qué será?

No te preocupes, si nos perdemos, nos perdemos juntos. Me hará bien la compañía, ella había escrito.

Tiró la navaja después de haberla limpiado con compulsión. La dejó abandonada en el primer basurero que encontró cubierta en una funda blanca. Le hubiera gustado dejarlo abandonado también. No había recibido ningún mensaje de Miranda. Si ella se mantenía en silencio, él también hasta que alguien ceda, como un concurso de miradas.

Victoria viene a la hora acordada, ni un minuto antes, ni un minuto después. Con cierta desesperación y hambre. Se había molestado en arreglarse, con una gabardina, el pelo recogido dejando a la vista sus grandes pendientes de aros y tacones. Santiago aún tenía el mismo suéter con el que vino y uno de sus dos pares de jeans. Simple, cual ruido blanco.

Luces agotado, ¿estás bien?

Simón, tanto como alguien en sus condiciones puede estarlo.

Eres tan joven, Victoria examina su rostro. Lo toma entre sus manos y él lo deja, frías como están. Tener tu edad es tan divertido. Yo a tu edad ya tenía una hija. ¿Puedes creerlo? Ugh. Que puta envidia, mataría por volver a mis veinte.

Él ni siquiera la mira a los ojos.

Pues mis veinte no tienen nada de divertido. Él gruñe y ella lo suelta. Ambos salen por la puerta, Santiago espera a que ella salga primero y sin querer, da un portazo que resuena por todo el pasillo. Nadie comenta nada.

Ah, por cierto, google tu banda. ¿Flores Nucleares?

Se acomoda la chaqueta. Caminan por recepción. La noche apenas empieza y tiene una gran urgencia para que se acabe.

¿Ah, sí? Paremos esta conversación, por favor. No se puede digerir está conversación. Cruzan la puerta de vidrio y madera para salir a la calle donde un cielo nublado los saluda. El sol se está poniendo.

Sí, la vocalista es una chica muy bonita. Miranda, ¿no es así? No es mi tipo de música, es demasiado depresiva pero no está mal.

Se apresura a cambiar de tema. Miranda ya no suena como nombre. Miranda. Mi.ran.da. Miran.da. Mirando están. ¿Disculpa?

¿Por qué Cuenca? ¿Por qué ahora?

Pero solo dime que no quieres hablar de eso y ya. Victoria gesticula con energía. Que yo no me ofendo.

Él nervioso hunde sus uñas en los recovecos familiares de la palma de sus manos. Unos minutos de silencio mientras suben una colina y él empieza a sentir que le prenden fuego a sus pulmones.

No todo tiene una gran razón de ser. A veces las cosas solo pasan porque sí.

La gente no planea viajes internacionales a lo loco. ¿Eres millonaria o algo así?

Victoria mete las manos en su bolsillo y le dice que lo siga, que tienen que virar a la siguiente esquina por el mar de mostradores de tiendas variadas de ropa e importadoras. Tenían la piel helada y para Santiago eso hacía todo mil veces peor.

Soñé que rompíamos espejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora