Quedé con Victoria frente al Tomebamba, antes de entrar al restaurante. Pasé mirando al río de cauce suicida, grandes piedras y pasto hasta las rodillas. Después de años aquí, las colinas ya no me afectaban, sin embargo, ese día sentía que cualquier empujón, cualquier movimiento imperceptible de la tierra podría disolverme. Esperé con un manojo de nervios debajo de la lengua.
Y ella estaba allí, de gabardina, botas de tacón y rubor en sus mejillas. Me saluda con una sonrisa que me recuerda que he sido un efecto colateral, una causalidad de alguien que le tomó unos ajustes acomodarse a su vida. Se acerca a mí y yo le tiendo la mano, cosa que ella ignora y me saluda con un abrazo asfixiante. Mi Livi, Livi, Livi. ¿Quién rayos era ella?
¿Entramos? Me dice con toda la energía que me falta. Asiento.
La rutina de siempre: me habla de mis hermanos, de los hobbies que tiene y abandona al momento, de mi padrastro y su casa en Milán de paredes beiges y balcón negro. Sus vacaciones en Londres, los primeros días de clases de mis hermanos. Ella habla, las palabras son más rápidas que sus pensamientos, tan entretenida con el sonido de su voz que no nota ni se alarma porque no he tocado mis samosas.
Luego del desgaste, viene el silencio. Ella pone sus ojos sobre mí. ¿Y tú?
Yo... Bueno, estoy haciendo mi tesis para graduarme como diseñadora. Estoy ayudando a una banda con la línea gráfica de su álbum. He viajado y ha sido interesante.
No pregunta por mi padre, no sé si por falta de interés o por incomodidad.
Me alegro, dice ella sin alegrarse en absoluto. Mis pensamientos se han vuelto cuentagotas que se traban dejando atrás momentos de sopor que amenazan con apagarme. Pone sus ojos de víctima perfecta y me baja la voz antes de tomar su sorbo a su trago. Escucha Livi, sí, he vuelto para verte... Aunque tengo mejores noticias. Es posible que regrese a Ecuador para siempre.
Y eso en lugar de emocionarme, me enfurece.
¿Y Chiara y Enzo? ¿No necesitan una madre? Victoria resopla.
Eso es una tontería. De todas maneras quieren más a Guido que a mí.
No es una tontería. Yo era como esos niños... Y mírame ahora, pensé, incapaz de vivir dos cosas malas sin sentir que debo cerrar mi garganta para siempre y esconderme debajo de los tablones del suelo. ¡Por Dios, Victoria! ¡Tenías un solo trabajo y fracasaste!
Primero, te agradecería que no me hablaras así. Hago un esfuerzo por no rodar los ojos. ¿En qué momento te volviste tan criticona? Segundo, no fracasé. Estás viva, ¿no?
¿Por qué ahora? Digo sudando frío con ambos codos sobre la mesa. ¿Qué tiene de especial este momento?
¿Te vas a comer eso? Señala mis samosas y yo niego con la cabeza. Las toma, alargando sus brazos que yo esquivo. Trago saliva. Responde a mi pregunta.
Ya no ya para mí en Italia.
¿Por qué?
Momentos difíciles. Y pensé que querías ayudar a tu madre a ponerse de pie. Hice lo imposible para encontrarte, Olivia. No sabes cuantas llamadas tuve que hacer para saber que ya no vivías más en Guayaquil...
Podrías haber preguntado. Gruño mientras la veo comiendo mi comida.
No, porque estás en una fase idiota en la que no quieres hablar conmigo.
La que no contesta a los mensajes eres tú. Recuerdo cada vez que intentaba conectar con ella, nerviosa contándole detalles tontos de mi vida, hambrienta para encontrarme con silencio. Más sudor frío. Cada día que pasa, estoy más débil. Mi madre es una mancha roja frente a mí.
Bueno, lo que pasa. Ella continúa. Debo lucir terrible aunque ella no lo nota. Es que mi vista caducó, ¿puedes creerlo? Es más, he tenido una vista de estudiante cuando necesitaba una visa de trabajo.
Su risa estentórea y me golpea en los temples de la cabeza.
Y pensé que, bueno, soy tu mamá. Quiero estar contigo. Sé que a Lucas no le ha de agradar... Será temporal, hasta que consiga una manera de mantenerme a flote.
No me siento bien, susurro.
Y podríamos hacer cosas divertidas: tú podrías enseñarme la ciudad, podríamos ir de compras... Olivia, ¿Me estás escuchando?
Mamá...
Mi cabeza, demasiado pesada para mi cuerpo, cae encima de la mesa mientras toda esa conversación se vuelve en gusanos borrosos que se mueven, unos encima del otro, arrastrándose hacia mí.
La tercera vez es vergonzosa. Si hubieras hecho la primera y la segunda bien, esto no pasaría. Es vergonzoso porque tienen que cargarte fuera de un restaurante, ponerte en tu taxi y ver como tu madre ausente te abandona asustada en recepción diciendo "Que no sabe que pasa, que ella no tuvo nada que ver y que es demasiado estrés para ella". Cosa que ya sabías que pasaría y de todas maneras de duele más que la kilométrica aguja con la que te están poniendo la intravenosa.
35 kg, son diez kilos más de los necesarios según el doctor. Yo solo quiero dormir.
Mi padre llega solo. Tiene la misma cara de decepción y tristeza que las otras veces, con las comisuras de sus labios temblando. Además se eso, se nota el cansancio.
Miranda ya se ha marchado. Lo siento, Olivia. Me escribe por mensaje: "Mi madre se puso muy intensa y me quiere allí, en este instante, un poco más que me teletransporte a su casa. Quizás deberíamos darnos un tiempo. Me parte el corazón que nunca sepamos sincronizarnos. Estar juntas implica esforzarnos un punto más allá de nuestras limitaciones y mis nervios. La música no lo puede resolver todo, ¿no es así? Por eso no contestaste a mi canción cuando te la envié por primera vez. Lo siento. Te amo, eso ya lo sabes. Ya veremos como solucionamos todo lo de la banda ahora que ya sabemos que sí va a ver la luz. Te lo hubiera contado antes, pero siento que nada te emociona".
No le digo que estoy internada, eso sería prolongar lo improlongable. Me parece bien. Le informo que editará todas las fotos y terminaré eso a tiempo, antes de que me quiten el teléfono por un mes. No importa, el tono de las enfermeras y las rueditas de las camillas me dan paz. Saber que este es el fondo y solo queda flotar.
Lo único que me consuela es que en el caos, nace la creatividad.
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Soñé que rompíamos espejos
قصص عامةLa historia y la caída de una banda de rock y dos chicas cuyo mundo se vuelve a reencontrar después de mucho tiempo.