Lo arruiné. Me descuidé unos segundos y lo arruiné. Me lo merecía por bajar la guardia, por balancear dos vidas al mismo tiempo. Por falsa, por insegura, por indecisa. Ni siquiera disfruté estar con Santiago esta noche, pero... él dentro de su complejidad es tan simple. Es tan fácil de calmar. Ya quisiera yo poder ser así. El bar se está desocupando cada vez más hasta solo quedar dos personas. Son las doce. Tengo dos llamadas perdidas de mi madre porque le dije que mi hora de llegada sería las once y media.
¿Y Olivia? ¿Dónde está Olivia?
Se fue con Rafael. ¿Qué tema de conversación podían tener ellos dos? Mi teléfono casi se cae de mis manos al marcar su número. Nada. Silencio. Buzón de mensajes. A llamar a Rafael. Contesta después de la tercera llamada, mientras tomo mi bolso con dedos torpes y me pongo una chaqueta.
Rafael, hola. Dijo jadeando. ¿Está Olivia allí?
Si quieres vernos, estamos en el Sweet and Coffee que está a dos cuadras. Eso es todo lo que atina a decirme. Me parece justo y necesario. Apenas me lo comunica, yo ya estoy saliendo del bar, dejando atrás a Santiago que lo consuman sus amigos borrachos y los letreros de neón. Buena suerte, yo ya lo hice feliz. Ahora tengo que hacerme feliz a mí misma.
Llego cuando ellos ya han terminado su café, me lo dicen sus tazas vacías y los montículos de servilletas. Es fácil encontrarlos, están al lado de la ventana. Olivia tiene las piernas cruzadas y sus labios tiemblan. Rafael la mira con paciencia. Ni me molesto en saludarlos.
Tengo algo que contarte. Le digo, aunque para estas alturas ya suena absurdo.
Explícame todo este caos, él dice. Olivia anuncia que se tiene que ir, no se siente bien, no se está divirtiendo y tiene muchas cosas que pensar. Quiero que se quede aunque ya he hecho mi parte, así que no digo nada, sino que me quedo para allí como si fuera parte del decorado. Ella se marcha, se despide de Rafael con un beso y a mí me hace un gesto amargo que no llega a calificar como una despedida. Me adueño de su puesto una vez que la veo partir a través de la mesa de vidrio.
Así que eso fue lo que hiciste esa noche, y yo pensé que te habían raptado o algo.
Lo siento.
No es conmigo con quien tienes que disculparte. Resoplo. Ya me preguntaba yo porqué nunca nos habías hablado de ella. Si es una amiga de la secundaria, mínimo la hubieras nombrado en alguna anécdota.
No es una amiga de la secundaria.
Exacto. Rafael acomoda la basura encima de la mesa. Sobres de café y palitos para revolver manchados con labial. Pero luego me puse a pensar un poco más, Miranda, y me di cuenta de que nunca nos cuentas historias sobre ti. Y me dije, bueno, es un poco privada. Hay que darle un tiempo. A no todo el mundo se le da bien expresarse, hay capas y capas. La Miranda de ley no es muy buena leyendo los sentimientos y las necesidades de la gente. Y así han pasado cinco años. Olivia en una media hora fue capaz de decirme más de ti que tú en todos estos años.
Me quedo callada.
Ella vino a Guayaquil por ti.
Lo sé.
Tú se lo pediste.
¿Cuál era tu ingenioso plan?
En cualquier momento las lágrimas amenazarían con resnalarse por mi rostro y me sentiría como cuando era una niña y mi madre me dejaba de hablar por días por perder un crayón.
No tengo ninguna, dije con un hilo de voz. Solo quería verla.
Él me mira con una mezcla de incredulidad y fastidio.
¿Entonces planeabas salir con ellos al mismo tiempo?
No, yo...
¿Cómo pretendes arreglar esto?
Rafael suspira con cansancio tamborileando sus dedos contra la mesa de madera.
¿Te digo qué es lo que tienes que hacer? Escoges uno. Te aferras a él. O bien, no escoges a ninguno y aceptas que te metiste en una situación de mierda.... Y escoge rápido, que o nos quedamos sin fotógrafa o nos quedamos sin guitarrista.
¿Qué te dijo Olivia? suspiro. Tiemblo y la mesa tiembla conmigo.
Todo. Me mostró las cicatrices en su cabeza, me contó sobre el club de periodismo, secundaria, su reencuentro en el bar. Me comí toda la película... ¿Y sabes qué es lo más divertido? Negué. Ella hablaba de ti como si fueras extraordinaria, no el caos que tengo adelante.
Pero Santiago...
Santiago es un tipo extraño pero es mi mejor amigo.
Asiento.
¿Sabes si ella se va a quedar o se regresará a Cuenca?
Yo no sé nada, Miranda. Eso ya te corresponde a ti. Uno de los empleados nos comenta con cordialidad que ya cerrarán el sitio. Somos las únicas personas en esa cafetería con música de ascensor y un aire acondicionado fijado a temperatura glacial. Pero te voy a decir algo, no te estoy juzgando por tu orientación sexual, te estoy juzgando por tus malas desiciones.
Salimos a la calle y esperamos un taxi sin decir palabra alguna. Rafael revisando a cada rato que ninguna persona peligrosa nos siguiera y yo abrazándome a mí misma gracias al viento. Compartimos el auto, éramos dos cuerpos en su máxima distancia mirando a las ventanas de los lados opuestos, perdidos en otros mundos.
Él se va y lo veo entrar por los portones verde óxido de su edificio, sus rizos desapareciendo en el interior y siento una punzada amarga en mi abdomen. Me ha visto y me odia un poco por eso. Olivia y Santiago también. El resultado es una mueca de disgusto, qué vísceras más feas, que dientes más torcidos, que sentimientos más desagradables que crecen con maleza. ¡Que fracaso!
Abro mis notas de voz en el teléfono y tarareo para mí misma.
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Soñé que rompíamos espejos
Fiksi UmumLa historia y la caída de una banda de rock y dos chicas cuyo mundo se vuelve a reencontrar después de mucho tiempo.