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Insisto, ¿Cuál es el problema con Santiago? dice Olivia sin mirarme de nuevo, con sus pies inquietos, mientras esperamos nuestros almuerzos en un sitio especializado en hamburguesas smash. No soy yo, no es que me lo imaginé, ¿verdad? Casi me amenaza.

Mira, yo no sé qué le está pasando al man. Frunzo la nariz. Es la primera vez que se comporta de esa manera. Ni sé que podría estarlo afectando.

Soy yo.

No eres tú.

Si tienes dos dedos de frente, entonces sí soy yo.

Que no.

¿Por qué eres tan necia?

Estoy cansada Olivia, admito. Si hay algo más feo que fracasar, es fracasar frente a ti.

Bueno, yo también estoy cansada. De todo este drama innecesario.

¿Irás mañana?

Mirs... ella dice, casi suplicante. Quizás la estoy perdiendo. Quizás le vino la temible consciencia de que ha cometido un error y no queda más que retirarse.

Piensa que lo haces más por tu arte que por mí.

Ella suspira desde el fondo de sus pulmones.

A mí me encanta complicarme la vida. ¿Cuánto tiempo pretendes que me quede en Guayaquil?

¿Lo que sea necesario? Dije con nervios. Allí está de nuevo, el dolor en la boca del estómago, el gran pesar.

Sabes que mi tía no es la persona más agradable del mundo.

Sé que yo te invité, Oli, pero, ¿Qué haces aquí? Mis manos se ponen a jugar con las servilletas.

Porque te quería ver, tonta. Tenía... ella hace una mueca, tenía la esperanza de que pudiéramos retomar las cosas, como esa noche. Dime por favor, Miranda, dime que no me equivoqué.

Me quedo en silencio por unos minutos, sin saber qué decir. Miro mi reflejo en la ventana. Genial, una decepción más. Mis manos están sudando.

No, no te equivocaste.

Le ofrezco mi mano como una ofrenda de paz.

Pero eso sí, todo esto va a tomar tiempo así que ve acostumbrándote a tu tía.

No soy paciente, Olivia advierte con una sonrisa.

Lo sé. Pero se puede empezar por algo.

Mi madre no estaba en la casa aunque podía sentir sus ojos pegados en cada rincón de la casa. La podía sentir entre las macetas de la entrada, mientras que mis manos torpes estaban sosteniendo las llaves. Olivia esperaba de brazos cruzados. No entendía cuál era su disposición de volver a la casa de los sucesos. No parece particularmente afectada. No mira la fachada sino que me mira a mí batallando con la puerta. "No importa, voy a estar bien. Te prometo que no me abrirás la puerta de tu casa y tendré un ataque de pánico".

Me miente, claro está. Es porque si no nos encontramos en mi casa, no nos veríamos en ningún otro sitio. La puerta se abre y cruje dejando a la vista una mansión espectral, con todas las luces apagadas. Olivia estornuda por el polvo.

Este lugar no ha cambiado en absoluto.

Sí, el olor a burguesía vieja es difícil de quitar. Le hago un ademán para que entre tras de mí. Subimos las escaleras en silencio, los llaveros de Olivia tintineaban. Sus pies se levantaban con desgano escalón tras escalón.

Ella da un suspiro de alivio al darse cuenta que si bien la casa no había cambiado, mi cuarto sí. Las paredes rosas se habían convertido en blancas. El piso de madera se había convertido en baldosas. Las cortinas habían cambiado, la dirección de la cama. Lo suficiente para que no pareciera la escena de un crimen.

Sí, Olivia se está enfrentando al cuarto recién pero yo había pasado años tratando de hacerlo un lugar en el que pudiera vivir. No sabía cómo tocarla. Solo me ve una vez, se acerca a mí dejándome contra la pared y me besa. Hemos vuelto.

¿Quieres verme intentando componer una canción?

Adelante, ella deja su bolso encima de mi escritorio y se tiende boca abajo en mi cama con su teléfono entre manos. Me saqué los zapatos y me senté frente al teclado. Mis manos se congelaron frente a las teclas. Escribir era fácil, o más bien, debería serlo. En algún momento lo fue. Cuando tenía dieciséis podía describir con exactitud cada emoción que sentía detrás de la lengua.

Ella nota la falta de música.

Y bueno, ¿sobre qué quieres escribir? me pregunta mientras yo recojo mis partituras del suelo.

No sé, ¿sobre ti?

Olivia se acomoda en la cama para verme mejor.

No me opongo a la idea.

Reímos, pronto me vuelve la angustia de saber por dónde empezar.

¿Y bueno? ¿Es porque te estoy mirando? ¿Te estoy cohibiendo de alguna manera?

No, solo que... siento que si no escribo lo mejor que he escrito en mi vida, todo va a ser terrible.

Bueno, esa es tu manera de ver las cosas.

No, tienes que entender que voy a cumplir veinticuatro y no he hecho nada con mi vida. Insisto, aporreó el teclado creando una cacofonía. La última vez que te vi, te dije que iba a ser todas estas cosas pero la verdad es que sigo aquí. Sigo viviendo con mi madre, sigo en el mismo cuarto...

Y lo harás, a su tiempo.

¿No te cansas de esperar?

A veces no me doy cuenta de que estoy esperando.

Intento tocar un par de notas nuevas, mis manos se sienten como garras sobre el piano, colgando a la espera de un sonido decente.

Lo estás pensando mucho.

¿Olivia alguna vez habrá pensado mucho sobre la misma cosa? Si su cerebro era como un estéreo, tiene un botón de encendido y apagado.

Estoy pensando mucho porque tú estás aquí.

Auch, dice ella y simula dejarse caer en la cama como si la hubiera herido de gravedad. Bueno, lamento que haya destrozado tu racha de evitar pensar sobre cosas.

No. Gracias. Necesito un descanso para pensar sobre mí...

Ven a la cama entonces, que tu madre regresa a las cinco.

A la segunda vez, ya no tengo ataques de pánico.

Soñé que rompíamos espejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora