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No puedo dormir. Miro el techo de mi habitación con interés, mientras que mi cerebro piensa en Daniel Dilaurenttis, un hombre multimillonario, que me ha pedido comer con él y me ha ofrecido un puesto de trabajo en su empresa. Estos son puntos que me hacen pensar que es gay, tal vez le gusto un poco, tanto como él a mí.

Intento evitar pensar en todo lo que está pasando. ¿Cómo es posible que con una sola llamada haya convencido a la universidad para que pueda faltar mañana sin tener que dar explicaciones? Tampoco entiendo cómo sabe dónde vivo, en realidad sí que lo entiendo; en las preguntas de su entrevista estaba: "¿Dónde vives?". Me siento estúpido por darle con tantos detalles los datos de mi vivienda y mi vida en general.

¿Cómo pudo hablarme de esa manera? Estaba en mi casa y gritó mi nombre con enfado. Intento buscar una explicación a eso. Pero mientras más la busco, me doy cuenta de que al hacerlo, despierto más deseo dentro de mí. No le conozco de nada, solo le he visto dos veces y se ha tomado mi confianza como algo más fuerte.

Me tomo una taza de café, irónico, hasta el café me recuerda al estúpido y multimillonario, Daniel Dilaurenttis.

—¿No puedes dormir? —me pregunta Christine bajando las escaleras.

—No.

Se recoge el pelo en una coleta y se deja caer a mi lado, en el sofá.

—¿En qué piensas? —me pregunta, mientras se apoya en mi pierna, utilizándola como almohada.

—En nada, solo...

—Eden, suéltalo. —me dice mientras me pega con su mano en la nariz.— ¿Qué pasa con él?

—¿Cómo sabes que...?

—Estás enamorado de él, bueno... te gusta. —suspira.— Aun me sigo preguntando, ¿por qué vino a casa y quería hablar contigo? ¿Tu madre le ha hecho alguna clase de brujería? —le miro con cara de pocos amigos. Mi madre, una joven mujer de origen latino, cree que la brujería existe. Pero es imposible que le haya hecho algo, no sabe que estoy loco por un multimillonario con nombre Daniel. Le doy el último trago al café y no sé qué responder. Si digo lo que Daniel me dijo, Christine hará hipótesis sobre mi relación con el misterioso señor Dilaurenttis y lo contará a todo el barrio.

—Quiere saber qué haré con la oferta de trabajo. —se me ocurre decir.

—Espero que aceptes. —Me golpea otra vez la nariz.— Porque ese albino...

—Christine no es albino. —digo casi con enfado.

—¡Joder! ¿Le has visto la cara?, parece el jodido culo de un bebé recién nacido.

Me echo a reír, no lo había pensado de esa manera. Pero es muy blanco y eso hace que sus ojos azules resalten más.

—Ese chico te desea más que yo a Channing Tatum desnudo en mi cama. —se muerde el labio y hace un sonido de placer.

—Necesitas sexo, pero ya. —le digo casi entre risas.

—Lo sé, el juguetito que me regalaste, se ha quedado sin pilas.

El sol sale y un extraño sonido me despierta. Estoy en el sofá, Christine está en mi pierna. Me levanto de golpe, dejando caer a mi compañera de piso al suelo y salgo en dirección a mi habitación.

Abro la puerta, tomo el móvil: ocho llamadas de Daniel Dilaurenttis y mensajes. No abro los mensajes, me doy una ducha tan rápido como puedo y salgo en dirección al coche.

—Gracias por darme de esa manera los buenos días. —me dice Christine cuando salgo por el pasillo, había olvidado que la había tirado al suelo.

Salgo, enciendo el coche y me marcho en dirección al hotel de Daniel. Ya han pasado las ocho, se suponía que tenía que darle una respuesta a las ocho y solo ha obtenido silencio por mi parte.

El deseo de Daniel  (gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora