Capítulo 49

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Kisaki lo observó durante unos segundos:

—Quiero que me digas acerca de ti, maldición. Tú sabes absolutamente todo acerca de mi vida y yo ni siquiera sabía sobre esto.

Una sonrisa torcida apareció en el rostro de más alto. Estaba perturbado por el giro de acontecimientos. Quería confiar en el chico frente a él, sin embargo, no quería mostrarse débil. Sabía que una de las razones por la que este se había fijado en él es porque es alguien a quien considera interesante. Con voz burlona dijo:

—¿Qué harás con la información? Sé que eres hábil manejando los secretos de los demás y descubriendo sus puntos débiles. No quiero ser tu peón ese estúpido tablero.

El chico de lentes estaba estupefacto. En su mente no podía procesar lo que acababa de escuchar. La persona que le gustaba pensaba que era tan manipulador como para usarlo a su favor. Un pinchazo de decepción tocó su corazón:

—Oh ya veo, eso es lo que piensas de mí.

Luego de eso ninguno de los dos habló. El ambiente estaba aún más lúgubre para Hanma. Estaba en la encrucijada entre ceder o perderlo. Ambas opciones eran aterradoras, sin embargo, se lanzó en caída libre a la idea de abrir una vez su corazón y confiar en Kisaki. Antes de que Hanma pudiera hablar, el chico de lentes dijo:

—Debo irme, es tarde

Eran alrededor de las 10 pm cuando salió de la casa de Hanma. Cómo él había dicho durante todo ese tiempo nadie más había aparecido en la casa. Detrás de él estaba Hanma para asegurarse de que llegara a salvo aun cuando fueran apenas unas calles de distancia. No cruzaron palabras durante el recorrido. Al llegar a la puerta de la casa de Kisaki el chico a su lado susurró:

—Ven mañana a mi casa

Después de lo ocurrido, el chico quería negarse, pero también estaba extremadamente curioso por lo que asintió con la cabeza y entró a su casa. El padre de Kisaki estaba sentado en la sala. Al ver a su hijo entrar dijo autoritario:

—¿Dónde estabas?

El chico tembló un poco al oír su voz. Yuikiro, era un hombre de mediana edad. Su personalidad fría y su carácter estricto imponían respeto en cualquier lugar a donde iba y él sabía bien cómo usar eso a su favor. Se aprovechaba de su buena posición para someter a otros a su conveniencia y antojo, por lo que desde pequeño Kisaki aprendió a mover los hilos para generar un buen espectáculo sin ensuciarse las manos. Después de unos agonizantes minutos dijo:

—Estaba con mis amigos

El padre hizo una mueca de desagrado al escucharlo. Su voz sonaba desprovista de todo sentimiento fraternal:

—Debiste ser tan bueno como tu hermano, sin embargo, sólo me das vergüenza—sin mediar palabra alzó su mano dándole un fuerte golpe

El chico quedó aturdido durante una fracción de segundo por este acto, pero apenas recuperó la compostura bufó:

—Me importa poco lo que alguien como tú quiera.

Después de decir esto caminó hacia la puerta y salió nuevamente de su casa. En su mente la idea de dormir en la calle era preferible que volver a enfrentarlo. Iba caminando sin rumbo se le ocurrió enviarle un mensaje a Hanma:

Yo

¿Puedo quedarme en tu casa esta noche?

Unos minutos más tarde su celular sonó:

Hanma

¿Dónde estás?

Voy por ti

Kisaki le dijo dónde estaba. Mientras lo esperaba miraba al cielo intentando contener el llanto. Si bien, no era la primera vez que le decía palabras hirientes, ahora se sentía realmente mal. Quizá era el hecho de que la situación en su casa se hacía cada día más insostenible que hacía que todo fuese aún peor. Aproximadamente 10 minutos después Hanma. Al ver llorar al chico sentado en plena calle sintió un dolor inmenso en su corazón. Se acercó a él y se arrodilló quedando frente a frente. Sujeto su rostro con ambas manos:

—¿Que paso?

Una mueca de dolor apareció en el rostro del chico de ojos azules. Hanma retiró sus manos percatándose que una de las mejillas de este estaba roja y comenzaba a inflamarse. La ira se formó en sus estómago haciéndolo arder. No podría perdonar nunca a aquel que tuviera la osadía de dañar lo que era suyo. Kisaki no respondió sólo apoyo su cabeza contra el pecho de Hanma sollozando. Luego que estuvo más calmado ambos caminaron hacia la casa de este.

De nuevo en el cuarto de Hanma, Kisaki habló:

—Tuve una discusión con mi padre—dijo mientras se frotaba la mejilla hinchada: —como supones las cosas no fueron bien

Hanma lo miró serio:

—¡Cómo se atreve ese bastardo a tocarte! ¡Me importa una mierda que sea tu padre!

Estaba demasiado alterado. Temiendo que Hanma saliera a buscar pelea en su casa, Kisaki lo tomó de las manos diciendo:

—Cálmate un poco, yo puedo arreglar esto por mí mismo. Vine aquí hoy solo porque no deseo ver su cara está noche.

El chico de ojos dorados dudaba un poco, sin embargo, respondió:

—Está bien, pero te advierto de una vez que si está situación no mejora te traeré a vivir conmigo quieras o no ¿Entendido?

Un escalofrío paso por el cuerpo de Kisaki al oír esto. No tenía ninguna duda de que Hanma sería capaz de eso y más. Aun así, susurro:

—¿No pondrá problema tu madre si haces eso?

Hanma lo pensó un poco antes de decir:

—Dudo que le importe. Igual ella casi no permanece en esta casa.

Frunció los hombros con desgano mientras se acostaba en la cama. Kisaki se recostó a su lado, este lo rodeo con sus brazos para acercarlo a su cuerpo haciendo que su cabeza quedará apoyada contra su pecho. Podía sentir el palpitar del corazón de Hanma en sus oídos y escuchar su respiración acelerada mientras lo sostenía con cuidado. En eso habló:

—Kisaki Tetta, te quiero. Por esa razón no deseo que nadie te lastimé ni siquiera yo. Sabes que estoy contigo para lo que desees sea legal o no.

Acarició el rostro del chico mientras continuaba:

—Gracias por confiar en mi—le dio un suave beso en la boca.

Última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora