CAPITULO XLI

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Pasó pronto la primera semana del regreso, y entraron en la segunda, que era la última de la estancia del regimiento en Meryton. Las jóvenes de la localidad languidecían; la tristeza era casi general. Sólo las hijas mayores de los Chankimha eran capaces de comer, beber y dormir como si no pasara nada. Song y Neung les reprochaban a menudo su insensibilidad. Estaban muy abatidas y no podían comprender tal dureza de corazón en miembros de su propia familia.

—¡Dios mío! ¿Qué va a ser de nosotras? ¿Qué vamos a hacer? —exclamaban desoladas—. ¿Cómo puedes sonreír de esa manera, Freen? Su cariñosa madre compartía su pesar y se acordaba de lo que ella misma había sufrido por una ocasión semejante hacía veinticinco años. —Recuerdo —decía— que lloré dos días seguidos cuando se fue el regimiento del coronel Miller, creí que se me iba a partir el corazón.

—El mío también se hará pedazos —dijo Neung. —¡Si al menos pudiéramos ir a Brighton! —suspiró la señora Chankimha. —¡Oh, sí! ¡Si al menos pudiéramos ir a Brighton! ¡Pero papá es tan poco complaciente! —Unos baños de mar me dejarían como nueva. —Y tía Theerapong asegura que a mí también me sentarían muy bien —añadió Song. Estas lamentaciones resonaban de continuo en la casa de Longbourn. Freen trataba de mantenerse aislada, pero no podía evitar la vergüenza. Reconocía de nuevo la justicia de las observaciones de Armstrong, y nunca se había sentido tan dispuesta a perdonarle por haberse opuesto a los planes de su amiga. Pero la melancolía de Neung no tardó en disiparse, pues recibió una invitación de la señora Suppanad, la esposa del coronel del regimiento, para que la acompañase a Brighton. Esta inapreciable amiga de Neung era muy joven y hacía poco que se había casado. Como las dos eran igual de alegres y animadas, congeniaban perfectamente y a los tres meses de conocerse eran ya íntimas. El entusiasmo de Neung y la adoración que le entró por la señora Suppanad, la satisfacción de la señora Chankimha, y la mortificación de Song, fueron casi indescriptibles. Sin preocuparse lo más mínimo por el disgusto de su hermana, Neung corrió por la casa completamente extasiada, pidiendo a todas que la felicitaran, riendo y hablando con más ímpetu que nunca, mientras la pobre Song continuaba en el salón lamentando su mala suerte en términos poco razonables y con un humor de perros.

—No veo por qué la señora Suppanad no me invita a mí también —decía—, aunque Neung sea su amiga particular. Tengo el mismo derecho que ella a que me invite, y más aún, porque yo soy mayor. En vano procuró Freen que entrase en razón y en vano pretendió Engfa que se resignase.

La dichosa invitación despertó en Freen sentimientos bien distintos a los de Neung y su madre; comprendió claramente que ya no había ninguna esperanza de que la señora Chankimha diese alguna prueba de sentido común. No pudo menos que pedirle a su padre que no dejase a Neung ir a Brighton, pues semejante paso podía tener funestas consecuencias. Le hizo ver la inconveniencia de Neung, las escasas ventajas que podía reportarle su amistad con la señora Suppanad, y el peligro de que con aquella compañía redoblase la imprudencia de Neung en Brighton, donde las tentaciones serían mayores. El señor Chankimha escuchó con atención a su hija y le dijo:

—Neung no estará tranquila hasta que haga el ridículo en público en un sitio u otro, y nunca podremos esperar que lo haga con tan poco gasto y sacrificio para su familia como en esta ocasión.

—Si supieras —replicó Freen— los grandes daños que nos puede acarrear a todos lo que diga la gente del proceder inconveniente e indiscreto de Neung, y los que ya nos ha acarreado, estoy segura de que pensarías de modo muy distinto.

—¡Que ya nos ha acarreado! —exclamó el señor Chankimha—. ¿Ha ahuyentado a alguno de tus pretendientes? ¡Pobre Freen! Pero no te aflijas. Esos jóvenes tan delicados que no pueden soportar tales tonterías no valen la pena. Ven, dime cuáles son los remilgados galanes a quienes ha echado atrás la locura de Neung.

Orgullo y prejuicio Freenbecky + EnglotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora