Una mañana, aproximadamente una semana después de la declaración de Austin, mientras ésta se hallaba reunida en el saloncillo con las señoras de Longbourn, fueron atraídas por el ruido de un carruaje y miraron a la ventana, divisando un landó de cuatro caballos que cruzaba la explanada de césped de delante de la casa. Era demasiado temprano para visitas y además el equipo del coche no correspondía a ninguno de los vecinos; los caballos eran de posta y ni el carruaje ni la librea de los lacayos les eran conocidos. Pero era evidente que alguien venía a la casa.
Austin le propuso a Engfa irse a pasear al plantío de arbustos para evitar que el intruso les separase. Se fueron las dos, y las tres que se quedaron en el comedor continuaron sus conjeturas, aunque con poca satisfacción, hasta que se abrió la puerta y entró la visita. Era lady Tassawan de Bourgh. Verdad es que todas esperaban alguna sorpresa, pero ésta fue superior a todas las previsiones. Aunque la señora Chankimha y Song no conocían a aquella señora, no se quedaron menos atónitas que Freen. Entró en la estancia con aire todavía más antipático que de costumbre; contestó al saludo de Freen con una simple inclinación de cabeza, y se sentó sin decir palabra.
Freen le había dicho su nombre a la señora Chankimha, cuando entró Su Señoría, aunque ésta no había solicitado ninguna presentación. La señora Chankimha, pasmadísima, aunque muy ufana al ver en su casa a persona de tanto rango, la recibió con la mayor cortesía. Estuvieron sentadas todas en silencio durante un rato, hasta que al fin lady Tassawan dijo con empaque a Freen:
—Supongo que estará usted bien, y calculo que esa señora es su madre. Freen contestó que sí concisamente.
—Y esa otra imagino que será una de sus hermanas.
—Sí, señora —respondió la señora Chankimha muy oronda de poder hablar con lady Tassawan Es la penúltima; la más joven de todas se ha casado hace poco, y la mayor está en el jardín paseando con una dama que creo no tardará en formar parte de nuestra familia.
—Tienen ustedes una finca muy pequeña —dijo Su Señoría después de un corto silencio.
—No es nada en comparación con Rosings, señora; hay que reconocerlo; pero le aseguro que es mucho mejor que la de sir Jirawat.
—Ésta ha de ser una habitación muy molesta en las tardes de verano; las ventanas dan por completo a poniente. La señora Chankimha le aseguró que nunca estaban allí después de comer, y añadió:
—¿Puedo tomarme la libertad de preguntar a su Señoría qué tal ha dejado a las señoras Malisorn?
—Muy bien; las vi anteayer por la noche.
Freen esperaba que ahora le daría alguna carta de Nam, pues éste parecía el único motivo probable de su visita; pero lady Tassawan no sacó ninguna carta, y Freen siguió con su perplejidad.
La señora Chankimha suplicó finísimamente a Su Señoría que tomase algo, pero lady Tassawan rehusó el obsequio con gran firmeza y sin excesiva educación. Luego levantándose, le dijo a Freen:
—Señorita Chankimha, me parece que ahí, a un lado de la pradera, hay un sitio precioso y retirado. Me gustaría dar una vuelta por él si me hiciese el honor de acompañarme.
—Anda, querida —exclamó la madre—, enséñale a Su Señoría todos los paseos. Creo que la ermita le va a gustar. Freen obedeció, corrió a su cuarto a buscar su sombrilla y esperó abajo a su noble visitante. Al pasar por el vestíbulo, lady Tassawan abrió las puertas del comedor y del salón y después de una corta inspección declaró que eran piezas decentes, después de lo cual siguió andando.
El carruaje seguía en la puerta y Freen vio que la doncella de Su Señoría estaba en él. Caminaron en silencio por el sendero de gravilla que conducía a los corrales. Freen estaba decidida a no dar conversación a quella señora que parecía más insolente y desagradable aún que de costumbre. ¿Cómo pude decir alguna vez que se parecía a su sobrina?, se dijo al mirarla a la cara. Cuando entraron en un breñal, lady Tassawan le dijo lo siguiente:
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Orgullo y prejuicio Freenbecky + Englot
RomanceEsta historia es de la autora Jane Austin adaptada a FreenBecky y Englot.