El señor Chankimha fue uno de los primeros en presentar sus respetos a la señora Austin. Siempre tuvo la intención de visitarla, aunque, al final, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber de la siguiente manera: observando el señor Chankimha cómo su hija se colocaba un sombrero, dijo:
—Espero que a la señora Austin le guste, Freen.
— ¿Cómo podemos saber qué le gusta a la señora Austin
—dijo su esposa resentida
— si todavía no hemos ido a visitarlo?
—Olvidas, mamá —dijo Freen— que lo veremos en las fiestas, y que la señora Beer ha prometido presentárnoslo.
—No creo que la señora Beer haga semejante cosa. Ella tiene dos sobrinas en quienes pensar; es egoísta e hipócrita y no merece mi confianza.
—Ni la mía tampoco —dijo el señor Chankimha— y me alegro de saber que no dependes de sus servicios. La señora Chankimha no se dignó contestar; pero incapaz de contenerse empezó a reprender a una de sus hijas.
— ¡Por el amor de Dios, Song no sigas tosiendo así! Ten compasión de mis nervios. Me los estás destrozando.
—Song no es nada discreta tosiendo —dijo su padre—. Siempre lo hace en momento inoportuno. —A mí no me divierte toser
—replicó Song quejándose.
— ¿Cuándo es tu próximo baile, Freen? —De mañana en quince días.
—Sí, así es —exclamó la madre—. Y la señora Beer no volverá hasta un día antes; así que le será imposible presentarnos a la Señora Austin, porque todavía no la conocerá.
—Entonces, señora Chankimha, puedes tomarle la delantera a tu amiga y presentársela tú a ella. —Imposible, señor Chankimha, imposible, cuando yo tampoco la conozco. ¿Por qué te burlas?
—Celebro tu discreción. Una amistad de quince días es verdaderamente muy poco. En realidad, al cabo de sólo dos semanas no se puede saber muy bien qué clase de mujer es. Pero si no nos arriesgamos nosotros, lo harán otros. Al fin y al cabo, la señora Beer y sus sobrinas pueden esperar a que se les presente su oportunidad; pero, no obstante, como creerá que es un acto de delicadeza por su parte el declinar la atención, seré yo el que os la presente. Las muchachas miraron a su padre fijamente. La señora Chankimha se limitó a decir:
— ¡Tonterías, tonterías!
— ¿Qué significa esa enfática exclamación? —Preguntó el señor Chankimha—. ¿Consideras las fórmulas de presentación como tonterías, con la importancia que tienen? No estoy de acuerdo contigo en eso. ¿Qué dices tú, Irin? Que yo sé que eres una joven muy reflexiva, y que lees grandes libros y los resumes. Irin quiso decir algo sensato, pero no supo cómo.
—Mientras Irin aclara sus ideas —continuó él—, volvamos a la Señora Austin.
— ¡Estoy harta de la señora Austin! —gritó su esposa.
—Siento mucho oír eso; ¿por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiese sabido esta mañana, no habría ido a su casa. ¡Mala suerte! Pero como ya la he visitado, no podemos renunciar a su amistad ahora. El asombro de las señoras fue precisamente el que él deseaba; quizás el de la señora Chankimha sobrepasara al resto; aunque una vez acabado el alboroto que produjo la alegría, declaró que en el fondo era lo que ella siempre había figurado.
— ¡Mi querido señor Chankimha, que bueno eres! Pero sabía que al final te convencería. Estaba segura de que quieres lo bastante a tus hijas como para no descuidar este asunto. ¡Qué contenta estoy! ¡Y qué broma tan graciosa, que hayas ido esta mañana y no nos hayas dicho nada hasta ahora!
—Ahora, Song, ya puedes toser cuanto quieras —dijo el señor Chankimha; y salió del cuarto fatigado por el entusiasmo de su mujer.
— ¡Qué padre más excelente tenéis, hijas! —dijo ella una vez cerrada la puerta—. No sé cómo podréis agradecerle alguna vez su amabilidad, ni yo tampoco, en lo que a esto se refiere. A estas alturas, os aseguro que no es agradable hacer nuevas amistades todos los días. Pero por vosotras haríamos cualquier cosa. Neung, cariño, aunque eres la más joven, apostaría a que la señora Austin bailará contigo en el próximo baile.
—Estoy tranquila —dijo Neung firmemente—, porque aunque soy la más joven, soy la más alta. El resto de la tarde se lo pasaron haciendo conjeturas sobre si la señora Austin devolvería pronto su visita al señor Chankimha, y determinando cuándo podrían invitarla a cenar.
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Orgullo y prejuicio Freenbecky + Englot
Roman d'amourEsta historia es de la autora Jane Austin adaptada a FreenBecky y Englot.