Capítulo LVIII

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Pocos días después de la visita de lady Tassawan, Austin no sólo no recibió ninguna carta de excusa de su amiga, sino que la llevó a Longbourn en persona. Las damas llegaron temprano, y antes de que la señora Chankimha tuviese tiempo de decirle a Armstrong que había venido a visitarles su tía, cosa que Freen temió por un momento, Austin, que quería estar sola con Engfa, propuso que todas salieran de paseo. Se acordó así, pero la señora Chankimha no tenía costumbre de pasear e Irin no podía perder el tiempo. Así es que salieron las cinco restantes.

Austin y Engfa dejaron en seguida que las otras se adelantaran y ellas se quedaron atrás. Freen, Armstrong y Song iban juntas, pero hablaban muy poco. Song tenía demasiado miedo a Armstrong para poder charlar; Freen tomaba en su fuero interno una decisión desesperada, y puede que Armstrong estuviese haciendo lo mismo. Se encaminaron hacia la casa de los Wachirasarunpat, porque Song quería ver a María, y como Freen creyó que esto podía interesarle a ella, cuando Song les dejó siguió andando audazmente sola con Armstrong. Llegó entonces el momento de poner en práctica su decisión, y armándose de valor dijo inmediatamente:

—Señora Armstrong, soy una criatura muy egoísta que no me preocupo más que de mis propios sentimientos, sin pensar que quizá lastimaría los suyos. Pero ya no puedo pasar más tiempo sin darle a usted las gracias por su bondad sin igual para con mi pobre hermana. Desde que lo supe he estado ansiando manifestarle mi gratitud. Si mi familia lo supiera, ellos también lo habrían hecho.

—Siento muchísimo —replicó Armstrong en tono de sorpresa y emoción— que haya sido usted informada de una cosa que, mal interpretada, podía haberle causado alguna inquietud. No creí que la señora Sawaros fuese tan poco reservada.

—No culpe a mi tía. La indiscreción de Neung fue lo primero que me descubrió su intervención en el asunto; y, como es natural, no descansé hasta que supe todos los detalles. Déjeme que le agradezca una y mil veces, en nombre de toda mi familia, el generoso interés que la llevó a tomarse tanta molestia y a sufrir tantas mortificaciones para dar con el paradero de los dos.

—Si quiere darme las gracias —repuso Armstrong—, hágalo sólo en su nombre. No negaré que el deseo de tranquilizarla se sumó a las otras razones que me impulsaron a hacer lo que hice; pero su familia no me debe nada. Les tengo un gran respeto, pero no pensé más que en usted.

Freen estaba tan confusa que no podía hablar. Después de una corta pausa, su compañera añadió:

—Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis deseos no han cambiado, pero con una sola palabra suya no volveré a insistir más.

Freen, sintiéndose más torpe y más angustiada que nunca ante la situación de Armstrong, hizo un esfuerzo para hablar en seguida, aunque no rápidamente, le dio a entender que sus sentimientos habían experimentado un cambio tan absoluto desde la época a la que ella se refería, que ahora recibía con placer y gratitud sus proposiciones. 

La dicha que esta contestación proporcionó a Armstrong fue la mayor de su existencia, y se expresó con todo el calor y la ternura que pueden suponerse en una mujer locamente enamorada. Si Freen hubiese sido capaz de mirarla a los ojos, habría visto cuán bien se reflejaba en ellos la delicia que inundaba su corazón; pero podía escucharla, y los sentimientos que Armstrong le confesaba y que le demostraban la importancia que ella tenía para ella, hacían su cariño cada vez más valioso. Siguieron paseando sin preocuparse de la dirección que llevaban. Tenían demasiado que pensar, que sentir y que decir para fijarse en nada más.

Freen supo en seguida que debían su acercamiento a los afanes de la tía de Armstrong, que la visitó en Londres a su regreso y le contó su viaje a Longbourn, los móviles del mismo y la sustancia de su conversación con la joven, recalcando enfáticamente las expresiones que denotaban, a juicio de Su Señoría, la perversidad y descaro de Freen, segura de que este relato le ayudaría en su empresa de arrancar a la sobrina la promesa que ella se había negado a darle. Pero por desgracia para Su Señoría, el efecto fue contraproducente.

Orgullo y prejuicio Freenbecky + EnglotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora